Se coronó en París por tercera vez, la segunda consecutiva. Bardet y Quintana le acompañaron en el podio. Greipel se llevó la última volata.
La escena nos aboca a la nostalgia. Nos resulta inevitable irnos atrás en el tiempo al ver esa imagen del podio de los Campos Elíseos y recordar a Contador, Indurain y Perico, incluso a Pereiro, aunque se subió a lo más alto un tiempo después y gracias a un periódico deportivo tras la descalificación de Floyd Landis. Todos ellos protagonizaron instantáneas como las de Froome este domingo; es más, precisamente, un 24 de julio de 1994, Miguel Indurain se volvía a subir al primer escalafón de París tras ganar su cuarto Tour de Francia. Bendita y maldita nostalgia, que nos surge justo ahora que vemos a un gran campeón británico celebrar su tercer Tour, el segundo consecutivo.
Los árboles de la nostalgia, sin embargo, no nos impiden rendirnos a la realidad: Chris Froome es un extraordinario corredor. De vez en cuando, el ciclismo nos regala campeones que no cumplen los Diez Mandamientos de la ortodoxia ciclista, pero que tienen valentía, descaro y talento para dar y tomar. Así se construyen campeones y así se entiende que Froome ya lleve tres Tours, los mismos que el belga Thijs, el francés Bobet y el americano Lemond.

Los corredores del Sky entraron juntos en meta, escoltando al maillot amarillo, para celebrar la victoria de Froome.
¿Se quedará aquí o seguirá sumando? Esa es la gran incógnita ahora mismo. Si ganara un Tour más, se quedaría con 4 y sería el único que llega a esa cifra. Si ganara más de uno, alcanzaría el Olimpo donde reposan los 5 tours de Anquetil, Merckx, Hinault y, por supuesto, Indurain. Por la edad del británico de origen keniata, 31 años, parece complicado que llegue hasta esa cifra (Indurain ganó su último Tour a esa edad). Pero viéndole correr, con y sin bicicleta, subir las montañas y desfilar por el asfalto, como si fuera el T-14 Armata del ejército ruso, no se puede descartar nada.
Por encima de sus excentricidades sobre la bici, Chris Froome es, ante todo, un gran deportista. El reconocimiento no viene solamente a colación de su excelso rendimiento deportivo, que también, sino de su imponente deportividad. «Este Tour ha tenido lugar en el contexto de los terribles acontecimientos en Niza y quiero mostrar mis respetos una vez más a aquellos que perdieron sus vidas y sus familiares». Palabra de campeón. Así habla un hombre que tiene los pies en el suelo y que no rehuye la realidad.
«Estos acontecimientos ponen el deporte en perspectiva y debemos demostrar por qué los valores del deporte son tan importantes para tener una sociedad libre para todos. Nos gusta el Tour de Francia porque representa esos valores y siempre seguirá esa línea», subrayó para recordarnos que no solo los políticos pueden hacer grandes discursos. Al contrario. Los deportistas también saben hablar y Froome lo demuestra. Si el himno nacional británico dice aquello de «God Save the Queen», bien podríamos decir nosotros «God Save Froome (Dios salve a Froome)», un campeón diferente.
Volviendo al podio, es evidente que en esa foto falta algo, o a mejor decir, falta alguien. Faltamos nosotros. No hubo ningún español entre los tres primeros del Tour de Francia y eso nos debe chirriar. Nos tenemos que ir a 2014 para encontrarnos el último podio sin españoles (Nibali, Péraud y Pinot); dos años antes, en 2012, tampoco los vimos (Wiggins, Froome, Nibali). Podemos entender que la segunda década del presente siglo no resulte tan fructífera como el segundo lustro de la anterior en cuanto a triunfos de españoles en la general (Pereiro 2006, Contador 2007, Sastre 2008 y otra vez Contador en 2009), lo que nos cuesta entender más es que ni siquiera tengamos a uno de los nuestros en el escalafón.
Al menos tenemos a dos representantes (Valverde 6º y Purito 10º) en el top 10 de la general, pero ese es un logro muy nimio para un país que presume de tener cinco campeones distintos de la Grand Bouclé. Nuestro problema lo encontramos en los DNI porque el tiempo no pasa en balde. Las edades de los españoles más representativos (Purito Rodríguez, 37 años; Alejandro Valverde, 36; Alberto Contador y Dani Navarro, 33) invitan a la reflexión y a mirar por el retrovisor para saber qué viene por detrás.
Viene el vencedor de la penúltima etapa de este Tour, Ion Izagirre, con unos 27 años que invitan al optimismo; también vienen Mikel Landa (26) y Beñat Intxausti (30), ambos condenados a prestar labores de apoyo a Froome en el equipo Sky. Tocará, pues, tirar de paciencia y de optimismo para creer en las opciones de futuro de nuestro ciclismo, empezando por los Erviti y Castroviejo que escoltarán a Purito, Valverde e Izagirre en los próximos JJOO.
La última victoria de este Tour fue para un alemán, André Greipel. En la última etapa se estrenó el germano, que ya suma 21 victorias en Giro, Tour y Vuelta, superando las 20 de su compatriota Zabel, convirtiéndose así en el teutón con más triunfos en las tres grandes. Después de terminar segundo en la tercera etapa y ser superado en todos los sprints disputados a lo largo de la carrera, al final ganó Greipel imponiéndose a golpe de riñón a los insaciables Sagan y Kristoff. Nada más cruzar la línea de meta, aunque tenía a los demás perros de presa en el cogote, se pudo permitir hasta levantar el brazo para celebrarlo.
Aquí se termina una nueva edición del Tour de Francia, la 103 para ser exactos. Si el verano empieza con el Tour, no sabremos si se acaba cuando los ciclistas llegan a París. Eso depende del orden y distribución de las nubes. Lo que no se acaba es el ciclismo, que volverá a alertarnos en menos de un mes, cuando las bicicletas tomen Río, e inmediatamente después arrancará la Vuelta. No sabemos si las bicis son para el verano, pero de lo que sí estamos seguros es de que las siestas no empiezan y acaban con la gran ronda gala. Y aunque nos roben las siestas, no nos robarán el privilegio de disfrutar del mejor deporte.