El Sporting sufre una dolorosa derrota en Balaídos por un fallo de Cuéllar que aprovechó Nolito y no ve recompensada su extraordinaria reacción del segundo tiempo con el gol de Carlos Castro nada más entrar al terreno de juego.
No es fácil ganar en el estadio de Balaídos. Sin ir más lejos, el mismísimo Barcelona cayó por 4-1 en este campo esta misma temporada. El Sporting no gana allí desde 1993, con Abelardo como jugador, y después de muchos años sin reencontrarse en la élite del fútbol español, este sábado volvió a caer el equipo gijonés en tierras viguesas. Terminaron ahogados al lado de las Rías Bajas por un golpe de mala suerte provocado por un fallo de Cuéllar. Se castigó de esta forma tan cruel la buena estrella que tuvo Carlos Castro nada más entrar al campo gracias a un error de bulto del portero local, Sergio Álvarez, que precisamente responde al mismo nombre del alma máter de este Sporting, un centrocampista de baja por lesión y al que no hay partido que no se le eche de menos.
Tampoco conviene rasgarse las vestiduras y hacer sangre después de la tercera derrota consecutiva del Sporting. Ya hubo tiempo para ello después del sonrojante 0-3 encajado frente al Levante el domingo pasado. Este sábado, los de Abelardo volvieron a lucir el alma y la intensidad que les caracteriza ante el Celta, uno de los gallitos de la categoría, por algo está situado cuarto en la clasificación, en un puesto que da derecho a disputar la Liga de Campeones, casi nada. El Sporting se está acercando peligrosamente a los puestos de descenso, pero esta jornada también la acabará fuera de esa zona tan comprometedora. El partido contra Las Palmas en El Molinón del próximo domingo será una finalísima porque podría servir para poner tierra de por medio sobre un rival directo en la lucha por la salvación.
Conviene pasar página cuanto antes de lo que ocurrió este fin de semana en Vigo, donde la Mareona rojiblanca fue rebajada por una decisión incomprensible de la directiva del Celta. Aun así hubo más de 1.000 valientes en Balaídos fornando una Mareona sin olas que empujó lo que pudo para llevar en volandas al equipo en las embravecidas aguas viguesas. Soportaron el buen primer tiempo local, gol incluido tras ganar Bongonda y Orellana la espalda a los defensas del Sporting, y se ilusionaron tras la fulgurante irrupción de Carlos Castro, que marcó en el primer balón que tocaba. Finalmente terminaron rendidos a la frustración de ver cómo marcó Nolito aprovechando un fallo mayúsculo de Cuéllar. Lo importante es que el Sporting plantó cara y remó sin parar en las Rías Bajas, mostrando las señas de identidad que le catapultaron hacia la Primera División.
Superior el Celta en el primer tiempo
Las aguas bajaron tranquilas por tierras viguesas desde el inicio del encuentro. El Celta navegaba a favor de corriente, guiado por el empuje de Bongonda y Hugo Mallo por la derecha, más esa brújula de precisión llamada Augusto Fernández y con el timón siempre tan bien engrasado por Nolito. La clarividencia de todos ellos se plasmó en la bonita jugada colectiva del primer gol, que puso de manifiesto que en el Celta todos reman hacia un buen puerto. Planas buscó y encontró a Nolito por el centro, éste abrió hacia la derecha, donde tiró perfectamente la diagonal Bongonda, que tocó lo justo para dejársela a su vez en bandeja a Orellana, quien se encargó de marcar a placer, anticipándose a Bernardo y ante la impotencia de un Cuéllar totalmente vendido.
La presencia de Dani Ndi, en su debut en Primera, situó sobre él todas las miradas de inicio al ser la novedad más significativa del once del Sporting. El camerunés se situó en la mediapunta, mientras que Halilovic se trasladó hacia la derecha buscando explotar por este costado su regate y desborde. Pero la mejor ocasión, al margen del gol bien anulado a Isma López, vino por la izquierda; Jony desbordó a su par y ganó la línea de fondo, aun que su envío lo abortó bien Sergio Álvarez en el primer palo antes de que lo cazaran Ndi o Sanabria. Fue una gota en medio del desierto porque el Celta mantuvo controlado el partido en todo momento y suyas fueron las mejores ocasiones, en especial la de Theo Bongonda a bocajarro y que salvó Cuéllar, infalible esta vez en el mano a mano.
El Sporting reaccionó en el segundo tiempo
Lejos de bajar los brazos y dejarse llevar por las aguas bravas viguesas, el Sporting se recompuso en el segundo tiempo y empezó a encontrar fugas de agua en el entramado defensivo local. Eso, generalmente, repercute en una obstrucción ofensiva del rival que termina virando el control del juego. Y el juego lo empezó a dominar el equipo de Abelardo con Halilovic más participativo, Ndi mucho más asociativo y Jony más incisivo por su costado. Faltaba mordiente en ataque, cierto, pues Sanabria estaba atado en corto por los centrales celestes (Cabral y Sergi Gómez); no obstante, gracias a la labor de desgaste del delantero paraguayo y a las escaramuzas de Ndi en el frente ofensivo, los dos zagueros acabaron con tarjeta amarilla.
Abelardo no se conformaba con una derrota por la mínima y el trabajo de Sanabria era demasiado improductivo ofensivamente, así que lo sustituyó por Carlos Castro. Y este jugador, una de las claves del ascenso, volvió a demostrar que está iluminado por esa varita mágica que solo ilumina a los buenos artilleros. Nada más ingresar al terreno de juego, se vio favorecido por un mal saque del guardameta local y marcó el empate prácticamente a placer, su segundo gol en Primera División y el primero lejos de El Molinón. Pero Carlinos, como todo buen delantero, es inconformista por naturaleza y no se conformó con un solo gol. Aprovechando un gran pase al espacio de Juan Muñiz, que acababa de entrar al campo por Jony, se inventó una vaselina que se marchó desviada por muy poco.
La tuvo Castro para resolver la faena y perdonó después de beneficiarse de un gran fallo del portero del Celta. Como esto del fútbol va y viene, los locales se beneficiaron de un mal despeje de Cuéllar tras un peligrosísimo y envenenado balón largo de Aspas hacia la posición de Nolito, que no pudo llegar a este envío, pero sí estaba estratégicamente situado para cazar el rechace defectuoso del portero extremeño y marcar el segundo gol de conjunto vigués. Fue un jarro de agua congelada para los sportinguistas, que encajaron este mazazo cuando menos lo esperaban, como ese boxeador sorprendido por un gancho inesperado de su contrincante. El Sporting se quedó tan noqueado que pudo encajar el tercero acto seguido, pero la vaselina de Nolito se estrelló en el larguero y el conjunto vigués no hizo más sangre. Bastante habían conseguido ya.