Tras ganar la duodécima en Cardiff, el Real Madrid puede presumir de tener seis copas de Europa en blanco y negro y otras seis Champions en color.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Después de ganar la novena Copa de Europa en Glasgow, la afición del Bernabéu empezó a cantar aquello de “cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si fuiste campeón de Europa por novena vez”. Ese cántico se mantuvo imperturbable desde 2002 hasta 2014. Doce años atronando a garganta limpia lo convirtieron en un grito de guerra del madridismo. Así hasta llegar a la final de Lisboa cuando, por obra y gracia de Manuel Jabois y del idilio de Sergio Ramos con el minuto 92:48, se convirtió en himno la «historia que tú hiciste, historia por hacer”. A partir de aquí cambiaron la novena por la décima, pero siguieron cantando lo de “cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si fuiste campeón de Europa por décima vez«. Rimaba un poco peor, pero seguía sonando bien. E incluso dos años después, tras volver a ganarle una final al Atlético en la madre de todas las competiciones de clubes, sustituyeron la décima por la undécima para seguir coreando eso de “cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si fuiste campeón de Europa por undécima vez”, que incluso sonaba y rimaba mejor que la versión anterior. Lujos de grandeza, que no delirios. Un año después, tras ganar la duodécima en Cardiff, los madridistas se pueden permitir el lujo de darle otra vuelta a uno de sus himnos oficiosos. Para grandes, ellos. Sus grandes éxitos ya son una hit-parade de la historia del fútbol.
Cómo no lo van a querer. Cómo no lo van a querer si fueron campeones de Europa por duodécima vez. Cómo no van a querer los madridistas a su equipo del alma y cómo no van a ser capaces de darle una vuelta al pentagrama musical para adaptarlo a su querido Madrid. Se lo gana a pulso en cada partido. Gol a gol, victoria a victoria, título a título. Ahí está para constatarlo el museo del Santiago Bernabéu, convertido en una suerte de parque temático del fútbol que todo buen aficionado (sea o no sea madridista) debiera conocer. ¿A quién no le gusta ver 12 copas de Europa (6 con el antiguo trofeo y otras 6 con la actual orejona)? Si ganar ese trofeo una vez ya son palabras mayores, ganarlo doce veces es una gran estrofa digna de exposición. Hay que verlo para creerlo. No solo porque el antiguo Real Madrid de Di Stefano y Paco Gento, el jugador con más copas de Europa de la historia (6), fuera capaz de ganarla cinco veces seguidas desde 1956 hasta 1960, sino porque en la edad moderna han ganado seis trofeos más hasta ser el primer campeón que revalida título con el actual formato de Liga de Campeones. Ni Barça, ni Milan, ni Manchester United, ni Juventus, ni Bayern Múnich, ni todos los ganadores de este torneo desde 1992, han sido capaces de conseguirlo. El Madrid, sí. Eso es por algo. ¿Quién decía que solo ganaba en blanco y negro? Es el primero que gana seis finales seguidas de Copa de Europa (1998, 2000, 2002, 2014, 2016 y 2017), todas ellas en color e incluso HD y 4K.
Dicen las malas lenguas que el madridismo se apoya en valores materiales para sustentar su amor al club: “Lo quieren, pero porque gana títulos”. Ahí está la clave de bóveda del asunto. ¿Y por qué gana tantos títulos el Real Madrid? ¿Por los árbitros? ¿Porque los rivales se dejan ganar? ¿Acaso el Barcelona de Messi no quisiera estar en el pellejo que están ahora sus eternos rivales? A este Madrid, reconocido por la FIFA como el mejor club del siglo XX, nadie le ha regalado los títulos que luce en sus vitrinas. Que pueda haber contado con decisiones arbitrales a su favor en determinados momentos es un hecho innegable, pero también lo es que sus rivales también las han tenido. Y no miramos para nadie. No se puede ganar tanto solo por favoritismo y por errores de los árbitros. Un campeón siempre lo es por muchos factores. Y ahí está la última final, con una goleada indiscutible ante el campeón de Italia, para demostrarlo. La afición, que tanto lo quiere, le canta y le exige (que se lo digan al mismo Cristiano Ronaldo, que alguna pitada se ha llevado en el Bernabéu), algo tendrá que ver. La exigencia, como la experiencia, es un grado.
El Madrid es un equipo ganador, seguramente el más ganador del planeta. Nadie tiene tal voracidad y hambre de victorias. Es el equipo con más títulos internacionales (24) en la historia del fútbol. No solo se conforman con tener la hegemonía del fútbol español con 33 ligas, también tienen la del europeo con 12 copas de Europa, un registro estratosférico que dobla, por ejemplo, a las 5 que tienen Barcelona, Bayern y Liverpool. Seguramente, muchos nos iremos de este mundo viendo al Real Madrid con más Champions que nadie, como también se fueron nuestros antepasados. Igual que los que nacimos en 1984 nunca le hemos visto perder una final de Champions. “¿Y el Madrid, qué? ¿Otra vez campeón de Europa?”, se preguntaba el abuelo más famoso de la historia de la televisión en España. Pues va a ser que sí. Y eso fue en 1998, el año de la séptima. Después han ido cayendo la octava, la novena, la décima, la undécima y la duodécima. Decir Copa de Europa es decir Real Madrid. Han convertido la competición más importante del fútbol europeo (y probablemente mundial) en un apéndice de su museo. No había más que ver a su capitán, Sergio Ramos, paseando en la celebración en el césped del Millenium Stadium de Cardiff con la orejona de la mano como si fuera su hija. La imagen que resume una hegemonía. Es curioso que sea un sevillano de Camas, y sevillista de cuna, como Ramos el que luzca el brazalete de capitán y levante los trofeos del club más laureado de Europa. No hay frontera que se le resista a este equipo. Que se lo digan a Raúl González Blanco, que empezó en las categorías inferiores del Atlético de Madrid y acabó siendo un mito del Real. Menudo subidón tenía el sábado por la noche comentando el baño de su Madrid a la Juve para la cadena que retransmitió la final.

Zidane pasó de ser el ayudante de Carlo Ancelotti en la final de Lisboa de 2014 a ganar dos copas de Europa seguidas como entrenador del Real Madrid.
Escribió Alfredo Relaño que “el Madrid siempre vuelve”. ¡Vaya que si vuelve! Hace apenas un año que Zinedine Zidane llegó a La Casa Blanca como apagafuegos y una solución de emergencia tras la desastrosa etapa de Rafa Benítez, un grandísimo entrenador y un sabio del fútbol (lo demostró en el Valencia) que no se supo adaptar a la particular idiosincrasia del Real Madrid. Florentino Pérez, erigido en el ser superior que dirige en solitario la nave, apostó por Zidane, una leyenda como jugador que ya había hecho sus pinitos en los banquillos de la mano de Carlo Ancelotti. Ahí está la famosa imagen de Zizou en la final de Lisboa 2014, dando indicaciones y órdenes a sus jugadores ante la mirada atónita y atenta de Ancelotti. El francés, que lo ganó todo como jugador, tiene dentro mucho fútbol y eso sale a relucir en las grandes ocasiones. A eso se agarró Florentino cuando le dio el timón del coloso. “Despacho o campo”, le dio a elegir. Y Zidane, lógicamente, eligió campo, el hábitat donde había construido su leyenda como futbolista. Ahí empezó todo.
Sin ruido ni estridencias de ningún tipo, anteponiendo lo deportivo a la lucha de egos, Zidane fue templando los ánimos para construir un Real Madrid otra vez ganador. Si la música amansa a las fieras, el balón relaja a los gallos, que de esos hay muchos en un vestuario tan cainita como el merengue. Les puso la pelota por delante y alrededor de ella iban a orbitar todos los esfuerzos, a imagen y semejanza de lo que ya hizo Zizou como futbolista. Convirtió a una banda de estrellas en un equipo solidario. En su primer año no ganó la Liga, el Barcelona de Luis Enrique y la MSN ya tenía mucha ventaja después de golear en el Santiago Bernabéu y no dejó escapar el título. Pero el Madrid llegó a la última jornada con opciones tras ganar en el Camp Nou. Del 0-4 al 1-2. Terminaron el campeonato a un solo punto y de postre jugaron una final de Champions contra el Atlético de Simeone. Dos años después de Lisboa se repitió en Milán el duelo a vida o muerte de los dos equipos de la capital de España. Hubo que sufrir, por supuesto, pero el Real afrontó y disputó de manera impecable la fatídica tanda de penaltis, no falló ni un solo lanzamiento y levantaron la undécima. Zidane lo había vuelto a hacer: después de ganar como jugador la novena copa de Europa del Madrid, levantó como entrenador la undécima en sus primeros meses como principal responsable deportivo del equipo.
Un año después, ya en su primera temporada completa, ganó la Liga y revalidó el título de campeón de Europa con una goleada precisamente a la Juventus, donde jugó desde 1996 hasta 2001 (perdiendo una final de Champions en 1998 curiosamente contra el Real Madrid). Para gallo, Zizou, que por algo es francés y ya había ganado un Mundial (1998) y una Eurocopa (2000) defendiendo los colores de su país. Hablamos del mejor gestor de vestuarios del fútbol actual, un hombre capaz de dejar en el banquillo a Gareth Bale en una final de Liga de Campeones, mantener en la titularidad a Isco y descartar a James Rodríguez. Recordemos que Florentino Pérez pagó más de cien millones de euros (101) por Bale y casi cien (75 más bonus de 15) por James. Ninguno de los dos fue titular en Cardiff. Las alineaciones las hace Zizou, el primer hombre en la historia del fútbol que gana dos copas de Europa en sus dos primeras temporadas como entrenador, que le han servido para consagrarse como uno de los mejores del mundo.

Cristiano Ronaldo marcó 12 goles en la última Champions y se proclamó máximo goleador por sexta ocasión.
Pero si hay un hombre que ahora mismo encarna por sí mismo la mentalidad ganadora del Real Madrid, él es Cristiano Ronaldo. Ganador de cuatro balones de oro (2008, 2013, 2014 y 2016), camino de ganar el quinto, ha vuelto a hacer historia en la Liga de Campeones. Máximo goleador de la última edición (12 dianas, 10 de ellas entre cuartos, semifinales y final), es la sexta vez que lo consigue, la quinta consecutiva, y supera así a Messi, su archienemigo cuando de batir récords y conseguir galardones individuales se trata. Con su doblete de este sábado (abrió el marcador anotando el 0-1 y sentenció la final con el 1-3), ya lleva 600 goles en toda su carrera profesional (sumando sus tantos con el Madrid y la selección portuguesa) en los 855 partidos oficiales que ha disputado. Es el Bicho, el animal, el depredador, el que se puede pasar 70 minutos sin tocar un balón y en el primero que toca la enchufa.
Comparaciones con Messi al margen, Cristiano Ronaldo pertenece a esa estirpe de dioses del fútbol que pueden convertir en oro todo lo que tocan. Ahora mismo es el futbolista más resolutivo del mundo y siempre aparece cuando su equipo le necesita. En la Liga anotó 25 goles y fue decisivo en los últimos partidos (La Rosaleda, Vigo), pero fue en la Champions donde de verdad resultó determinante: doblete en Múnich y hat-trick contra el Bayern en cuartos, otro hat-trick contra el Atlético en el Bernabéu en semifinales y otros dos goles en la final contra la Juve. Ya tiene cuatro copas de Europa (2008, 2014, 2016 y 2017) y ha ganado su segunda Champions consecutiva un año después de lograr la primera Eurocopa con Portugal.
Lo critican a morir, pero algunos mataban en su día por vestirle con la camiseta del Barça. A las pruebas nos remitimos. ¿Qué hubiera pasado si Cristiano llega a jugar en el equipo azulgrana con Iniesta, Xavi, Busquets y compañía (no nombramos a Messi porque ya sería abusar y nos dan miedo los monstruos de dos cabezas)? ¿Cuántos goles habría metido? ¿Cuántos títulos habría ganado? ¿Habría ganado más o menos balones de oro? Ahí quedan las preguntas. Lo que tenemos muy claro es que, con unas condiciones futbolísticas y físicas diferentes a la del D10S del Barcelona, CR7 se merece ganar su quinto Balón de Oro y ya tendrá los mismos que el argentino. A algunos les parecerá injusto, pero los trofeos individuales solo los puede ganar un jugador y esta temporada ha resultado más decisivo el portugués, que a sus 32 años vive el mejor momento de su carrera.

El Madrid ha vuelto a hacer historia al ser el primer equipo que revalida el título de campeón de Europa.
Al margen de la brutal plusmarca de ganar dos Champions consecutivas, la tercera en tres años, y de la segunda victoria en una final por un gol a cuatro (le metieron a la Juventus en 90 minutos en 2017 los mismos goles que al Atlético en 120 en 2014, y eso que la Juve solo había encajado tres tantos en toda la Liga de Campeones), este Real Madrid insaciable presume de haber ganado en plena «era Messi» (2008-2017), tres copas de Europa, las mismas que el Barça. No pueden presumir de contar con el D10S argentino, pero Zidane ha armado un equipo campeón a partir de Keylor Navas en la portería, Marcelo y Carvajal en los laterales, una pareja de centrales de máximas garantías como es la que forman Varane y Ramos, un stopper de lujo como Casemiro, dos mediocentros que son la envidia del mundo entero como Kroos y Modric, un mago del balón llamado Isco, un artista de los últimos metros que responde al nombre de Karim Benzema y un depredador de leyenda como Cristiano Ronaldo. Estos once cracks, que seguramente serían indiscutibles en cualquier otro equipo del mundo, ganaron la duodécima ante la Juve contando con las repuestos de lujo de Gareth Bale, Marco Asensio y Álvaro Morata en el segundo tiempo.
Así se construye hegemonía y así se alimenta la leyenda triunfal del Real Madrid, ese equipo que siempre vuelve (y volverá) a ganar. A la vuelta de la esquina ya está una nueva temporada que se abrirá con un duelo en la Supercopa de Europa contra el Manchester United de un viejo conocido como Mourinho y una doble batalla en la Supercopa española contra el Barcelona de Messi. Ocurra lo que ocurra en estos tres partidos, el madridismo tiene más de doce poderosas razones para querer a su equipo.