Los goles de Banega y Messi reparten los puntos en Mestalla
El Valencia planta a cara al líder a base de sacrificio y creatividad
Las paradas de Valdés evitan la segunda derrota liguera del Barcelona
Por Alejandro Rozada (@alexrozada)
El clásico del Mediterráneo habló en argentino. Ever Banega y Leo Messi se repartieron el protagonismo en un Valencia-Barcelona que, por derecho, se ha convertido en uno de los grandes partidos de la Liga. Ayer al menos, por emoción y juego, hizo honor a su fama. Fue un extraordinario encuentro. Pareciera viendo el magnífico rendimiento de estos equipos que eran los dos primeros clasificados de la tabla. Uno ha demostrado de sobra que va un paso por delante del resto; y la clasificación así lo reconoce. El otro sorprende que no esté entre los cuatro primeros; sorpresas te da el balón.
Los muros de Mestalla, mítico campo de Primera División, fueron el escenario elegido por Banega y Messi para redimir los pecados por los que fueron noticia esta semana. El argentino del Valencia purgó su pecado de ebriedad con una admirable sobriedad en el campo, mientras que su compatriota del Barça expió el salivazo del miércoles en el Santiago Bernabéu. Ambos dirigieron el perdón al sitio adecuado: la portería rival. Sin restos etílicos ni esputos. Fue un partido abstemio y aseado.
Cuando comenzaba a escuchar los primeros abucheos en Mestalla, Banega soltó un latigazo cruzado al que no llegó Valdés e inauguró el marcador. Aplausos merecidos. Se había ganado el perdón al tiempo que se le volvía a atragantar la fortaleza valencianista al Barcelona. Sin embargo, poco duró la alegría en la casa ché. Acto seguido, a Joao Pereira se le fue la pierna ante Pedro y cometió un claro penalti que Messi no desaprovechó. Fuerte, alto y colocado, el argentino dibujó otro retal de especial belleza para empatar un partido que se le estaba desdibujando al Barça y firmar su gol número 34 en Liga. Números de Bota de Oro a comienzos de febrero. Un dato bestial acorde a un partidazo digno de Champions. Datos que bien valen el indulto de la afición.
La segunda parte no deparó menos curvas. El ida y vuelta de uno a otro campo se mantuvo; el Valencia se sintió cómodo en el vértigo y tanta velocidad desactivó al Barcelona. Acostumbrado a manejar la caja de cambios de los partidos, el Barça no vive bien los partidos en la posición del copiloto. Y menos cuando se cruza con un talento puro como el de Canales apurando la conducción. Pero no contaban los valencianistas con que se iba a interponer en su camino un badén llamado Víctor Valdés, la señal de contención que detuvo las embestidas locales. Tanto zigzagueo en campo blaugrana casi lo aprovecha Villa, un viejo conocido de Mestalla, pero no calibró bien el remate y desaprovechó una asistencia perfecta de Alves.
Y en los últimos kilómetros de este intenso partido, Valdés reapareció para salvar un disparo a bocajarro de Soldado. La parada imposible. El ángel de los porteros volvía a reivindicarse como el santo por horas de la Liga española, siempre con permiso del incuestionable Íker Casillas. Otra intervención providencial del guardameta azulgrana que manda al rincón de pensar a los que cuestionaban sus prestaciones tras confirmar que no desea renovar. Divina providencia. Porque los santos también tienen sus caprichos y hay que aceptarlos como vienen.