Por Carlos Oleagoitia
El Tour de Flandes ofreció un maravilloso espectáculo por la supremacía en la clásica de los Muros pero el relevo generacional aún deberá esperar
Quien tuvo, retuvo y bien que se lo enseñó Cancellara esta tarde a Sagan en la 97 edición del Tour de Flandes. A veces la insolencia y la creencia de invulnerabilidad de la juventud es un gran motor en esto del ciclismo, pero si a una fuerza innata se le suma ser un ‘zorro viejo’, el resultado es lo vivido en la casi última media hora de una de las grandes clásicas de primavera: magnifico desempeño en la lucha por destronar al mandamás por parte del osado jovencito Sagan y una respuesta más contundente aún del rey Fabian para sentenciar la carrera en poco más de 6 horas de esfuerzo con un “tranquilo chavalín, otro año será”.
En las horas previas a la carrera, todo eran quinielas y estrategias, como es de costumbre a toda batalla que se precie. Uno de los animales para este tipo de carreras, el actual campeón del mundo, el belga Gilbert (BMC), causaba baja por culpa de una inoportuna gripe y aunque estuviera muy lejos de su mejor momento de forma y aunque fuese improbable que luchase por la victoria, Flandes se convertía un año más en una de las pocas grandes clásicas que le faltan a Gilbert en su palmarés. Con esto, tres eran los grandes favoritos: el ganador del año pasado, el belga Boonen (Omega, acostumbrado a lo largo de los años encadenar temporadas gloriosas en las clásicas con ausencias inexplicables), el suizo Cancellara (Radio Shack, con el mejor motor humano para jornadas de pura fuerza) y el eslovaco Sagan (Cannondale, un jovencito con vitola de tiburón).
Es más, la joven perla centroeuropea ya venía de ganar de unas semanas previas la Gante-Wevelgen y de hacer segundo en la prestigiosa Milan- San Remo y el E3 Harelbeke, siempre excelentes termómetros para saber lo que puede acontecer en Flandes o Ronde Van Vlaanderen, como gusta decir por aquellos lares belgas. Por resultados y momentos de forma, quizás Chavanel (Omega, ganador en La Panne) podría resultar otro convidado de piedra incómodo, y mucho más cuando su jefe de filas, Boonen, debió de abandonar la carrera por una caída que daba al traste con la ilusión local de ver de nuevo a su león triunfando en casa.
LUCHA EN DOS MUROS
La carrera transcurrió en sus primeras horas por el típico cauce de escapadas consentidas hasta que a falta de unos 40 kilómetros comenzó el trabajo de equipo de los grandes favoritos, imponiendo un ritmo alto al cada vez más reducido pelotón que se desgranaba muro a muro. No obstante, resultaba curioso ver un gran grupo compacto a falta de 25 kilómetros y sin que los gallitos asomarán la cabeza, pero como es de recibo en casos de saberse superior, el suizo Cancellara (Radio Shack) aplicó su rodillo al frente del grupo en un muro con todavía 18 kilómetros hasta el final y se llevó a su rueda, en principios sin aparantes problemas, al eslovaco Sagan (Cannondale).
La lucha generacional estaba servida y tras salvar ese muro con un centenar de metros de ventaja respecto al gran grupo, tanto Cancellara (quien soportaba todo el peso de la carrera) como Sagan (mala señal no darle un solo relevo al suizo) cazaban al belga Roelandts (Lotto) y el terceto encaraba el muro que iba a resultar clave en la carrera. Porque si el anterior muro tuvo un adoquinado rugoso, el que pasaron a falta de 14 kilómetros contenía un paso estrecho pero levemente adoquinado, que sin embargo, supuso la muerte ciclista para Sagan.
Cancellara imprimió un alto ritmo a su estilo, sin levantarse pero agarrándose al manillar cual poseso y metro a metro fue cavando la tumba de Sagan, que veía impotente como Cancellara se le escapaba y aunque recibiese los relevos de Roelandts hasta la meta, ya a 14 kilómetros sabía que ni con los relevos de 200 ciclistas iba a conseguir atrapar al suizo, quien rápidamente fue sacando ventajas de 16, 25 y hasta 34 segundos a falta de 7 kilómetros que le darían otra gran victoria en Flandes con una ventaja de casi minuto y medio: ¡simplemente bestial, Fabian!