Como si el fútbol no se quisiera escapar de la depresión general que sacude a nuestro país, la selección confirmó esta noche en el MSK Zilina Stadion que no está bien. No nos coge por sorpresa porque ya advertimos de que el ridículo mundialista tendría consecuencias negativas y que tardaría mucho tiempo en recuperarse la tropa, y eso siendo optimistas dando por hecho que mejoraría la cosa. Pues va a ser que no, al menos de momento. España no va bien y la reacción que se intuía tras el empate de Alcácer se deshizo como un azucarillo acto seguido con el gol de Stoch, que dejó al portero español con un palmo de narices completando otra noche aciaga para Íker Casillas, la enésima. Y sigue jugando… David de Gea chupa banquillo con el combinado nacional mientras es tratado como un ídolo en Manchester. Los designios del marqués son inescrutables.
Está el patio en nuestro país como para que salga un predicador proclamando que España va bien. Ni el fútbol nos da ya alegrías. Y eso que La Roja (denominación que va camino de ser el único nexo feliz entre la época gloriosa que apadrinó el inolvidable y nunca suficientemente bien ponderado Luis Aragonés, y esta patraña) no jugó mal en el segundo tiempo y buscó con ahínco el empate hasta conseguirlo gracias a Paco Alcácer, uno de los escasos brotes verdes que desprende nuestra selección. Pero todo se terminó yendo al garete por una defensa y un portero que son un dolor.
El mal fario, las lagunas defensivas y el estado catatónico del portero terminaron traduciéndose en una derrota que duele. Duele por la forma agónica en la que se produjo, por lo desordenado que se ve un esquema antaño imparable y porque Eslovaquia no es ni mucho menos una selección «top» que justifique un traspiés como ya el cosechado ante Francia en agosto. Eso sí, el seleccionador sigue apoltronado a su cargo, como tantos otros en nuestro entrañable país. ¿Qué se diría si esta derrota hubiera ocurrido con Javier Clemente o con el señor Aragonés en el banquillo? Esto es España, país cainita por antonomasia, así que pónganse en lo peor. La asociación del nombre de Vicente del Bosque con la palabra «dimisión» se antoja inevitable. De Villar no nos esperamos ninguna medida de gracia, pero sí dábamos por hecho que Del Bosque tendría suficiente amor propio como para dar un paso al costado y dejar el puesto. Nada más lejos de la realidad.
Doctor Íker y Míster Casillas
España, que necesitaba un 9 para relevar a Villa y Torres, se aferró al pichichi de la Premier (9 goles en 7 partidos) para salir de la depresión post-Mundial. Diego Costa fue el elegido para ser el indiscutible referente ofensivo de un equipo que fía a sus acelerones y a su talento innato ante el gol gran parte de sus opciones de futuro. Eso sí, su presencia en el once da lugar a muchas escaramuzas y pugnas con defensas como Skrtel, que se las tuvo tiesas con este guerrillero del área desde el pitido inicial. Se juntaron el hambre y la gana de comer. Entre tanto violinista, una guitarra eléctrica como Costa percutía incansable por todo el frente del ataque. Aunque la primera aproximación fue para los locales: remate de primeras de Mak y buena respuesta de Casillas a contrapie. Como en la película de terror, el de Móstoles ejerció de Doctor Jekill y de Míster Hyde.
La conexión Cesc-Costa fue la respuesta española y un remate del ariete anticipándose a su par se marchó lamiendo el poste derecho de Kozacik. Fue una gota en mitad del desierto porque no habían pasado ni cinco minutos cuando Eslovaquia replicó de la forma más lesiva posible sacando petróleo de un cantadón de Casillas, que puede hacer paradas pero ya no hace milagros ni en sueños. Lo aprovechó Kucka en un lanzamiento potente y justo por el centro de la portería que se tragó de manera incomprensible el portero del Real Madrid, al que se le escurrió el balón como un cubito de hielo y terminó viéndolo colarse en su portería. Mr. Casillas volvió a hacer de las suyas. Las electrizantes combinaciones eslovacas, a base de paredes continuas en amplitud, encontraron recompensa gracias a un fallo mayúsculo del que el guardameta se intentó redimir después con una buena estirada para salvar un disparo cruzado de Pecovsky que buscaba su palo largo y que seguramente se acabaría marchando fuera. Aún así, da miedo (y dolor) ver a ese hombre bajo los palos.
El viejo recurso de las bandas, con las constantes subidas de Alba y Juanfran, más extremos que laterales, dinamizaba el frente de ataque y de ahí nació un envenenado remate de Iniesta perfilado a la izquierda al que replicó bien Kozacik. El guardameta eslovaco estaba inspirado porque, poco después, hizo dos magníficas paradas consecutivas a un doble remate de Busquets y Costa. España reaccionó tras el gol, es indudable, pero no le bastó para empatar antes del descanso y se llegó al intermedio con victoria local. Quién lo diría.
Reloj no marques los minutos
Las manecillas del reloj pasaron exageradamente rápido en el segundo tiempo para desesperación de la selección española. «Reloj no marques los minutos porque vamos a enloquecer», parecían entonar los jugadores españoles en el segundo tiempo al percibir el irremisible paso de los minutos con el marcador en contra. Con el equipo totalmente volcado y Piqué ejerciendo de delantero (quizás Del Bosque lo convocó para esto), el ritmo era estresante y fatigoso, transmitiendo una dolorosa impotencia que se veía alimentada por el buen dispositivo defensivo planteado por la selección eslovaca. Hubo ocasiones, sí, fundamentalmente a cargo de un irreductible Diego Costa, que necesita un milímetro para generar peligro. Pero el gol no llega (Costa ya acumula 447 minutos con La Roja y sigue sin ver puerta), el tiempo seguía pasando y la desesperación era latente.
Del Bosque probó con Pedro, con Cazorla y con Paco Alcácer. Fue finalmente el valencianista, que sustituyó a un precipitado Silva en el 70′, quien encontró la llave que abrió la puerta del empate. Solo necesitó dos toques el diamante del Valencia para hacerle un traje a Skrtel y batir al hasta entonces inexpugnable Kozacik. Un novato que debutaba no hace ni dos meses contra Francia en Saint Denis casi le salva los muebles a la selección demostrando que en el nombre del gol no hablan ni la edad ni el estatus (dos goles en los 92 minutos que ha jugado lleva el de Torrente); hablan el talento, la buena colocación y los bemoles. Pero tener buenos delanteros no sirve para nada si no tienes solidez defensiva, empezando por un portero de garantías. Esa inseguridad atrás se terminó evidenciando cinco minutos después, a cuatro para el final, cuando Stoch escribió el epílogo de otra noche negra para nuestra selección y consagró el 9 de octubre como fiesta nacional en Eslovaquia. Gol decisivo que desató el delirio en el MSK Zilina Stadion entre una animosa afición que no se esperaba hacerle tal descosido a la vigente campeona de Europa. Le pueden dar las gracias a los señores Casillas y Del Bosque. Habrá que nacionalizarse eslovaco.