El 3 de julio de 2007 Fernando Torres fichaba por el Liverpool dejando atrás toda una carrera en el Atlético de Madrid, el equipo de su vida. Desde el torneo de alevines de Brunete, el debut en Segunda ante el Leganés, el ascenso a Primera, su primera capitanía a los 19 años, sus goles y su forma de encajar tanto las victorias como las derrotas hicieron que la afición del Calderón lo viera como uno de los suyos, como alguien que les representaba en el campo, todo un emblema para una afición que tenía la necesidad de volver a creer.
Aquella temporada explotó con el Liverpool, se hizo con una de las aficiones con más solera del planeta futbolístico a base de goles, fue la mejor temporada de su carrera, 33 goles en 46 partidos. Quinto Beatle, bandera de The Kop (famosa grada de animación de Anfield). La sociedad que formaba con Gerrard era espectacular. Aquel Liverpool de Benítez giraba alrededor de ellos. Fernando Torres estaba en su mejor momento, el rojo le sentaba bien y no solo en la Premier, esa misma campaña marcaría el gol de todos en la final de la Eurocopa ante Alemania y sería incluido entre los tres finalistas al Balón de Oro.
Sucesivas lesiones en la rodilla y un fuerte tratamiento para tratar de llegar al Mundial de Sudáfrica en el que campeonaría le lastrarían hasta que seis meses más tarde, en enero de 2011, firmaría por una cifra récord de 55 millones de euros por el Chelsea. Tras un inicio titubeante, en las siguientes temporadas logró los títulos que no pudo (pese a marcar más goles) con el Liverpool. Fue pieza clave en la Champions League arrebatada al Bayern en Munich sentenciando al Barcelona en semifinales, además de marcar en la final de la Europa League lograda la temporada siguiente frente al Benfica.
La pasada temporada, más bien discreta bajo las ordenes de Mourinho, jugó 22 partidos en los que marcó 8 goles, uno de ellos en el partido de vuelta de semifinales de Champions ante su Atlético de Madrid. Evidentemente ni lo celebró, ni sonrió y casi hasta le tuvo que sentar mal. Este verano fue cedido al Milan donde no gozó de oportunidades, solo diez partidos, la mayoría saliendo desde el banquillo y un solitario gol es el balance del ‘Niño‘ en tierras italianas.
Tras unas temporadas en las que Torres ha estado lejos del nivel en el que enamoró tanto en el Calderón como en Anfield, vuelve a su casa, vuelve a Madrid, vuelve a su Vicente Calderón. Con Simeone, como principal valedor, y con el ‘Profe‘ Ortega como la persona encargada, no de ponerlo a punto, sino además de volver a sacar de él esa punta de velocidad, esa zancada y esos goles que antes eran tan habituales.
¿Es el mejor fichaje que puede hacer el Atlético de Madrid en este mercado invernal? La respuesta es no. Si el fichaje en el factor sentimental es de diez, normalmente lo que se le pide a un jugador que llega a mitad de temporada es que venga en forma. Torres lo hace con una clara escasez de minutos, para una posición ya cubierta (recuerdo jugadores como Mandzukic o Griezmann) y Simeone no es precisamente muy dado a jugar ni con varios delanteros ni a las rotaciones.
En los telediarios, periódicos, radios, redes sociales solo se han recordado estos días jugadas del gran Torres, grandes jugadas, pero que pertenecen al recuerdo. No dudo del compromiso y entrega que tendrá en cada uno de los entrenos y partidos, pero lo que está claro es que no se le ha fichado por sus últimas actuaciones, ni por las penúltimas, sino por quién es y lo que representa. Si termina funcionando, ojalá, será otro milagro del cuerpo técnico de Simeone.