Alberto Arauz (@Arauz84)
El Madrid no fue un ciclón. Esta noche no. Tal vez no lo necesitara, y es probable que el Valencia tomara precauciones para no ser desarbolado de nuevo. Sea como fuere, los merengues se limitaron a tirar del manual del experto. Ese que dice como lidiar ante un toro herido y sediento de revancha. Sólo Di María pareció olvidar al final las buenas artes del libreto, que aconsejan sangre fría ante la embestida rival. El Fideo, se pierde unas semifinales en las que tampoco es segura la presencia del capitán. Demasiado lastre para una eliminatoria que sólo tuvo un color.
El partido comenzaba con un Valencia más cauto. Después de ser desnudado el pasado domingo, esta vez se aprovisionó de todo el ropaje que era menester para evitar una nueva neumonía. Además, la ventisca de la meseta no era ni por asomo tan gélida como la de aquella noche. Tan sólo un par de ráfagas comandadas por Ronaldo, recordaban tímidamente a aquella invernal tormenta. Pero pronto surgirían los primeros contratiempos para los visitantes. Y no vendrían de fuera. Arbeloa propinaba a Casillas una patada en la más preciada arma de un guardameta. La manopla derecha de Iker se veía dañada y Adán hubo de saltar al campo. Parecía este infortunio lo único reseñable de un primer tiempo tirando a soso. Pero cuando éste moría, Alonso dibujó un excelente envío que Benzema ejecutó para herir, casi de muerte, a Güaita y a la eliminatoria.
Pero en el segundo tiempo las adversidades se amontonaron para el equipo de Mou. A los 5 minutos, una mano de Coentrao ciertamente absurda, enviaba al rubio lateral a la caseta. Acto seguido, un balón a medio camino entre un centro y un chut de Tino Costa, se alojaba en el fondo de las mallas con la amable permisividad de Adán. Mestalla, llegó incluso a soñar. Necesitaban 3 goles en una cuarentena de minutos. Pero el sueño se quedo en utopía inalcanzable y acabó convirtiéndose en frustración en forma de patadas. Banega, Valdez y Ricardo Costa, se dedicaron a castigar los tobillos de los futbolistas blancos bajo la tolerancia de Pérez Lasa, hasta que Di María, en un ejercicio de ingenuidad, se enzarzaba con Joao Pereira y se marchaba expulsado. Se antoja como sensible la baja del argentino, más aún si en la lejanía, pudiera avistarse al Barça.