Muchos apuros en la segunda parte pese al 1-0 a favor
Messi marcó dos goles de penalti y Jordi Figueras firmó el segundo en propia puerta
El Betis peleó con nobleza e intensidad
Alejandro Rozada (@alexrozada)
El Betis es un jinete sin caballo, un conductor sin coche, un niño sin caramelos. Juega bien, ataca con valentía y defiende con oficio. Sigue todos los méritos impuestos por los cánones románticos del fútbol, pero le falta el sentido común necesario para completar el cuadro no ya de la felicidad, sino de la normalidad. No le acompañan los principios elementales de este deporte; ni un portero inspirado, ni un delantero matador. Por no hablar de la suerte, no hay más que ver los tres goles encajados en el Camp Nou: dos de penalti y otro en propia puerta.
Contra un Barça con la cabeza en la Champions, desvelado por el referéndum y angustiado por la sanción de la FIFA, el Betis puso la ilusión, e incluso el juego en algunos momentos del partido. Pero la terrible condición y etiqueta de colista pesó demasiado a los visitantes. La irracionalidad de la candidez se impuso contra cualquier aspiración tangible y la penumbra del farolillo rojo ensombreció las posibilidades verdiblancas de dar la sorpresa en el Camp Nou. El árbitro le pitó dos penaltis en contra y hasta donde no alcanzaba el colegiado, llegaba el infortunio de este conjunto, capaz de desnivelar la balanza en su contra con un gol en propia puerta de Jordi Figueras cuando parecía que tenían más dominada la situación. Toda esa acumulación de despropósitos se convierte en un pecado capital contra un equipo con las aspiraciones del Barcelona, que se volvió a encomendar a la inagotable fuente goleadora que derrama Messi para conseguir tres puntos que mantienen intactas sus aspiraciones al título. De paso, el argentino recorta distancias en la lucha por el Pichichi, ya suma 25 goles, empata con Diego Costa y se sitúa a tres de Cristiano Ronaldo (28).
El Barça mantuvo con vida al Betis
Ya desde el inicio se percibió que el Barça no está para florituras. Dominaba la posesión, pero sin crear ocasiones, ni siquiera llegadas al área rival. Pases y pases en zonas improductivas, moviendo el balón de un lado a otro sin alterar el entramado defensivo del rival. Tuvo que ser un defensa como Adriano quien firmó la primera ocasión con un disparo de primeras que repelió Adán con una gran estirada. Solo las escaramuzas individuales rompían el tedioso espectáculo, hasta que apareció el factor Prieto Iglesias. El árbitro no tuvo dudas en penalizar la patada de Jordi Figueras a Alexis Sánchez dentro del área y el penalti no lo desaprovechó Messi, que engañó perfectamente al guardameta rival. El propio Jordi Figueras se sacó la espina de tan tremenda concesión y salvó in extremis un envenenado pase de Adriano que buscaba a Pedro y Alves en la zona de la muerte. Messi probó fortuna sin éxito antes del descanso y ahí murió un primer tiempo marcado por el gris juego del Barcelona y la mala dinámica del Betis, a la que se unió este sábado un arbitraje excesivamente severo con sus aspiraciones.
Al contrario de lo que presagiaban el marcador a favor y la tempranera ocasión de Xavi con un lanzamiento de falta en la reanudación que se marchó lamiendo el larguero, el Betis fue el dueño y señor del segundo tiempo. Se sucedieron las posesiones y llegadas de los verdiblancos, comandadas por Vadillo, Baptistao y el siempre escurridizo Cedrick, llevando el runrún al Camp Nou. Bien es cierto que las acometidas no inquietaron a Pinto. Con Xavi e Iniesta desaparecidos y fallones, las posesiones del Barça no duraban 5 segundos.
La cosa se empezó a poner seria con un remate a ras de suelo por parte de N’Diaye, que tocó Bartra y salvó Pinto con un despeje providencial. Pero cuando más angustiaba el Betis, se volvió a evidenciar el tópico de que a colista flaco, todo son pulgas y llegó el gol en propia puerta de Jordi Figueras tras desviar hacia su red un pase de Adriano. Siguiendo con los tópicos, como Dios aprieta pero no ahoga, el Betis terminó recogiendo los frutos de su meritoria actuación con un remate cruzado de Rubén Castro para recortar distancias y dejar en evidencia las miserias de Bartra y Mascherano en el centro de la zaga. El clima estaba tenso en el Camp Nou y eso se agudizaba con cada posesión del Betis, que alimentaba los murmullos y algunos pitidos que rompían un silencio nervioso que incluso permitía escuchar los gritos de Pinto a sus compañeros y de los propios jugadores entre ellos. Nadie contaba con sufrir ante el colista y se estaba sufriendo.
Justo después de una embestida agónica de los béticos, que casi terminan sacando petróleo de un barullo dentro del área blaugrana, llegó el primer desborde de Neymar, cuyo centro pegó en la mano derecha de Amaya y el árbitro no se lo pensó dos veces. Penalti que lanzó Messi, paró Adán en primera instancia, el rechace volvió a caer en las botas del argentino, cuyo segundo remate también tocó el guardameta del Betis y el balón, más por inercia que por méritos reales, se terminó alojando en la portería. No podía terminar de otra manera un partido cruel con el conjunto verdiblanco y particularmente con su portero, que encajó los tres goles que nunca quiere encajar un cancerbero. Así de injusto es el fútbol con un noble equipo que no se resigna a un fatal desenlace que parece cuestión de días. Por su parte, el Barça no podrá sacar grandes conclusiones porque no todos sus rivales tendrán el fatalismo de los hombres de Gabriel Calderón. Lo del miércoles en Madrid será una historia bien distinta.