El fútbol se reencuentra a lo grande con Lionel Messi, autor de un doblete en 26 minutos para encarrilar la eliminatoria a favor del Barcelona
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Cuenta la leyenda que en el siglo 47 a.C., tras derrotar al rey del Ponto en la batalla de Zela, Julio César empleó la fórmula «Veni, vidi, vici» (Vine, vi y vencí), para proclamar su victoria recordando al Senado su habilidad militar en plena guerra civil contra Pompeyo. La fórmula sigue vigente y sirve para cantar la gesta conseguida por Lionel Messi este miércoles 8 de enero en el Camp Nou. El argentino reapareció, vio y venció. Le bastaron los últimos 26 minutos del partido para protagonizar un sinfín de genialidades, marcar dos goles, ganarle la batalla al Getafe y levantar en armas a su inmensa cohorte de admiradores, incansables aliados del indiscutible emperador del fútbol. Sus principales apoyos son sus propios compañeros, rendidos a la supremacía de un futbolista épico. Le acompañen o no las distinciones futbolísticas temporales, el Senado del fútbol siempre tiene que reservar un Balón de Honor para Leo Messi. Porque, como César, ha escrito su biografía a partir de loas, alabanzas, conspiraciones y triunfos incontestables. Pero nunca nadie ha podido con él.
El Getafe es un equipo que estará para siempre vinculado a la trayectoria de Messi. Ante este equipo protagonizó uno de los goles más espectaculares de la historia del fútbol, casualmente también en la Copa. Aunque luego la eliminatoria deparase un vuelco histórico, su ‘maradoniano’ gol siempre ocupara un lugar de honor en la memoria futbolística de todos. Aquello fue en 2007 y mucho han cambiado Barcelona y Getafe desde entonces, pero hay un vínculo entre aquella fecha y la actual: la magia y el carácter ganador de un jugador sencillamente genial. Poco importaron las desmesuradas correrías de los hombres de Luis García, el protagonismo goleador de Fábregas y el irreductible esfuerzo de Pedro; en cuanto Martino movió el banquillo y presentó armas con la presencia de Messi calentando en la banda, todas las miradas apuntaron al argentino. La ovación que recibió al entrar en el terreno de juego anticipó la explosión que se produjo pocos minutos después en el coliseo barcelonista. Su líder lo había vuelto a hacer: otra batalla victoriosa, la enésima en su dilatada trayectoria.
Para ser justos, hay que subrayar el partidazo que disputó Cesc Fábregas, el protagonista hasta la triunfal irrupción del emperador. Le bastaron apenas 8 minutos para abrir el marcador aprovechando un servicio de Pedro llegando en carrera hasta el área grande, desde donde cabeceó un remate cruzado, picado e inalcanzable para Codina. El de Arenys se alió con el canario para capitanear las ofensivas del Barcelona, maniatando por completo a su antojo a un Getafe impotente donde solo destacaban los intentos de Sanabria. La mejor ocasión de los visitantes la firmó el ex madridista, pero Pinto respondió con una magnífica intervención. Cualquier atisbo de duda se disipó ya con el emperador calentando en la banda. Pedrito vio recompensada su infatigable entrega durante todo el partido cuando fue derribado por Valera y provocó el penalti que transformó magistralmente Fábregas para sentenciar la victoria. Algunos reclamaban que Messi entrara al campo justo para ejecutar la pena máxima, pero el crack argentino estaba llamado a cotas mayores.
Entró Messi por Iniesta, los mismos protagonistas del cambio del día de la lesión del argentino en el Benito Villamarín. El Camp Nou se rindió al regreso de su admirado líder con un concierto de aplausos a los que el emperador respondió con genialidades y jugadas imposibles. Inició la batalla tirando paredes con Busquets, ese reloj de precisión que el Barcelona luce en su centro del campo, y tratando de alcanzar los balones profundos servidos por el de Sabadell. El de Rosario se arrancó con un par de acelerones de los suyos, pero no cristalizaron milagrosamente; e incluso probó fortuna con un lanzamiento de falta que se estrelló en la barrera getafense. No avisa tantas veces este argentino de bota de seda y mirada asesina (Martino dixit). Empezó la jugada Busquets con un impresionante balón largo hacia la posición de Montoya que, poco acostumbrado a resolver en los metros finales, no pudo más que dejar una bola mansa para Messi, que embocó sin despeinarse. Lo de siempre. Pero no acabó aquí la exhibición del rosarino que se volvió a subir en la moto que tiene en sus piernas para protagonizar en el tiempo añadido una cabalgada imparable hacia el gol. La finta que precedió al remate ante Codina ya forma parte de la antología de genialidades que lleva escribiendo este impresionante futbolista desde que se echó a las espaldas al Fútbol Club Barcelona. Es lo que tienen los emperadores, a los que ni siquiera les afecta estar un par de meses apartados de los terrenos de juego. Cayo Messi ha vuelto, y bajo la atenta mirada del añorado Tito desde el palco.