Empate (1-1) en La Nueva Condomina en un partido condicionado por el penalti que De Burgos Bengoetxea dejó sin sancionar por una mano clarísima de Truyols
Alejandro Rozada (@alexrozada)Ni frío ni calor. El punto sumado deja indiferente al sportinguismo. Nunca está de más puntuar a domicilio, máxime en un campo tan complicado como La Nueva Condomina. El problema está en la imagen del equipo: falta de chispa, excesivo caos y una profunda descoordinación que le deja a merced de su rival, en esta ocasión un Murcia más entusiasta que efectivo. Cuesta ser optimista viendo partidos así. Las dudas que transmite el Sporting no habrían desaparecido aunque Lekic hubiese embocado su cabezazo en el último segundo o De Burgos Bengoetxea y su asistente hubieran señalado penalti y expulsado a Truyols a los 73 minutos por su flagrante desvío con la mano en el área murciana. Sería pan para esta jornada y hambre para el resto de la temporada porque, o el Sporting se decide a jugar al fútbol, o se perderán muchos puntos por el sumidero. Los tres partidos sin perder no dejan de ser una estadística coyuntural que, al margen de satisfacer a resultadistas y amantes de los números, no sacia el problema estructural de un equipo que sigue haciendo la goma entre los puestos de ascenso y la tierra de nadie, fiando su cotización en la tabla a la tremenda igualdad que preside la categoría.
Aunque no deben de servir de excusa para justificar las enormes lagunas futbolísticas que muestra este Sporting, nadie puede negar que no está habiendo suerte con los arbitrajes. De los creadores de los penaltis injustos señalados en Huelva, Gerona y Córdoba, en Murcia se rodó la nueva superproducción a la que asiste con resignación y rabia el sportinguismo: la mano de Truyols. No se hablará tanto de esta infracción como de la célebre mano de Maradona en México´86, pero esta acción dará que hablar. No es para menos. Porque no hay que ser un águila para reparar en el desvío del defensor, enviando a córner un disparo de Lekic que buscaba la portería de Casto. Entendiendo que la vista del árbitro no es telescópica, tampoco hace falta ver la repetición de la jugada para pitar penalti y expulsar a un futbolista que, curiosamente, estuvo en la órbita del Sporting el pasado verano. Adonde no llega la vista del colegiado deben llegar los ojos de su asistente que precisamente está para eso, para reparar en los detalles que no puede percibir su compañero a simple vista. Cuestión de compañerismo y profesionalidad, sin más. La imagen adjunta, cortesía de Víctor Rodríguez (@victorrm15), retrata un grosero despeje propio de un portero en ciernes. Truyols se vistió de Víctor Valdés a costa del Sporting. Recurriendo al argot playu, siempre tan útil, «pásanos poco».
Ahora que Lekic está de dulce, tomando el testigo goleador de Scepovic y más en ausencia de su compatriota, de bolos con la selección serbia, el Sporting de Sandoval sigue sumiendo a sus seguidores en la más absoluta indiferencia, que ya es difícil. Excusas arbitrales al margen, especialmente utilizadas cuando se trata de mirar hacia otro lado e ignorar la falta de fútbol de este equipo, la resignación está calando en el corazón del sportinguismo e incluso en el vestuario; los jugadores no se terminan de imponer los galones requeridos para estar arriba y meterse en la escapada buena por el ascenso. Desfondados y desordenados, da pena ver a los futbolistas del Sporting a merced de su rival como estuvieron en Murcia durante buena parte del partido esquivando el gol milagrosamente. Hombres como Nacho Cases y Álex Barrera no están en el campo para perseguir sombras y correr detrás del balón que maneja el rival, sino que se plantan en el terreno de juego para manejar y distribuir el balón. Póngase si se desea a un policía como López Garai a sus espaldas, pero al menos déjenlos jugar al fútbol con soltura. Mensaje a quien corresponda.
Demasiadas dudasLa primera parte no fue un monumento al fútbol. El Sporting se contagió del estilo de juego defensivo del Murcia y tomó los mínimos riesgos. Aún así, hubo goles. Se adelantó el Murcia al aprovecharse de una excelente combinación entre Tete, Eddy y Molinero que transformó el lateral diestro, forjado en la cantera del Atlético de Madrid, con un remate desde el interior del área. El gol recibido ejerció de toque de corneta para despertar a la tropa sportinguista, que recurrió a su gigante serbio para equilibrar el partido. Dejan Lekic se aprovechó de la falta de entendimiento entre Molinero y Truyols para plantarse ante Casto y batirlo por bajo. En el momento más adecuado, justo después de encajar el primero de la tarde, volvió a aparecer el serbio para marcar por tercera jornada consecutiva. Pero el gol no cambió la tónica de un primer tiempo marcado por la escasa autoridad mostrada por el equipo de Sandoval, excesivamente pendiente de su rival, no había más que ver a Lora totalmente a merced de Saúl. En este escenario se movió el juego durante los primeros 45 minutos, con un Murcia trabajador y batallador para desenchufar a los generadores del juego sportinguista y llevar el peligro a los dominios de Cuéllar, que salvó en dos ocasiones a sus compañeros.
Por el mal estado del césped de La Nueva Condomina, el excesivo respeto al rival y las dudas mostradas, el segundo acto discurrió por un terreno similar. El Murcia se volcó sobre la portería de Cuéllar utilizando a Kike García como estilete para disponer de hasta cuatro oportunidades en apenas 10 minutos. Entre su mala puntería y el portero del Sporting, el granota desperdició sus ocasiones, y eso es noticia porque este delantero es uno de los máximos goleadores de la Liga Adelante con ocho tantos. Pero no solo de su ariete vivía el equipo de Julio Velázquez porque las llegadas por las bandas de Saúl Berjón y Tete también traían por el camino de la amargura a los zagueros sportinguistas, especialmente a un Lora especialmente desdibujado, una de las peores actuaciones que se le recuerdan al bravo futbolista mostoleño. Se sucedían las embestidas murcianas y el gol parecía que se terminaría cayendo de maduro; no fue así, se salvaron los de Sandoval y casi se encuentran con el santo de cara si De Burgos Bengoetxea no se hubiera dado mus y hubiese señalado la mano de Truyols. A un árbitro con el que nunca han ganado los rojiblancos tampoco se le pueden pedir milagros.
El empate fue la mejor noticia para un Sporting que afrontó la recta final del partido con la esperanza puesta en sorprender a su rival en alguna contra aislada. Apenas se combinaba y se abusaba de los balones largos buscando siempre la referencia ofensiva de Lekic, que casi saca petróleo y rompe la pana en el último suspiro con un cabezazo que adivinó perfectamente Casto, muy bien colocado para atajarlo sin problemas. El Sporting se encontró con su reflejo en La Nueva Condomina y el resultado del encuentro resultó previsible porque, entre dos equipos tan parejos, las tablas siempre son un desenlace fácilmente previsible. El Murcia exhibe un encefalograma bien parecido al del equipo gijonés, fiado a la inspiración goleadora de Kike García en la delantera, al oficio de un veterano del Vietnam futbolístico como Acciari y al guante que Saúl Berjón luce en las jugadas a balón parado. En el Sporting ocurre algo bien parecido, pero con distintas caras: Scepovic y Lekic son los referentes ofensivos, Cases es la brújula que marca el camino y Bernardo es un baluarte defensivo imprescindible. En un tablero tan parejo, y con un arbitraje tan nefasto, el empate podría ser incluso un buen resultado si se gana en Lugo el próximo domingo.