El Sporting cae eliminado de la fase de ascenso a Primera División. Victoria de Las Palmas (0-1) en El Molinón sacando petróleo de una contra en la prolongación. Al Sporting le faltó inspiración en los últimos minutos y se topó con Barbosa, un portero excepcional.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
El Real Sporting de Gijón es así. Capaz de conseguir ascensos y permanencias agónicas cuando pocos las esperan, recuerdos que permanecen alojados en la memoria colectiva del sportinguismo, una religión sin divinidades ni dogmas de fe pero que se profesa como la más numerosa de las creencias. Los sportinguistas son capaces de reír juntos, llorar juntos y crear juntos ambientes tan mágicos como el que se vivió en los instantes previos al Sporting-Las Palmas, un clima digno de una ciudad que acoge una semifinal de la Champions o Europa League. Qué lejos se han quedado estas cotas por las que transitó el Sporting en su momento. Pero lo que sigue ahí es la grandeza de una afición irreductible, que nunca ha traicionado sus colores y a partir de la que se debe recuperar la grandeza perdida. Hay que aprovecharlo y no se puede traficar con sus ilusiones, que han convertido su estadio en el templo del fútbol español.
El Liverpool tiene Anfield y el Sporting tiene El Molinón. Lo supo ver el añorado Manolo Preciado, al que una estatua se le queda pequeña y quizás se merecería dar nombre al estadio que recuperó la alegría gracias a él. Su recordada alegría, fraguada en la desgracia personal, construyó la época más dorada en la historia reciente del sportinguismo. Una etapa brillante que comenzó con el inolvidable ascenso conseguido, precisamente, un 15 de junio de 2008. Seis años después, su Sporting ha muerto en la orilla de una promoción de ascenso sin tener ni siquiera la opción de disputar la finalísima a doble partido. Fue una temporada demasiado convulsa para resolverla con un final feliz, aunque Abelardo y su cuerpo técnico han hecho lo imposible por sacar a flote una nave a la deriva.
Abelardo Fernández, gijonés de pro y sportinguista de pura cepa, es el hombre indicado para liderar la resurrección de este equipo, aunque solo sea en señal de gratitud porque tuvo la dignidad y valentía de aceptar un reto tan envenenado a cinco jornadas de la conclusión de la temporada regular. Cogió a un equipo destrozado tras la derrota encajada en Santo Domingo contra el Alcorcón, que hacía la goma con el play-off y lo metió en la promoción con un balance que muestra más claros que oscuros. Firmó tres victorias (en casa ante Hércules, Barça B y Tenerife) y dos empates a domicilio (contra Mirandés y Zaragoza) en la temporada regular, lo que entregó un billete para afrontar la promoción de ascenso desde el segundo puesto de preferencia, que hubiese valido la clasificación automática en caso de empate. Pero llegaron las derrotas contra Las Palmas y se acabó el cuento.
No se pudo aprovechar ese quinto puesto que tanto costó conseguir en la fase regular después de una temporada marcada por fallos de diversa índole, que no conviene señalar con el dedo a estas alturas porque aún están muy calientes los ánimos tras la enésima decepción; el análisis resultaría impreciso a todas luces. Tiempo habrá para señalar responsables, que haberlos haylos, por mucho que se escondan. Lo que no se puede esconder es aquel «que acertemos» que pronunció el ex presidente Manuel Vega-Arango el día de la destitución de Manolo Preciado. Aquel eco sigue retumbando. No, no acertaron. Por aquí pasaron Javier Clemente, Manolo Sánchez Murias y José Ramón Sandoval; todos se fueron con más pena que gloria impulsados por una mala dinámica de resultados. Y al final hubo que volver a los clásicos y fiar la recuperación a gente de la casa como Abelardo, Iñaki Tejada, Gerardo Ruiz e Isidro Fernández. Hombres con los que se puede ir al fin del mundo. Si no puedes contar con otro gijonés de pro como es Luis Enrique, porque todo un Barcelona ha fiado su destino a su mano de hierro, al menos sobrevive con unos señores de confianza.
Se quede quien se quede, se vaya quien se vaya, la institución está por encima de nombres y apellidos. No obstante, en un club de cantera como siempre ha sido el Sporting, es imprescindible que Abelardo sea el elegido para liderar la resurrección. Un tipo joven, que conoce para bien y para mal la casa y que habla de tú a tú a los jugadores a pesar de llevar en su mochila el inmenso bagaje de haber sido internacional absoluto con España, es la persona ideal para llevar las riendas de un equipo que debe asentar en Mareo su nuevo proyecto. A partir de ahí, al consejo de administración le corresponde la tarea de gestionar el futuro sin filias ni fobias, sin ataduras innecesarias, a imagen y semejanza de nadie. Porque nadie es imprescindible en la vida, ni siquiera los directivos que se pueden permitir el lujo de especular con el porvenir de una institución como el Real Sporting de Gijón, un sentimiento para muchos gijoneses y asturianos. Ellos tienen la obligación de levantar a este muerto.
El relato de lo ocurrido esta tarde ante la Unión Deportiva Las Palmas, un equipo veterano pero muy técnico, no deja de ser el mismo relato de impotencia y frustración que tantas veces ha castigado al Sporting. Un equipo entregado en cuerpo y alma, luchando contra los elementos por salir adelante, y muriendo en la orilla ahogado por fallos propios. errores del colegiado y aciertos ajenos. El gol de Aranda en el estadio de Gran Canaria pesó como una losa y fue una muralla imposible de superar. Ni las ganas de Jony, ni el empuje de los serbios en la punta de lanza, ni siquiera la reaparición de Nacho Cases, el alma de este equipo, sirvieron para batir ni una sola vez a Barbosa, un guardameta argentino al que pronto veremos en la Liga BBVA, suba o no suba Las Palmas. Entre fueras de juego inexistentes, penaltis no señalados y ocasiones desaprovechadas, el sportinguismo se fue desesperando, los jugadores se contagiaron de la impotencia que les rodeaba, las piernas les dijeron «basta» y el contragolpe culminado por Asdrúbal en el último suspiro mató la eliminatoria y enterró de tan dolorosa forma la ilusión sportinguista de volver a la Liga BBVA.
No pudo ser. El espíritu de Preciado y el orgullo sportinguista no bastaron para acceder a la finalísima por el ascenso a Primera. Tal vez, si el curso que viene no sale tan retorcido como éste, el desenlace puede ser distinto. No será fácil en una categoría híper competitiva y plagada de equipos con gran solera como Osasuna, Valladolid, Betis, Racing de Santander, Mallorca, Zaragoza, Tenerife y Alavés. Entre ellos estará un Sporting basado en la cantera e impulsado por un valor diferencial: una afición que seguirá convirtiendo El Molinón en un templo rojo y blanco, los colores que dibujan el futuro de un equipo que quiere volver a vivir otro sueño como el que disfrutó durante seis temporadas con aquel recordado técnico de Astillero.
LA FICHA TÉCNICA
Sporting: Cuéllar; Lora, Luis Hernández, Bernardo, Canella; Carmona, Sergio, Mandi (Cases, minuto 59), Jony (Jara,minuto 78); Lekic (Guerrero,minuto 72) y Scepovic.
Las Palmas: Barbosa; Ángel López, Deivid, Aythami Artiles, Xabi Castillo; Javi Castellano, Apoño; Nauzet Alemán, Vicente Gómez (Asdrúbal, minuto 74), Momo (Valerón, minuto 65); y Aranda (Hernán, minuto 89).
Gol
0-1: minuto 90+3, Asdrúbal.
Árbitro: Medié Jiménez (Comité Catalán). Tarjetas amarillas aBernardo (34′) y Cases (92′), del Sporting, y a Aythami (50′) y Barbosa (82′), de Las Palmas.
Incidencias: Estadio de El Molinón. 20.073 espectadores. Tarde nubosa en Gijón.
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