Alejandro Rozada (@alexrozada)
«Safety car, safety car, safety car». Entre risas, en el antepodio, Sebastian Vettel bromeaba por la doble presencia del safety car en el Gran Premio de Corea. Hasta dos veces se presentó el coche de seguridad en pista; primero por los restos del reventón de la rueda delantera derecha de Sergio Pérez (McLaren) y después porque el Red Bull de Mark Webber empezó a arder justo después de salirse de pista. Ni así se inquietó la insultante superioridad de Vettel. Normal que estuviera de cachondeo al finalizar la carrera, no es para menos. El alemán es inalcanzable para el común de los mortales, únicamente lo pudo superar temporalmente Bernd Mayländer, el piloto del vehículo de la organización mientras se mantuvo al frente. Pero eso tampoco le cambió mucho la hoja de ruta al alemán que, en cuanto se relanzó la carrera, reanudó su paseo y volvió a abrir brecha en relación a sus rivales. Así, de paseo en paseo, camina hacia su cuarto mundial.
Lanzado desde que se apagaron los semáforos, huído desde la primera curva del trazado de Yeongam, Vettel firmó su octava victoria de la temporada, la quinta de manera consecutiva. La Fórmula 1, al igual que se decía en el fútbol años ha, se está convirtiendo en ese deporte donde, pase lo que pase, siempre termina ganando un alemán. Gana, en concreto, este alemán de Heppenheim al que ni Hamilton, ni Raikkonen, ni Grosjean le pudieron seguir el ritmo. Y mucho menos Fernando Alonso, que pasó las de Caín para terminar en sexta posición. El de Ferrari, que ya se puso la venda en las horas previas atacando la degradación de los neumáticos superblandos suministrados por Pirelli, tuvo muchos problemas con vistas a mantenerse entre los primeros. Desde la salida se vio que no iba a ser su mejor día. Se tocó con su compañero Massa, se fue de excursión por el exterior y perdió una posición, pasando de quinto a sexto, porque lo adelantó Nico Hülkenberg, que lo mantuvo a raya hasta la novena vuelta. Recuperó la posición gracias al primer paso por boxes, pero tras la segunda parada cayó al octavo puesto. Y tuvo suerte de que el abandono de Webber y un contratiempo de Rosberg le permitieron subir hasta la sexta posición en la que terminó.
Pero el héroe del día fue Hülkenberg, la pesadilla de Alonso y también de Hamilton porque ninguno de los dos fue capaz de superar al Sauber del alemán. «¿Otro Vettel? No, por favor», lamentarían, salvando las distancias, asturiano y británico visto lo visto y sufrido lo sufrido. A sus 26 años, este piloto germano reclama a gritos el volante de un gran monoplaza. Tampoco se puede subestimar la carrera de Kimi Raikkonen, que partió noveno y terminó segundo, echando el aliento en el cogote incluso al Red Bull del extraterrestre Vettel durante algunas vueltas hasta que el líder metió la directa y se distanció. Acierto notable de Ferrari al apostar por el retorno de un finlandés que debería discutirle a Alonso la condición de jefe de filas; por algo es el último campeón del mundo con la escudería del Cavallino (2007). Si de la general del Mundial depende la supremacía, ahí manda Alonso (195 puntos), aunque no se debería descuidar el español porque inmediatamente después aparece Kimi (167 puntos), quien en las últimas cinco carreras hará todo lo que esté en su mano por ser el subcampeón del mundo 2013. Porque el campeonato ya son palabras mayores y esas las escribe un alemán que incluso podría proclamarse campeón en el gran premio de Japón de la próxima semana si vence la carrera y Fernando no la termina. Vettel agota los calificativos de los periodistas y la paciencia de sus rivales, pero estamos uno de los mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1. Está a un paso de ganar su cuarto Mundial, de manera consecutiva, y a sus 26 años. Eso es abusar.