50 minutos de golpes intercambiado sin descanso, dos equipazos con todas las letras apelando a lo mejor de su juego y tratando de atacar todas las virtudes del rival en pos de una plaza en la final, que se habían merecido ambos antes de jugar la mitad del encuentro.
Un partido con una historia tan larga que me da para varios artículos y que no es de ninguna manera resumible. Los Australianos encomendados a Patty Mills, que nos hizo daño de todas las maneras en las que sabe hacerlo, y que nos sufrió, ya nos llamásemos, Llull, Ribas o Ricky Rubio.
Un héroe inesperado llamado Nick Kay, que hizo en partido de su vida con 16 puntos, 11 rebotes y sobre todo, 7 de ellos en ataque.
Una Australia trabajadora, dura, que usa mucho las manos, el cuerpo y que nos habría lanzado una silla si la hubiese habido en mitad de la cancha (entiéndase la metáfora).
Y enfrente una España que fue a remolque casi todo el encuentro, casi todo, incluyendo las prórrogas, pese a que en la primera amagásemos con irnos por delante. No sé si por sufrimiento (iba con España, por si no lo imaginan), pero uno siempre ve al rival como un ente infalible, y cada defensa aguanta la respiración esperando lo que ve como un milagro, el fallo rival… siempre a remolque, pero nunca rendida, nunca fuera de partido.
Los argumentos de Australia eran claros, mucho movimiento de balón en ataque, mucha agresividad al ir a por el rebote ofensivo, mucho trabajo sin balón de Mills, y una zona española bien colapsada cuando nosotros atacábamos.
Los de España; por momentos nos empecinamos en lanzar de tres, más tarde pasaron a ser sucesivamente: jugar el pick and roll para Marc, buscar a Llull en la misma situación, alternar con Ricky creando la jugada etc Menos eficaces, menos previsibles. Pero sobre todo, defensa como base para aspirar a la victoria.
Desde el banco salió Llull para compensar el partido de Juancho, que empezó ardiendo, pero se vino abajo a base de faltas, y también lo hizo Pau Ribas, enorme en la defensa y con algún punto que terminó siendo clave. Y apostamos por el que ha sido el quinteto decisivo, el de los minutos buenos: Rubio-Llull-Rudy-Claver-Marc.
Mills nos metió 34 puntos, pero dejó por el camino 14 tiros fallados, y si hubiésemos podido cerrar bien el rebote, habríamos quizá vivido el partido de manera diferente, pero hasta en 20 ocasiones nos robaron ese ataque en pos de su propia opción. Sin embargo, y aquí hay que romper una lanza por el equipo español, la defensa de esas segundas oportunidades fue brutal, excelente, maravillosa, concediendo 16 puntos, apenas tres más de lo que logró España. Rudy y Claver, absolutamente sacrificados en ataque, claves no bajando los brazos, y defendiendo esas segundas opciones como una causa personal.
Y llegamos a una prórroga habiendo tenido opción clara de ganar, y casi rompemos el encuentro. Sufrimos de nuevo y llegamos a la segunda prórroga, donde un Llull que jugó varios ataques más lejos del balón supo escaparse de esos diablos suyos que le hacen precipitarse en momentos clave y ocupar el espacio que había que ocupar. Y después meterlas, que no es nada fácil, y matar el partido, haciendo 17 puntos y 6 asistencias que saben a gloria.
Dejamos para el final tres nombres propios claves. Uno entre los perdedores, un Joe Ingles que no tiene la condición física para decidir un partido así, y que necesita generadores de puntos a su alrededor para ser grande. 44 minutos y sólo 4 puntos con 1 de 9 en tiros… Mal día para tener un mal día. Por los nuestros, Ricky Rubio estuvo errático en el tiro, pero se echó el equipo a la espalda cuando hizo falta, y supo generar un juego eficaz y ganador junto a Llull y Marc, un trío difícilmente coordinable. 19 puntos, 7 rebotes, 12 asistencias, 4 robos de balón… Y Marc Gasol, que pasó en un partido de ser el pívot gris de los partidos anteriores, al mejor Marc Gasol que ha visto España. 33 puntos, 6 rebotes, 4 asistencias y 33 de valoración. Colosal.
¡España luchará por el oro!