Históricamente los pesos pesados siempre han sido el principal punto de mira del mundo del boxeo. Durante diferentes épocas han existido grandes púgiles que han forjado rivalidades imborrables en la memoria de los aficionados. Una vez entrados en el siglo XXI, el peso pesado se ha visto tristemente huérfano de figuras competitivas, que sigan engrandeciendo la categoría. Desde hace más de una década, el monopolio de los hermanos Klitschko, parecía incontestable, continuado por Vladimir, el menor de los hermanos, tras la retirada de Vitali, para servir políticamente a un país tan necesitado como es Ucrania en estos momentos.
El siguiente escollo en la lista de espera de rivales deseosos y ansiosos por abortar el reinado del ucraniano era ni más ni menos que un coloso de 2,06 inglés, de raíces gitanas, y de propina nacionalizado irlandés por si la mezcla no podía ser más atractiva, o porque no decirlo más claro, explosiva. El nombre que le puso su padre, el cual estrena libertad condicional por arrancar un ojo a su contrincante en una clásica pelea de borrachos de pub británico, es ni más ni menos que Tyson, haciendo homenaje como no, al que fue entrenado por su tío, y considerado el “El Terror del Garden” durante tantos episodios. Su apodo, “Fury”, podríamos decir que viene inyectado en la genética familiar, ya que su ídolo, Bartley Gorman, es un pariente suyo, que se dedicó durante 2 décadas al boxeo clandestino, del cual resultó ser campeón de Irlanda e Inglaterra. No es de extrañar así, que entre su pariente, que se hacía llamar el “Rey Gitano”, y el reciente ex presidiario padre, el bueno de Fury, haya salido con una personalidad tan marcada, como demuestran todos sus simpáticos numeritos. Para algunos, la imagen de un bufón con ganas de llamar la atención, pero para los que ya tienen ganas de que la tendencia cambie dentro de los pesos pesados, el candidato ideal para voltear la situación, por su físico, juventud y una personalidad estrambótica que refleja una seguridad en sí mismo muy marcada hasta el momento.
La cara de Klitschko, durante toda la movida, que incluye face off, pesaje, ruedas de prensa y demás, reflejaba la misma inalterabilidad de los últimos 10 años. Fiel a su estrategia de dejar que su rival lleve la iniciativa a la hora de lucirse dialécticamente, para luego el llevar la iniciativa, y lucirse en el ring, la mayoría de veces por la vía del cloroformo. Muchos entendidos, daban claro favorito al menor de la saga, con el mismo procedimiento que le ha hecho perdurar en el trono durante más de una década, regalándole unos primeros rounds de tanteo a su rival, para después encontrar el momento perfecto de cruzar su poderosísima derecha marcando de forma sublime la distancia.
Rodeado de tanta expectativa, arrancaba el combate en Dusseldorf, entre ambos gigantes. El respeto entre ambos púgiles hasta el 9 asalto, fue tremendo. Por un lado el respeto del aspirante, por tener delante el mayor reto de su carrera, y todo un campeón de campeones. Por el lado opuesto, el respeto del campeón por tener ante sí, un rival más joven, de mayor altura y envergadura, lo cual le obligaba a un esfuerzo mayor en comparación al de los últimos combates. Y este respeto llevó a que la pelea estuviese prácticamente empatada a falta de 3 rounds. Fue entonces cuando Tyson Fury salió decidido a poner fin a tantos años de dominio de Vladimir Klitschko. Estos 3 asaltos, que estuvieron cargados de tensión y emoción, se tradujeron en un mayor acierto del británico, lo cual propició que el ucraniano tuviese que dar un paso al frente, exponiéndose así a un mayor riesgo para tratar de reengancharse a la pelea. Pero ya era demasiado tarde, el “Nuevo Rey Gitano” sé mostraba muy cómodo y pleno de confianza, como si estuviese peleando en su caravana (que según él siempre tendrá por muchos millones que gane) en vez de en el ring.
Tras este final, una nueva era parece encaminarse dentro del mundo de los pesos pesados, una nueva era que empieza con la abdicación del Doctor Martillo ucraniano, y una coronación llena de furia, del Nuevo Rey Gitano. ¿Será un reinado fugaz, o será una dictadura como la de su predecesor?
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