Alberto Arauz (@arauz84)
Llegó diciembre. Los fríos invernales sacuden ya con virulencia a gran parte de la geografía española. Las primeras nieves, comienzan a cubrir con su precioso manto blanco las cumbres de las serranías que salpican la península. Sin embargo, mientras muchos se congelan, un equipo parece haber entrado en ebullición y amenaza con arrasar con lo que asome a su paso. El Madrid se adentra en el ocaso de 2013 con una versión vistosa que comienza a encandilar a su hinchada. Al fin, se dibuja un fútbol bonito, elaborado, atractivo… Un juego en el que los blancos mandan en los partidos con la autoridad y jerarquía que corresponde a su historia. Una sinfonía interpretada en gran medida por músicos nacionales ávidos de alcanzar la gloria. En definitiva, un Real Madrid que irradia ilusión y buen gusto tras periodos de penumbra.
Habrá quien diga, no sin razón, que todo ocurre por azar. Que la lesión de Khedira ha obligado a Ancelotti a dar paso a los creativos. Que Isco puede dar gracias al absurdo y sobresaturado calendario de la FIFA. No obstante, conviene recordar que ya con el teutón en el campo se le recuerdan al Madrid partidos de relumbrón, y si no, pregunten por San Sebastián. Desde el verano, el club viene apostando por juntar a un ramillete de jugadores con un sello particular: juventud y talento son su carta de presentación. Todos ellos, claro, girando al son de la batuta del maestro Xabi Alonso, que ya adentrado en la treintena, deslumbra en cada partido. La tan anunciada españolización del equipo, es por fin una realidad. Illarramendi, Isco, Carvajal, Morata o Jesé, conforman una generación que amenaza con marcar una época. Si se echa la vista atrás, casi todos los equipos legendarios que ha regalado la historia, tenían algo en común: se cimentaban sobre jugadores nacionales o criados en la casa. El Barça de Guardiola, el Milán de Sachi, el Madrid de la Quinta o los grandes periodos del Ajax, así lo atestiguan. Y claro, si a esto le añades a un insaciable portugués empeñado en pasar a la historia, y a un joven galés que amaga con convertirse en su clon pero con el cañón en la zurda, el madridismo rebosa motivos para soñar.
Además, un halo de normalidad parece envolver al club. El ambiente prebélico que reinaba en el Madrid en la era más reciente, parece ser hoy un mal sueño del pasado. La armadura y el escudo, no son ya atuendo imprescindible en cada rueda de prensa. Los perversos árbitros o los malévolos calendarios, no sirven ya de excusa en caso de una derrota. Y es Carletto y no Zizou, quien responde ante los medios sin rencores ni acritud. Las notas se dan en junio, nadie lo duda. Pero nadie podrá negar, que este remozado Madrid, transita por el invierno con argumentos y fútbol que invitan a fantasear.