El Molinón se desespera contra la plantilla, cuerpo técnico y directiva del equipo. Ni siquiera se escucharon pitos en un estadio que terminó semivacío. El partido estuvo dominado en todo momento por el Alavés. Con dos goles de penalti, se llegaron a poner 0-3 en el minuto 69. Los goles del debutante Traoré y Carlos Castro maquillaron a duras penas el bochorno. El próximo domingo, final en Butarque.

El Molinón se vació por la goleada del Alavés al Sporting. Foto vía Twitter Deportes Cope Asturias (@deportescopea)
Lo prometido es deuda. Decíamos ayer que mañana hablaríamos de Nico Rodríguez y las promesas están para cumplirlas. Ha llegado el momento de hablar sobre el ínclito director deportivo del Sporting. Aprovechando el cierre del mercado de invierno, Nico se arrancó por peteneras y ofreció una rueda de prensa en Mareo el pasado jueves. «A esta plantilla no se le ha sacado el rendimiento que puede dar», fue el gran titular que dejó una comparecencia en la que también presumió de sentirse «totalmente respaldado por el Consejo» y se mostró convencido de que la plantilla dio «un salto de calidad» con las tres incorporaciones de invierno (Vesga, Traoré y Elderson). Ni colorado se puso al decirlo, oiga. La duda ofende. Tres días después, los jugadores se encargaron de dejarle en evidencia. Nico Rodríguez, has quedado retratado.
Si don Nicolás dijo aquello de que «a esta plantilla no se le ha sacado el rendimiento que puede dar», lanzándole una pullita a Abelardo, los propios integrantes de esa misma plantilla le demostraron este domingo que Rubi tampoco lo tendrá fácil para sacárselo. Ni Rubi ni Abelardo tienen la culpa de que Cuéllar esté vendido en la portería, Lillo sea un jugador súper limitado, Amorebieta destaque más por dar palos que por cortar balones con limpieza, Meré no dé a basto para achicar balones, Canella esté desbordado, Mikel Vesga no esté todavía adaptado a este equipo, Nacho Cases sea el Gary Cooper del Sporting (solo ante el peligro), Afif viva en Gijón porque así lo creyó oportuno Xavi Hernández, Carmona sea una gota de fútbol en mitad del desierto, Isma López naufrague en ataque y defensa porque no está al nivel del año pasado, a Čop no le lleguen balones en condiciones, Burgui desquicie a vivos y muertos, Carlos Castro tenga que sacar petróleo del fango y Traoré debute marcando un gol inútil después de ver la amarilla recién entrado al terreno de juego. Desolador. Cuando llorar se queda corto solo queda despotricar por las esquinas.
De lo que pueden tener culpa los entrenadores es de que Sergio Álvarez, Lora y Carlos Castro no jueguen lo que se merecen, o de las lagunas tácticas que muestra el equipo en el terreno de juego de las que ya casi no merece la pena ni hablar porque no hay por dónde empezar. Solo hay que ver (o a mejor decir, padecer) a este equipo, si es que todavía se le puede considerar como tal. No hay por dónde cogerlo. Pero esto no se trata de culpar ni a los técnicos, ni a ese o aquel jugador. El problema del Sporting es estructural. Un modelo de gestión nefasto que ha destrozado y llevado a la ruina a un club centenario. Así se han sucedido los desastres y fracasos en las últimas décadas, siempre con un nexo en común: los Fernández. Dos descensos, camino del tercero, en menos de 20 años conforman un pésimo bagaje que ruborizaría a cualquier gestor de clubes, menos a los del Sporting. Faltaría más. Ellos incluso se ponen un sueldo a modo de autorecompensa.

Imagen vía @DMQSporting de las protestas en los aledaños de El Molinón antes del partido contra el Alavés.
Apenas cuatro años le hicieron falta a José Fernández para conseguir que el Sporting bajara en 1998, con 13 puntos y siendo el hazmerreir del fútbol español. Después de una travesía de una década por el desierto de la Segunda División se subió a Primera en 2008 de la mano del gran Manolo Preciado, hasta que un 31 de enero de 2012 lo echaron al grito de «que acertemos». Pues no, no acertaron y, también con Fernández en el palco y con Javier Clemente dando la nota dentro y fuera del banquillo, el Sporting volvió a bajar. Fue el desmembramiento de un proyecto ilusionante, que se había metido a Gijón en el bolsillo, con gente de la casa como Míchel o talentazos de fuera de Asturias como Diego Castro, que no era Di Stefano pero para el sportinguismo casi lo fue.
No, evidentemente no estaba Nico Rodríguez en aquellas épocas y él no tiene la culpa de esos vergonzosos descensos. Sí está ahora y ha tenido mucho que ver, por no decir todo, en el tremendo destrozo de esta temporada. En una línea continuista con el desastre que ya había perpetrado en la Unión Deportiva Las Palmas, de donde lo acabaron tirando de manera fulminante por desleal, el señor Rodríguez se ciscó en el Sporting de los guajes y se lo cargó. De aspirar a ser un Athletic o una Real con chavales de la casa, el Real Sporting de Gijón ha pasado a ser un Granada o un Osasuna de la vida y así se ve ahora, con ellos al calorín del descenso. Mientras tanto, Nico está al calorín del palco viendo al equipo en lo más bajo de la clasificación de Primera. Muy guapo. Una banda sin criterio, personalidad y agallas que da vergüenza en todos y cada uno de los partidos. Nico dista mucho de ser una suerte de Monchi del Alcorcón como pareció dejar entrever en su momento. Nico Rodríguez, de profesión superviviente.
Tampoco nos engañemos. Ahora mismo, Nico Rodríguez es el escudo del Consejo y recibe palos como tal. Así es este negociado. Ya sin Abelardo, Nico es el parapeto tras el que se protegen los Fernández de los palos, que aún así siguen recibiendo de ese sector irreductible del sportinguismo, liderado por La Norte, capaz de manifestarse al raso a pesar del frío y de la lluvia. Todo sea por un Sporting libre. Para eso habrá que empezar por conseguir que el director deportivo se marche de una vez. De momento va camino de ser el más odiado en la historia sportinguista.

El Alavés marcó en El Molinón cuatro goles por primera vez como visitante en un partido de Primera División.
Al sportinguismo le duele en lo más profundo de su orgullo ver un espectáculo tan lamentable como el de este domingo ante el Alavés. El Sporting no dio la sensación en ningún momento de meterle mano al noble conjunto vitoriano. El Glorioso fue mucho Glorioso para la poca cosa que es el equipo rojiblanco en estos momentos, una banda con todas las letras. Después de no tirar ni una sola vez a puerta en la primera parte y exigir a Pacheco solo una intervención para atrapar un centro raso de Canella, lo raro es que simplemente se fuera al descanso perdiendo por la mínima por la gran definición de Sobrino, que parecía Luis Suárez, ante Cuéllar, que después sacó una rodilla milagrosa para evitar el segundo de Edgar.
Por encima de los cambios, en el segundo tiempo ocurrió lo previsible: el Alavés aumentó distancias. Contó para ello con la inestimable colaboración del árbitro, Gil Manzano, y de los centrales del Sporting, Meré y Amorebieta, que se sacaron de la manga dos penaltis a cada cual más infantiloide. Ni Christian Santos ni Edgar desperdiciaron los regalitos, especialmente sangrante en el caso del ex del Athletic, que ya es el jugador de Primera que ha cometido más penaltis (11) solo por detrás de Sergio Ramos (15). De nada sirvió que Traoré marcase su primer gol como rojiblanco a los 13 minutos de entrar al campo justo después de ver una amarilla, Alexis hizo el cuarto a continuación para que el conjunto vasco marcase por primera vez cuatro tantos como visitante en un partido de Primera. La directiva y la plantilla del Deportivo Alavés sí meten goles. El tanto de Carlos Castro solo le valió al guaje de Ujo como su enésima reivindicación de que debe de ser titularísimo, que por algo es el máximo goleador asturiano del Sporting en Primera en este siglo (con 9 goles), un registro meritorio considerando que Carlinos no goza del beneplácito de los entrenadores para ser titular.
Lo que no tiene mérito, ni un pase, es que el Sporting sea antepenúltimo, con 13 puntos en 21 jornadas, después de una victoria, tres empates y 16 derrotas en sus últimos 20 partidos. Para superar marcas negativas ha quedado este equipo que camina de la manina de los Fernández. Ellos no meten goles, pero son capaces de todo.
Y el domingo que viene, a la misma hora (16:15), pero en distinto sitio (estadio de Butarque), nueva final del Sporting contra otro recién ascendido, el Leganés, que pase lo que pase seguirá por encima, o lo que es lo mismo: fuera del descenso, pues aventaja en cinco puntos a los rojiblancos.