Por Carlos Oleagoitia
El Real Madrid sucumbe inesperadamente 3-2 en Estambul ante un Galatasaray que estuvo durante muchos minutos a tan solo dos goles de la clasificación
La ida de los cuartos de final de la Champions League regaló al mundo del fútbol un atisbo de remontada histórica para los turcos y aires de catrástofe mundial a los blancos que finalmente el goleador más en forma del momento, el ‘Bicho’ portugués, sosegó los ánimos de todos dando la clasificación de los entrenados por Mourinho a las semifinales de la la competición más prestigiosa por tercer año consecutivo, todo un bálsamo después de la larga travesía de caídas en octavos que se sufría hasta hace bien poco entre los madridistas. Pese a que el 5-3 de la eliminatoria global dicte una pseudo superioridad del Madrid frente al Galatasary, la lección que debera sacar el míster blanco es que la relajación no es buena compañera de viaje a este nivel futbolístico.
El Madrid saltaba al estadio de Galatasaray con la tranquilidad del 3-0 a favor de la ida y sabiendo que donde más sufrían sus rivales era en defensa, es decir, encantados de jugar a la contra. No obstante, durante el primer tiempo el estratega Mou hizo jugar a su equipo con cabeza, sin esperar flagrantemente a los turcos sino jugando a un pausado juego de toque. Y pronto llegaría el décimo gol de CR7 en esta competición, cuando aprovechaba un pase de la muerte de Khedira para fusilar a Muslera y finiquitar por completo la eliminatoria, ya que con ese gol con valor doble fuera de campo los turcos necesitaban hasta 5 goles para no caer eliminados, una quimera vamos.
Y nada hacía sospechar lo que se viviría en el segundo tiempo, menos aún ante el despropósito de ataques de proponían los de Fatih Terim. Tal estaba siendo la el manejo de la situación blanca, que la providencia hizo un guiño en la capital turca y justo en el momento que Cristiano Ronaldo fallaba clamorosamente el 0-2, en la jugada siguiente los turcos por fin enlazaban una contra bien llevada y el lateral derecho costa marfileño Eboue cazaba en carrera un pase atrás suelto en el área para soltar un zurriagazo que de abajo a arriba fue describiendo un trayectoria que convirtió su golpeo en todo un golazo que se colaba por la escuadra. Ahí fue cuando despertaron los aficionados ruidosos otomanos, que hasta entonces poco poían hacer ante la superioridad blanca.
Atisbo de tropiezo mayúsculo
Pero como en esta vida no hay placebo más fuerte que el querer una cosa, el griterio envalentonó a Drogba, Sjneider, Sabri, Altintop, Melo y compañía. Primero un remate a bocajarro cruzado del holandés ex del Madrid, después una falta mal lanzada por el delantero ex del Chelsea pero que partía de una situación excepcional y un simulacro de penalty del propio Didier, hicieron meterse al Madrid en su propia área, a la espera de que escampase el temporal. Pero los turcos tendrán un equipo hecho de retales de grandes futbolistas ‘desechados’ por los grandes, pero tontos no son y olieron el miedo en el plantel español. Una combinación entrando al toque por el centro entre Sabri y Sjneider hizo que este último se plantara solo ante Diego López y plantase el 2-1; la histeria comenzaba a aflorar y aún quedaba más ración.
Restaba poco más de media hora de partido y parecía imposible que los turcos humillasen al Madrid con otros tres goles más. Pero una vez enrachados, Drogba ganó bien la posición a Varanne y de tacón marcaba el tercero para los turcos y menos mal que el cuarto que marcó fue un fuera de juego clarísimo. Corría el minuto 70 de partido y lo que 15 minutos antes se encaminaba a los típicos minutos de la basura cual partido de basket, se estaba tornando peligroso para los blancos y glorioso para los turcos si lograban la remontada. Los turcos metían a toda su artillería pesada con el gigantón sueco Elmander como estilete y viendo el empuje y fe de la afición, dos goles más de los turcos no se antojaban nada ilógicos.
Por suerte el Madrid tiene a un entrenador que supo que tanta ‘pasión turca’ puede pararse con cambios y de este modo introdujo a Benzema y Albiol por Higuain y Ozil, que estuvieron correctos pero nada inspirados. Con Arbeloa expulsado absurdamente por un gesto hacia el árbitro que en la Liga española hubiese sido cotidiano, los turcos no volvieron a tener ninguna ocasión clara en tanto balón colgado al área y en el descuento Cristiano empalmaba dentro del área un buen centro de Benzema para sellar el pase blanco y aliviar la tensión madridista. Nunca una derrota supo tan bien, por lo menos no últimamente, ya que significaba soltar toda la adrenalina de un ‘qué cerca estuvimos de cagarla’. No fue un ejercicio de subestimar al rival, sino el relajarse antes de tiempo. Mou tomará nota y en dos semanas que pase el siguiente rival por la apisonadora blanca encaminada a una Décima de ensueño.