Cualquier persona con conocimientos mínimos de ciclismo sabe que este deporte está lleno de tópicos. Uno de ellos, y que asusta debido a los acontecimientos surgidos a lo largo de la historia, es el de ‘La maldición del arcoiris’. La victoria en los Campeonatos del Mundo justifica todo el esfuerzo realizado a lo largo de tu vida para alcanzar tus metas. La victoria en los mundiales te hace entrar en la historia, y jamás serás olvidado. Una victoria así además te permite lucir el precioso maillot arcobaleno durante un año entero, para lucir con orgullo la mayor de tus victorias. Es la prenda más preciada, pero el portador de la misma está expuesto a una maldición tan irracional como verdadera. La historia así lo ha escrito, y así lo ha querido. Al menos, tras pasar el año, y a pesar de lucir los colores del arcoiris en la bocamanga del maillot, el sujeto en cuestión se desprende de dicha maldición y vuelve a vencer. ¿Casualidad?
Hay demasiados casos que ilustran esta maldición como para analizarlos todos uno a uno. Iremos con los que crearon la leyenda: en el año 1969 Harm Ottenbros, potente corredor holandés se impuso en los Mundiales y obtuvo el derecho de lucir la tan preciada prenda de lana (hasta hace bien poco, los maillots estaban hechos con este material). En el Tour de Flandes del año siguiente, sufrió una caída tan estremecedora que casi acaba con su vida; solo se rompió la muñeca,y jamás volvió a ser el mismo. El sucesor del alemán, el francés Jean Pierre Monseré, vencedor en 1970 no corrió la misma suerte y una caída preparando la Milan-Sanremo acabó con su vida; contaba solamente con 22 años.
En la actualidad, no es todo tan dramático, sino que la maldición se ‘reduce’ a la ausencia de victorias a lo largo de la temporada que se luce el maillot. Por ejemplo, en el año 1987, Stephen Roche venció el Giro de Italia, Tour de Francia y el Mundial en ruta. Una hazaña inigualable. Una proeza de película. Con el arcobaleno en su espalda, no volvimos al corredor que había maravillado al mundo el año anterior. Superclases como Gianni Bugno tampoco pudieron librarse de la misma, si bien es cierto que en su caso se libró de la maldición para vencer de nuevo el Mundial. Con la segunda ya no pudo: la pescadilla que se muerde la cola.
Resulta pues una ironía que en plena región del Limburgo holandés brillase al fin el arcoiris en una tarde tan primaveral que hasta resultó extraña. Michal Kwiatkowski (Etixx-Quick Step) quiso acabar con su maldición, al menos de momento. Hubo grandes campeones que pudieron con ella. De momento, el genial corredor polaco ya puede decir que ha vencido una clásica importante del calendario UCI World Tour, la Amstel Gold Race, que no llega a la categoría de Monumento, pero que por distancia, dureza y participación, al menos a priori, tiene avales para llegar a convertirse. Es una clásica joven, esta era la 50ª edición, y el tiempo acabará decidiendo.

Sin ser un sprinter puro, demostró ser el más fuerte en Valkenburg
Hablando propiamente de la carrera, se dio un comienzo bastante nervioso. El pelotón finalmente dejó que De Vreese (Astana), Polanc (Lampre), Roosen (Lotto-Jumbo), Gerdemann (Cult Energy), Van Zyl (MTN-Qhubeka) y Mike Terpstra (Roompot), el hermanísmo de Niki, hicieran camino. Un sexteto que apenas inquietó al pelotón y que tuvo una renta máxima de 10 minutos. Por detrás, trabajo incansable de BMC (magnífica estrategia a lo largo del día) junto al conjunto polaco CCC trabajando para Davide Rebellin (ya nos hemos hartado del corredor italiano) y Maciej Paterski (¿por qué no está en un equipo de la máxima categoría?). Además, Movistar también dio sus relevos, que hicieron que la ventaja cayese en picado.
Por delante, Jan Polanc (Lampre) no quiso seguir con este ritmo. Las tres primeras horas a 40 km/h parecieron no cansar al esloveno del conjunto italiano, que lanzó un ataque tras una sucesión de cotas, llevándose con él a De Vreese y Gerdemann. David Tanner (IAM) y Simon Clarke (Orica) quisieron sus momentos de protagonismo, dando un giro total al guión de esta Amstel. También saltó Tony Martin, que lejos de dar un relevo, se le vio bastante tostado. Poco después Wilco Kelderman (Lotto Jumbo) y Vincenzo Nibali (Astana) junto a su coequipier Diego Rosa. Un gran movimiento del Squalo, quizás entrenando para la Lieja-Bastoña-Lieja, que se adapta mejor a sus características. Estaremos atentos a él.
Para desgracia del último vencedor del Tour de Francia, no encontró apoyo en ningún miembro de la escapada. Mientras Kelderman se iba por un sembrado y seguía el dogma de su equipo, siempre a la contra, siempre seguir (que se lo digan a Vanmarcke), Clarke iba guardando fuerzas. Con un acelerón se quedó solo en cabeza de carrera, pero con una renta insuficiente con respecto al pelotón, que tras superar 33ª del día y a menos de 10 km de meta ya guardaba fuerzas para la brutal ascensión final al Cauberg.

Menudo año para Lotto-Jumbo. Hoy, Kelderman por un sembrado
Realmente lo único interesante de la prueba fueron los últimos 5 km, de aproximación a la cima mítica. Los más de 250 km restantes fueron un tostón soporífero característico de esta prueba. BMC y Orica realizaron una magnífica aproximación, con sus caballos ganadores bien situados. Mientras el conjunto norteamericano lanzaba primero a Van Avermaet (cuidado con el ozono) y más tarde al vencedor en Flecha Brabanzona, Ben Hermans, el conjunto australiano subía a Michael Matthews a la rueda de todo un vencedor en Lieja como es Simon Gerrans.
Llegadas las primeras rampas, Philippe Gilbert (BMC) se lanzó como un caballo desbocado. Es un verdadero espectáculo ver a este hombre ascender el Cauberg. Solo un hombre pudo seguirle la rueda, Bling Matthews. Por detrás, Valverde (Movistar) no se cebó, al igual que hombres como Tony Gallopin (Lotto Soudal), Enrico Gasparotto (Wanty) o Rui Costa (Lampre), que acabaron contactando con el dueto cabecero tras superar las últimas rampas de la cota. Los dos kilómetros de llano permitieron que se formase un grupo con 17 corredores que a la postre se disputarían la victoria en esta clásica. Tras 258 km de recorrido y una ascensión tan explosiva, no siempre el mejor sprinter se va a imponer. Todos los ojos estaban en Michael Matthews, y no pudo. Con un sprint portentoso, arrancando desde atrás en este grupo, sin ninguna rueda, pura fuerza, pura potencia, apareció el arcoiris. Apareció para ser protagonista, y para acabar con las supersticiones. Primera victoria en una prueba en ruta en categoría UCI World Tour (había vencido la prólogo de París-Niza en Maurepas), que lo hace protagonista ya de estas Árdenas 2015. El miércoles, con la inhumana subida al Muro de Huy, nos dará el segundo protagonista. Pase lo que pase, Kwiatkowski ya ha escrito su nombre, y a ver quien lo borra.

Top-10 en la línea de meta
Un Comentario
Pingback: Segunda oportunidad en las Árdenas | Cronómetro Deportivo