Cómoda victoria del Barcelona en un partido sin complicaciones
Tello ejerce de héroe con un doblete que le consagra como candidato a la titularidad
Jiménez trata de caldear el ambiente y acaba rendido a la superioridad culé
La crónica de Alejandro Rozada (@alexrozada)
Si algo bueno tienen los malos partidos de fútbol, es que dan pie a las más variopintas conversaciones. Charlas que van de lo mundano a lo humano, y que tratan acerca de todo tipo de vicisitudes: desde el tiempo hasta la suplencia de Íker Casillas en el Real Madrid, pasando por las decisiones arbitrales. Todo vale para pasar el rato. El aburrimiento da pie a acaloradas charlas, interrumpidas de vez en cuando por expresiones como «¡pues vaya golazo que ha marcado el chico!» o «esta no es nuestra Liga». Un pequeño paréntesis que dura tanto como el proceso de apertura de un Kit Kat, y que deriva inmediatamente en otra cháchara sobre la novia de Messi o la cuestión independentista en Flandes. Y así se pasa el rato.
Más o menos, así pasaron el partido los hombres de Manolo Jiménez. Más pendientes de los cuchicheos de las gradas que del profundo debate futbolístico que se planteó sobre el verde de La Romareda. Y eso que allí se presentó un Barcelona renqueante y resacoso. Renqueante por las bajas y resacoso por la reciente jornada de Champions. Aún resuenan en el ambiente los ecos del sufrido pase a las semifinales de la vieja Copa de Europa tras un vibrante partido contra el PSG. Entre resacas, rotaciones y ausencias, el once que mostró el Barça ante el Zaragoza poco tenía que ver con la alineación presentada ante los franceses. Como en las mejores bodas gitanas, los pupilos de Vilanova tuvieron resaca de varios días por apurar la noche del miércoles hasta las últimas consecuencias; de ahí que Tito optase por minimizar riesgos en el compromiso liguero. Bartra, Thiago, Song, Alexis y Tello tuvieron su oportunidad, a costa de que titulares como Piqué y Villa se quedaran en el banquillo. Tan diferente era el once culé que incluso sorprendió la reaparición liguera de Víctor Valdés bajo los palos después de cumplir una sanción de 4 partidos.
Sin resignarse a ser un convidado de piedra, el Zaragoza presentó sus mejores galas domingueras y un once perfectamente apañado para la ocasión de sorprender a un líder mermado. Les valió para merodear el área del Barça, pero a la hora de la verdad se les nublaba el punto de mira ante Valdés y no creaban peligro, más que a través de protestas aisladas por acciones dudosas. Entre esa falta de ideas en ataque y la intensa presión del equipo calippo, se compuso el mejor escenario para el líder. Así llegó el gol de Thiago. Él se lo guisó, Alexis le sirvió un preciso servicio y el hispano-brasileño se lo comió con un disparo raso y cruzado. Tercer gol del hijo de Mazinho en esta temporada a pase de un chileno que se ha venido arriba en el tramo decisivo del curso, tanto en su faceta de asistente como de goleador. Falta le hacía.
El Zaragoza no varió su incisiva apuesta y una caída de Víctor Rodríguez ante Song dentro del área de Valdés fue la ocasión idónea para rememorar la inolvidable bronca del célebre «Rafa, no me jodas». Jiménez y el público la aprovecharon para echarse encima de Fernández Borbalán, aunque la acción no pareció objeto de sanción. Fue una buena oportunidad de caldear el ambiente y presionar al trencilla. No sirvió de mucho. Despertó la ira culé, Tello sacó el látigo y desde la izquierda encarriló el partido con un zurdazo inapelable. Ahí murieron las endiabladas intenciones de los maños, que comenzaron a asumir que no era la tarde adecuada para pedir milagros. Hasta la Pilarica descansa algunos domingos.
La consagración de Tello
La segunda parte comenzó con idéntico dominio por parte de los visitantes. Alexis, con una vaselina que se estrelló contra el travesaño, casi sentencia. Pero no tardaría en llegar. Jugada por la izquierda de Tello, se metió en el área, burló a Loovens, encaró a Roberto y ajustició con un disparo ajustado. Protestaron los futbolistas del Zaragoza, más por frustración que por convicción. De poco valió porque el gol era indiscutible y, como corresponde en la mayoría de los casos, subió al luminoso. Apoño vio la amarilla por protestar y el Barça sentenció.
Lo que vino después fue la historia de una rendición anunciada, expresada en los aplausos dirigidos por el respetable a un viejo amigo de los zaragocistas, David Villa, cuando empezó a calentar por la banda. Un reconocimiento amplificado por los cambios introducidos por Vilanova. Se produjo una unánime ovación dirigida a a vuelta de Abidal, la retirada de Xavi y la entrada del Guaje en su regreso a La Romareda. Por cierto, el aplauso también se debería dirigir al gran detalle de Xavi, que cedió su brazalete de capitán al defensa francés.
Las apariciones estelares de dos valores de La Masía valieron un cómodo triunfo que sentencia aún más el título liguero. Si el mítico delantero inglés Gary Lineker popularizó aquella frase de que «el fútbol es un deporte inventado por los ingleses y en el que siempre ganan los alemanes», al paso que va esta Liga algún rival terminará pronunciando algo parecido, pero esta vez para reconocer la superioridad del Barcelona. Porque entre debate y debate, el Barcelona ha heredado la fiabilidad, contundencia y puntualidad germánica. No necesitan de primeros espadas para ganar las batallas domésticas porque con recurrir a la pegada y al talento de los espadachines noveles les basta y les sobra. Y así, más de uno entona aquello de «colorín, colorado, esta Liga se ha acabado».
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