Messi sentenció la eliminatoria en la segunda parte
El árbitro anuló un gol legal a Neymar y se comió un penalti
Un pusilánime City rebaja la tensión en Can Barça
Alejandro Rozada (@alexrozada)
El asunto se puede ver de dos maneras: o se antepone el desarrollo del juego y nos centramos en la clasificación del Fútbol Club Barcelona, o intentamos explicar la actuación del árbitro francés Stephan Lannoy. Como la suma de los factores no altera el producto y no se puede descartar que una cosa lleve a la otra, concluimos que el Barcelona se sobrepuso a todos los elementos adversos que le rodean últimamente para sacar el billete a los cuartos de final de la Liga de Campeones, una ronda en la que solo tienen cabida los grandes de Europa. Este Barça tan imprevisible, capaz de alternar solventes victorias con las derrotas más sonrojantes, demostró que cuando quiere es capaz de imponerse a cualquier adversidad, léase un gol legal anulado a Neymar, un penalti sobre Messi no pitado, triquiñuelas, empujones, patadas de kárate e incluso maldiciones varias. Sin duda alguna, estas fueron las mejores armas de un pusilánime Manchester City.
Con Manuel Pellegrini castigado en el palco y Rubén Cousillas al frente de la nave a pie de campo, el City se encontró con una duda existencial desde el inicio: salir a por todas o mantenerse agazapado atrás, amontonando hombres en la zona ancha,para sorprender al Barcelona a la contra. Por ahí se puede explicar la novedosa inclusión de Milner en el once citizen, con Agüero de llanero solitario en la delantera y los tres jinetes españoles (Javi García, Jesús Navas y Álvaro Negredo) en el banquillo a excepción de Silva, indiscutible en un equipo tan necesitado del talento que derrocha a espuertas el mago de Arguineguín. Desde el pitido inicial se comprobó que el pomposo proyecto hecho a golpe de talonario árabe no responde a las expectativas que ha suscitado el millonario desembolso realizado para confeccionar la plantilla. El rendimiento no estuvo a la altura, la confusión se apoderó de sus jugadores y la retaguardia, de natural ruinosa, temblaba ante cualquier aproximación blaugrana.
Los visitantes mantuvieron el tipo en la primera parte ayudados por un Barcelona que sigue demostrando que aquellos días de vino y rosas, de posesiones y goles de fantasía, se han quedado atrás. La sensación de vulnerabilidad es mayor y el tradicional fatalismo de la culerada gana posiciones en cuanto el rival cabalga hacia la meta de Víctor Valdés. Cierto que Valdés no tuvo mucha faena en los primeros 45 minutos, pero ya fuera Milner, Silva o Nasri quien chutase a su portería, al barcelonismo le entraban sudores fríos. Y eso que el Barça dominó la posesión del esférico y suyas fueron las mejores ocasiones. Desde el penalti clamoroso de Lescott sobre Messi al gol legal anulado a Neymar, pasando por el balón que salvó Kompany en línea de gol cuando ya se mascaba el tanto del argentino, el paradón de Hart a un remate envenenado de Neymar que se colaba por el primer palo u otra intervención providencial del guardameta inglés ante un remate de Xavi desde el suelo. Parecía increíble que el Barcelona se fuera de vacío del primer tiempo, pero con empate a cero se llegó al descanso. Y esa era la principal inquietud de los barcelonistas, temerosos de que el City generara más peligro en el segundo tiempo.
Los temores se materializaron en la reanudación al ver el control del conjunto inglés, que se hizo con la pelota para asediar la portería del Barça. Touré comenzó a imponer sus galones en la medular y Silva ganaba peso en los últimos metros con sus habituales filigranas de genio. El Camp Nou se estremeció definitivamente cuando Dzeko, que entró por un desaparecido Agüero, cabeceó cruzado buscando la escuadra derecha y Valdés tuvo que responder con una estirada espeluznante. Una vez más, el portero volvía a salvar a un equipo que le echará demasiado de menos la próxima temporada. Antes, Messi pudo romper el partido tras trazar una eléctrica diagonal desde el frente derecho del ataque que finalizó con un disparo al palo. Lo había hecho todo bien el argentino, pero le faltó su tradicional clarividencia en los últimos metros para culminar su enésimo gol antológico. El desacierto en los últimos metros y las continuas llegadas del City terminaron por suscitar una pitada en el coliseo culé. El público no se podía creer que su equipo pasara tantos apuros teniendo una ventaja de dos goles.
Y cuando el partido entró en un engañoso periodo de calma chicha, Fábregas y Messi conectaron en la frontal del área citizen; el de Arenys sirvió una escurridiza asistencia que se le fue de las pies a Lescott, habilitó al argentino ante Hart y ahí ya se sabe que no perdona el Messías barcelonista. Toque sutil con la bota izquierda ante la media salida del portero inglés y celebración al canto; lo lleva haciendo toda la vida, pero no por ello de sorprender a sus rivales. La sociedad Cesc-Leo casi germina en otro gol, pero esta vez se lució Hart con una parada extraordinaria. Con una ventaja de tres a cero en el global de la eliminatoria, el asunto parecía visto para sentencia y los barcelonistas lo celebraban despreocupados y dichosos en la grada.
Con esta nueva e imprevisible versión blaugrana, es un pecado cantar victoria antes de tiempo; lo demostró Kompany al marcar a la salida de un córner, cuando un City con diez hombres por la expulsión de Zabaleta ya parecía poco más que un convidado de piedra. Todos los culés se aferraron entonces al paso de los minutos hasta que volvió a aparecer Dani Alves en el campo de minas del oponente para rememorar su aventura goleadora de la ida en el Ettihad. El brasileño se aprovechó de la enésima preciosidad que escribe Iniesta sobre un campo de fútbol y firmó la victoria de su equipo. Alves, el mago de Fuentealbilla y todo el barcelonismo en pleno celebraron alborozados este tanto que rubricó, pese a todo, el acceso del Barcelona a los cuartos de final de la vieja Copa de Europa. Ahora solo cabe esperar que no se cruce el Bayern en su camino.