Los de Sandoval se desinflan en la segunda parte, se quedan con diez por la expulsión de Lora y regalan la victoria al Girona después de una primera parte brillante
Alejandro Rozada (@alexrozada)¿Cómo se explica una derrota después de haber tenido el partido ganado durante 71 minutos? Se acumulan las preguntas y se agotan las respuestas, pero no hace falta un microscopio para encontrar las carencias de este Sporting. Perder la concentración y especular con el marcador como hizo el equipo en la segunda parte solo se explica bajo el prisma de una abrumadora falta de mentalidad. Este conjunto parece empeñado en alterar las más elementales normas de la lógica, siempre proclive a resucitar a los muertos porque el Girona estuvo KO más de medio partido. El cantar de los defectos atrona desde hace tiempo, pero el estribillo se resume en una alarmante falta de fútbol. Y eso que esta vez se contó con la organización de Nacho Cases, un poco de petroléo en medio del desierto. Pero cuando faltan los goles de Scepovic se resienten el rendimiento y los resultados, como ha ocurrido en los tres últimos partidos, por no hablar otra vez del daño que hizo la derrota de Vitoria.
El sportinguismo se harta y la afición ya tiene argumentos de peso para dictar sentencia en El Molinón la semana que viene. La autocrítica se antoja más necesaria que nunca y es inevitable cuestionar la figura del entrenador. Los bandazos de Sandoval traen por el camino de la amargura al Sporting. Porque el equipo carece de equilibrio, solidez y criterio, pecando de una escandalosa cobardía. Cuando te encierras en tu campo y lo fías todo a no encajar goles, salvo que te estés enfrentando a la congregación de las hermanitas de la caridad, lo más probable es que te acaben marcando y presumiblemente termines perdiendo, como ocurrió en Montolivi. Pero el míster, a lo suyo: exige a los jugadores, como corresponde, se queja de que la prensa no rema lo suficiente y reclama el apoyo incondicional de la mareona. Sería una respetable declaración de intenciones si el equipo carburase, pero da la casualidad de que la cosa no carbura y su propia filosofía (conseguir el ascenso a toda costa) le está rebotando como un boomerang. No vale todo. Y algún día volveremos a hablar de su peculiar apuesta por Mareo.
De la claridad a la oscuridad en 71 minutos
Era noche cerrada en Gerona y esto obligó a encender la iluminación artificial en Montilivi, pero incluso a oscuras se hubiese podido atisbar el brillante primer tiempo del Sporting. Se encendió el faro de Nacho Cases y se hizo la luz. Así de simple. Si es que, al final, el fútbol es un deporte más sencillo de lo que algunos creen. No se trata de complicar las cosas con dobles privotes o trivotes, simplemente este negociado consiste en algo tan sencillo como poner a los mejores. Y Cases, el cerebro del Sporting en Primera junto a André Castro y Alberto Rivera, es uno de los grandes; quizás, el jugador con la técnica más depurada del equipo. Y encima es uno de los nuestros: de Gijón, de Mareo. Si Manolo Preciado le confió el timón de la nave a este gijonés, fue por algo. El añorado míster de Astillero sabía algo de fútbol.
Tanto cambió la actitud con la presencia de Nacho Cases al mando de las operaciones que el Sporting jugó la mejor primera parte de lo que va de curso. Sin adornos y complicaciones innecesarias, a base de algo tan sencillo como tocar y acompañar la jugada, el Sporting dominó con autoridad. Cases no perdía ni un balón y el Girona se mareaba de ir tanto detrás del cuero. Barrera, Carmona, Hugo Fraile y Scepovic se ponían las botas y el aficionado se frotaba las manos (y los ojos) al ver a un Sporting tan solvente. Evidentemente, cuando se hacen las cosas tan bien, terminan llegando los goles, y llegó el de Fraile. El ex del Getafe no desaprovechó un gran pase de Álex Barrera a la espalda de Junca y batió a Becerra en su media salida. Se había destapado el tarro del buen fútbol y el manjar presagiaba más goles, pero la falta de puntería y la inspiración del guardameta del Girona mantuvieron la ventaja mínima al descanso, la mejor noticia para los locales.
Arrancó la segunda parte con un aviso por parte de Scepovic, pero el panorama se ensombreció por la intensa presión del Girona, obligado a adelantar sus líneas por el marcador adverso. De repente, el equipo gijonés se encerró en su área y comenzó a especular con el paso de los minutos para tratar de mantener la ventaja. Así volvieron a aparecer las miserias nuestras de cada jornada. Mandi enloqueció a Bernardo, Canella, Cuéllar y al sportinguismo en pleno; de uno de sus errores casi saca oro Chando, que sustituyó a un Jandro más apagado de lo habitual, pero el palo salvó al Sporting. Acto seguido llegó el penalti cometido por Lora, la roja para el de Móstoles y el gol del empate de Sanchón. En este escenario no podía faltar el cameo de Sandoval, que hizo la sandovalada de turno retirando a Barrera para meter a Luis Hernández en la banda derecha; no había más sustituciones posibles para blindarse, precisamente a costa de uno de los futbolistas de más talento.
El tapón ya se había destapado y el desagüe sportinguista fue completo cuando Amagat marcó de falta el segundo gol para el Girona. La ansiedad contrajo definitivamente al Sporting, que no jugaba a nada. El bueno de Nacho Cases no sabía ni por dónde le soplaba el viento y la rapidez de Jara y Mendy no aportó el grado de profundidad necesario para inquietar a Becerra. No faltó la polémica arbitral porque Lerma López anuló un gol a Scepovic por un ajustado fuera de juego, pero la desesperación del equipo gijonés ya era absoluta. Tanta falta de definición, valentía y criterio futbolístico no predisponía a un desenlace mejor al que finalmente hubo. Otra derrota y otra decepción para el sportinguismo, que se encomienda a la buena imagen del primer tiempo para aguantar el tirón de una temporada que se pone fea.