El Betis ha descendido por undécima vez en su historia en una fecha aciaga para la familia verdiblanca. La evidencia se confirmó antes del partido incluso, con un inoportuno resbalón de Angeleri en Getafe que no sirve de excusa en ningún caso. Este es el final de una lenta agonía, fraguada desde la marcha de Pepe Mel allá por el mes de diciembre, que ha dejado en el camino lágrimas, tristezas y decepciones y muy pocas sonrisas y alegrías. El resultado de hoy queda en anécdota para los béticos, aunque no así para los donostiarras, que aseguran, gracias al penalti transformado por Vela, su participación en la próxima Europa League, competición que tanta ilusión generó en Heliópolis al principio de temporada y que ya solo levanta nocivos deseos contra las aspiraciones del eterno rival.
Ahora, los béticos deberán someterse a un análisis sincero y exhausto que permita no repetir los errores cometidos. Si en una temporada se hace todo mal, no sirve apelar a una supuesta maldad de los árbitros, a la mala fortuna en los momentos determinantes o al ojeador que otorgó a Andersen la custodia de la meta verderona. Mal en lo institucional, mal en lo deportivo, mal en la gestión y así millones de males y muy pocos detalles salvables.
Hasta la afición faltó hoy a su habitual ritual. Poco más de 16.000 espectadores en el Villamarín, entrada muy pobre para lo que nos ha acostumbrado la parroquia verdiblanca esta temporada justo en el partido que recibía el premio de Jugador Número 12. Llegaba la Real, por tanto, a pescar en río revuelto, a conseguir esos tres puntos en el campo del colista que parece los ha regalado todos este año. Y lo consiguió. Nada que destacar en una primera parte anodina, aburrida, donde los pitos y abucheos a los jugadores béticos fueron constantes y el silencio reinó sobre cualquier intento de ánimo. Arrasate no arriesgó, dio la orden a sus jugadores de esperar pacientes su oportunidad, que seguro llegaría. Empate a cero, el Betis en Segunda y todo una mitad por disputarse.
A los tres minutos de la reanudación llegó el penalti que decantó el partido. Vela se adentró en área y Juankar se lo llevó por delante. El propio Vela transformó la pena máxima. Y el Betis ya no era equipo para remontar. Si no lo ha sido durante toda la temporada, y eso que ha gozado de oportunidades de cambiar marcadores adversos en una abrumadora mayoría de los partidos, tampoco lo iba a hacer descendido, contra un equipo serio y bien plantado y con una afición que, cansada, no alentó en absoluto. Griezmann tuvo incluso la oportunidad de agrandar la herida, pero su balón lo repelió el poste. El Betis también disfrutó de dos claras en botas de Rubén Castro, muy seguidas y parecidas las dos, pero el primer chut lo repelió Bravo y el segundo lo atajó el propio portero. Muy poco más que destacar del partido.
Tienen pinta de suplicio los tres encuentros que restan. Calderón, como hoy, experimentará con canteranos, a los que se tendrán que agarrar los béticos el año que viene. Juanma no lo hizo ayer del todo mal, Dani Ceballos también disputó unos minutos y en el banco se han quedado dos o tres más. Al final tendrán que ser ellos los que remen y saquen a flote una maltrecha nave con preocupantes miras de futuro. No hay entrenador para el curso venidero, el presidente no se sabe bien quién es y parece que las acciones se han traspapelado en el juzgado. La historia, la afición y la solera de este club deben servir como cimientos, pero hace falta muchísimo más para transformar las lágrimas (pocas veces se habrá visto tanto llanto, de tantos jugadores y tan prolongados en el tiempo) en sonrisas y las decepciones en esperanzas. La Real Sociedad afianza Europa mientras el Betis llora su descenso a segunda. Pero, como escribía el gran periodista Juanma Trueba en su contrapartada semanal del As, no digan que el Betis baja, digan que toma impulso.