El Barcelona encarrila el pase a la final de la Copa con una solvente victoria ante la Real Sociedad gracias al olfato goleador de Busquets y Alexis
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Truhán, bohemio, soñador y, cuando toca, señorial. Así es este poderoso caballero llamado Fútbol Club Barcelona que, como reza la mítica canción, se ha dedicado a vivir la vida al día sin preocupaciones ni derroches innecesarios. Y el primer duelo contra la Real Sociedad les ha venido de maravilla para dar un par de tragos y olvidar las penas. Le gusta salir de copas a este equipo, aferrado al «Carpe diem» (aprovecha el momento), consciente de que mantiene las máximas aspiraciones en los tres torneos en liza y ya asoma a la vuelta de la esquina un morboso clásico en la final de la Copa del Rey para vengar la dolorosa derrota de 2011 en Mestalla. Antes de servirle al Real Madrid la venganza en plato frío (o caliente, al gusto del consumidor), primero hay que superar el duro trámite de la vuelta de la semifinal copera en Anoeta, donde la Real tratará por todos los medios de darle la vuelta a una eliminatoria que los goles de Sergio Busquets y Alexis Sánchez han dejado bien encarrilada para el Barça.
La primera impresión nos remitió a las gradas. Sorprendía ver el Camp Nou con tanto hueco, tan desangelado, en una entrada impropia de uno de los grandes templos del fútbol mundial. No había ni 40.000 espectadores (38.505, para ser exactos) para ver toda una semifinal copera ante una de las grandes sensaciones de la Liga, la Real Sociedad. Entre el horario (las 22 horas de un miércoles lectivo), el bajo tirón de la Copa del Rey y el desánimo causado por el tropiezo liguero contra el Valencia, se echaron para atrás los barcelonistas, que exigen mayores alicientes a su equipo. Estábamos entretenidos divagando en las hipotéticas causas de la falta de público cuando el Barcelona se hizo con la posesión del Brazuca, el balón del Mundial, estrenado para la causa copera. A falta de una referencia ofensiva en forma de 9 al uso, se sucedían los ataques blaugranas apoyados en las incorporaciones por las bandas de Alba y Alves, las permutas de Alexis y Pedro, combinadas con las llegadas de Fábregas y con Messi otra vez vestido de falso 6, tan capaz de abrir en canal a la defensa de la Real con sus quirúrgicos pases entre líneas, como de dejar temblando la meta de Zubikarai con un misil tierra-aire a balón parado.
Pero como no es oro todo lo que reluce, bastaron apenas tres minutos para que la defensa del Barça volviera a descubrir sus miserias. Entre Vela y Griezmann dejaron en paños menores a Piqué y Mascherano en una contra eléctrica que el francés finalizó un zurriagazo que obligó a esmerarse a Pinto con un despeje de puños. No sería el único aviso de la Real porque también reclamaron un penalti del central argentino sobre Vela. Hasta que apareció Busquets, de repente un extraño, para desequilibrar la balanza. Oportuno y preciso en el segundo palo, definió con una tranquilidad pasmosa templando los ánimos después de una serie de rechaces dentro del área donostiarra que reflejaban a la perfección el clima electrizante que había marcado el partido hasta entonces. Los visitantes recibieron otra sorpresa desagradable a continuación por la expulsión de Íñigo Martínez, que pagó cara su frustración.
Idéntico guión se mantuvo en la reanudación porque el Barcelona de esta noche se aseó y acicaló para lucir imponente el traje de las grandes noches, aunque las circunstancias no invitaban a ello. El balón se volvió a convertir en un aliado fundamental que hay que cuidar y mimar sin prestarlo innecesariamente. El primero que se sabe de memoria esta lección es el ingeniero del Barça, Xavi Hernández, que volvió a llevar la batuta en una nueva reivindicación de su clarividencia. De sus botas partieron la mayoría de las acometidas, siempre bien prolongadas por Messi, el inesperado y fiable aliado que se ha encontrado el metrónomo blaugrana para encauzar el juego. Entre ellos y la anarquía feliz de Fábregas contribuyeron a que el conservador dispositivo de cinco defensas pergeñado por Arrasate terminase encerrando en su área a los txuri-urdin. Un frontón en el que apareció finalmente un boquete descubierto por Alexis Sánchez con la involuntaria colaboración de Elustondo y Zubikarai. Fue el único escarceo de felicidad que se pudo conceder el chileno, muy bien cubierto por José Angel durante todo el partido para reducir a la mínima expresión sus opciones de sorprender desde el frente derecho del ataque. Veremos en la vuelta, ante una Real obligada a desmelenarse, si el Barça vuelve a ser tan bohemio y es capaz de sellar el billete para la final copera.