Quince años después, los rojiblancos vuelven a caer en el estadio del Oviedo, donde ya perdieron por dos goles a uno en 2003, antes del descenso azul a los infiernos del fútbol nacional.

Los jugadores del Oviedo celebran uno de los dos golazos que marcó su lateral izquierdo, Mossa, el mejor del partido.
Como las tropas de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam entre 1955 y 1975, el Sporting se las prometía muy felices en su regreso al Carlos Tartiere, la casa de su eterno rival. No duró 20 años como el conflicto bélico vietnamita, pero tras el descenso del Oviedo a las catacumbas del fútbol nacional tardó 15 años en repetirse el derbi asturiano, uno de los partidos con más sabor de España. Esto ya no fue un derbi de fogueo como los del filial sportinguista contra el conjunto azul; fue un duelo de la máxima rivalidad, a la vieja usanza, entre los dos equipos del Principado de Asturias; paradójicamente, se ha repetido el mismo resultado que en 2003 (2-1). Para el Sporting, Oviedo es Vietnam.
Por reincidir en los errores más que en los aciertos durante 15 años, el Sporting se ha vuelto a reencontrar esta temporada con su eterno rival en Segunda División. Dos ascensos a Primera (2008 y 2015) y otros tantos descensos de los rojiblancos después, siempre de Primera a Segunda (2012 y 2017), mezclados con un par de ascensos de los azules (de Tercera División a Segunda B, en 2005, y de ahí a Segunda, en 2015), los dos míticos equipos asturianos vuelven a estar juntos y revueltos en la categoría de plata. Algo muy bien habrá hecho el Real Oviedo, fundamentalmente su afición, y algo muy mal habrá hecho el Real Sporting, principalmente su directiva capitaneada por los Fernández (José y Javier).
Igual que Estados Unidos impuso una sucesión de dictaduras violentas, corruptas e ineficientes en Vietnam, la familia Fernández ha impuesto su peculiar tiranía al frente del centenario equipo rojiblanco que lo ha sumido en tal mediocridad que el Sporting está ahora 8 puntos por debajo del Oviedo en la clasificación de Segunda. Y la afición, resignada, disgustada y dolida en su orgullo, ya no sabe qué hacer para salir de tal embrollo. Quizás deberían pararse a pensar en lo que hicieron los seguidores del eterno rival a 25 kilómetros, y tomar buena nota. Porque después de un descenso administrativo a Tercera, de tocar de lleno lo más profundo del pozo del fútbol español e incluso de sobreponerse a la creación de un engendro por parte del ayuntamiento ovetense (el Oviedo ACF), la afición azul nunca ha dejado de lado a su equipo, lo acompañó por los campos de barro y lo sigue por los estadios de la categoría de plata, que confían en abandonar este año para volver a la élite, la Primera División. Sería el final ideal para una de las más impresionantes historias de superación que nos ha deparado el deporte moderno.

Así fue el tifo desplegado por los Symmachiari del Oviedo antes del derbi de este domingo frente al Sporting.
En un guiño del destino después de las penalidades que tuvo que sufrir el Oviedo durante estos 15 años en el barro, ya fuera en campos de Tercera o Segunda B, incluso de Segunda, el derbi del Tartiere se disputó sobre un terreno de juego blando y resbaladizo, que sin ser un lodazal presentaba calvas e incluso barro en algunas zonas. No es una novedad ni un especial inconveniente para los locales, acostumbrados a bregar en parecidas o peores circunstancias, pero el Sporting se tuvo que fajar en territorio comanche y bajo un temporal de frío, lluvia y casi granizo. Un derbi típicamente norteño que se encargó de calentar la hinchada carbayona a base de vitorear, aplaudir y animar sin cesar a su equipo desde mucho antes del inicio del encuentro, tiñendo las gradas del estadio con un vistoso tifo en los prolegómenos. El nuevo Carlos Tartiere vuelve a lucir sus mejores galas y a ser un campo de Primera, como ya lo fue de manera fugaz desde su inauguración en el mes de septiembre del año 2000 hasta el descenso a Segunda de 2001, el primer mazazo que se llevaron los azules en el siglo XXI.
Mossa fue el mejor del partido y un constante quebradero de cabeza para el Sporting
Qué lejos han quedado aquellos días horribles en el barro de las categorías semiprofesionales del fútbol nacional. Viendo el derroche de orgullo, valor y garra desplegado por los hombres de Juan Antonio Anquela, ese viejo zorro de los banquillos que se ha empeñado en devolver al Oviedo al lugar que le corresponde, parecía que los azules nunca habían pasado las penalidades que pasaron; jugaron, presionaron y se desplegaron sobre el terreno de juego con intensidad, criterio y calidad, como cualquier aspirante al ascenso. Daba más la impresión de que el recién descendido de Primera era el cuadro ovetense y no el gijonés, que ha cambiado a media plantilla tras el último descenso. Eran los de Anquela los que más dominaban, corrían y llegaban al área rival.

Jony abrió el marcador y lo celebró besando el escudo que luce en su camiseta, que lucirá hasta junio.
Pero el Sporting cuenta con dos joyas del Málaga a préstamo, Michael Santos y Jony Rodríguez, dos jugadores de Primera. Entre ellos y un cúmulo de rechaces y de despropósitos en el área del Oviedo, fabricaron el primer gol del derbi, que solo podía llevar la firma de Jony, un guaje de Cangas del Narcea que ya fue un héroe del ascenso en 2015 y de la permanencia de la temporada siguiente en 1ª, y que siente la casaca rojiblanca más que nadie a pesar de haber dado sus primeros pasos como futbolista en El Requexón, la fábrica de talentos del Real Oviedo. Poco le importa eso ahora a Jony, que besó la camiseta reivindicándose ante sus ex, a los que dejó claros cuáles son sus colores y cuál es el escudo al que se debe. Pero este gol fue un espejismo que no hacía justicia a los méritos contraídos por uno y otro equipo.
Lejos de amedrentarse, el Oviedo mantuvo inalterable su brega e incluso fue a más. Empezó a despuntar José María Angresola Jiménez, más conocido por ‘Mossa‘, que ya había avisado antes del gol visitante con un potente remate raso, ajustado al palo, que sacó bien Diego Mariño a ras de césped. El lateral izquierdo ovetense convirtió su banda en una autopista y por ahí vino el tanto del empate con un preciso disparo cruzado, desde el pico del área grande, que se coló por el palo largo. El empate recompensaba parcialmente al equipo de Anquela, que lejos de conformarse con las tablas siguió peleando y bregando para ponerse por delante. No lo consiguió antes del descanso y, en un mar de disputas y batallitas personales de unos con otros, murió la primera parte. Lo mejor, para el Sporting, el resultado; para el Oviedo, que todavía quedaban por delante 45 minutos para meterle mano a su eterno rival y volver a derrotarle 15 años después.

Mossa marcó dos goles de muy bella factura y fue un quebradero de cabeza constante para la defensa del Sporting.
Tras la reanudación, no se hizo esperar el segundo gol. Mossa, quién si no, demostró que no hace falta ser delantero o centrocampista para crear peligro y él lo hace partiendo desde la defensa. Su innegable vocación ofensiva le impulsa continuamente hacia el ataque y ahí ya le da igual irse a la banda contraria para buscar el disparo a pierna cambiada como ocurrió en la jugada del gol; desde la frontal derecha del área soltó un latigazo con la zurda que se coló como un obús por la escuadra izquierda de Mariño, que solo pudo acompañar el lanzamiento con una estirada para las fotos. Golazo del Oviedo y, otra vez, de este lateral valenciano que nunca antes había marcado dos goles en el mismo partido y llevaba casi dos años sin mojar. No pudo elegir un momento y un rival mejor para reencontrarse con el gol, convirtiéndose en el mejor jugador del primer derbi que se juega en el Tartiere después de más de una década de separación forzosa de los dos equipos del Principado de Asturias.
Rubén Baraja buscó remedio a sus problemas en el banquillo y solo encontró la medicina de las nuevos fichajes, esa que normalmente aporta más efectos secundarios que beneficios al conjunto rojiblanco. Entraron Hernán Santana y Nano Mesa, las dos incorporaciones del mercado de invierno, y entre los dos aportaron poca cosa. Solo el ex del Levante, donde pasó desapercibido por sus problemas con las lesiones y falta de gol, generó peligro con un remate blandito que se perdió por la línea de fondo cuando tenía toda la portería para él. Esta ocasión fue la única aproximación peligrosa del Sporting en el segundo tiempo, que terminó forzando un córner, subió el portero Mariño a rematar, la defensa azul despejó y pudo llegar el tercer gol si a Fabbrini no se le hubiera hecho de noche delante de la portería.
El derbi acaba con victoria ovetense 15 años después. El crecimiento sin retorno que profetizaba el presidente del Sporting, Javier Fernández, en junio de 2016, después de que Abelardo y sus chavales lograsen la permanencia, quizás consista en que el equipo rojiblanco ha vuelto a perder, y por el mismo resultado que en 2003, en el campo del eterno rival, del que ya le separan 8 puntos en la clasificación. El Oviedo, que es tercero con los mismos puntos que el Cádiz, lleva sin perder 10 jornadas, sueña con el ascenso directo y vuelve a ser el primer equipo de Asturias. La apuesta de Carlos Slim y Arturo Elías por apoyar con sus millones a la histórica entidad azul, impulsados por el entusiasmo de una afición “loca por verte ganar”, cada día se muestra más acertada. Y quién sabe si el ambientazo que se vivió en el Tartiere este domingo, especialmente en los últimos minutos, culminados una vez más por la ya tradicional celebración islandesa, solo ha sido el preámbulo del que se vivirá la próxima temporada en ese estadio cuando lo visiten Barça, Madrid, Atleti o Valencia 17 años después. El azul vuelve a teñir el Principado. El Sporting, mientras, bien haría en aprender de la derrota encajada este 4 de febrero de 2018 en su particular Vietnam.