Alberto Arauz (@Arauz84)
No ocupará un sitio de privilegio en las videotecas el partido de Pamplona. El Reyno de Navarra, habitual escenario de encarnizadas batallas, pareció más esta noche un balneario de pensionistas. Extraña que Osasuna, que necesita los puntos más que un viajero ansía agua en una travesía por el Sahara, no planteara un parido más viril, más bronco, en definitiva, más afín a su ADN. Sólo al final se pareció a sí mismo. El Madrid, al fin y al cabo, deambula por la liga a la espera de noches de copas, en las que ponerse el traje de noche y salir a darlo todo.
El colmillo del Madrid resulta mucho menos afilado sin Ronaldo en el césped. El equipo resultó más manso que nunca. La visita al viejo Sadar parece la confirmación de que los blancos ya han subrayado en rojo sus objetivos de esta campaña. La suplencia de Özil o Benzema, atestiguan dicha tesis. Con todos estos ingredientes, el primer acto no pudo ser más soporífero. Apenas un par de tentativas de Higuaín y Coentrao por parte foránea, y una de Kike Solá para los rojillos, fue lo único reseñable de una primera parte apta para ser empleada como instrumento de castigo.
La segunda mitad tuvo más cosas que llevarse a la boca. No piensen en solomillo. Tan sólo unos humildes cacahuetes y algo revenidos. Pero menos es nada. Osasuna debió ojear la tabla al descanso. La posición de colista pareció avivar algo su apetito. No es que acribillaran a Casillas, pero al menos si incomodaron lo que iba para plácida velada. Kakà y Clos Gómez se encargaron del resto. El brasileño, dejó su actuación más destacada en el presente curso. En apenas 15 minutos, fue capaz de ver 2 tarjetas amarillas (la segunda raya los límites de lo absurdo) y dar con sus huesos en la ducha. Acto seguido, el colegiado anulaba un gol a Callejón por fuera de juego cuyo único argumento es el estrambótico flequillo del almeriense. De no ser por la extraordinaria visión del línea, el Madrid se hubiera llevado 3 puntos que nunca mereció. El mensaje queda claro. La liga, se ha terminado.