Los azulgranas resuelven el derbi con una goleada ante un impotente Espanyol
Pedro se reencuentra con el gol, marca un doblete y le anulan dos tantos
Xavi abre el camino aprovechando una gran jugada de Iniesta
Por Alejandro Rozada (@alexrozada)
La pereza no encuentra ni reflejo ni significado en el Barcelona. El oficio de este equipo no se resiente ni en los primeros días del año. La laboriosidad como virtud. Este Barça es Popeye. No muestra lorzas. Luce un aspecto saludable a base de goles, las espinacas que hacen a este colosal Barça más y más fuerte. La presencia de Vilanova en el banquillo espoleó de tal manera a la tropa que ya sentenciaron el partido en el primer tiempo. Si algo ha demostrado este Barça es que no se cae al mínimo contratiempo. Todo lo contrario. Entre medias, el partido no estuvo relleno de aire, sino de un Espanyol al que le falló la bombona de oxígeno desde los primeros minutos. El visitante apenas tocó el esférico, solo disparó una vez por medio de Albín pero Valdés desbarató el mano a mano; fue la única aproximación peligrosa de un equipo que estuvo lejos de la declaración de intenciones que había presentado Javier Aguirre en la previa. Apenas tocaron el balón y se pasaron el tiempo persiguiendo sombras.
El argumento de la pegada es repetitivo, pero es tan cierto como que los Reyes son magos (aunque en estos tiempos, menos). Tan real como las patadas que repartía el Espanyol entre pase y pase del Barça. Héctor Moreno se ganó la expulsión y solo se fue con una amarilla. Fueron los más incisivos picotazos de unos periquitos a los que los azulgranas les cortaron muy rápido las alas. En términos literarios, y acordes con el calendario, diremos que los blanquiazules llegaron a casa de su vecino, vieron al rey Messi con el capitán Tito en el banquillo, y se postraron, lo adoraron, abrieron sus tesoros y le ofrecieron oro, incieso y mirra. Suculento festín del que se aprovecharon Iniesta, Xavi y Pedro.
Comenzó el partido respondiendo al guión habitual. Con el Barça instalado en el terreno de juego del equipo blanquiazul, que se vio obligado a juntar todas sus líneas y a amontonar jugadores en su propio campo con el fin de parar el vendaval azulgrana. Intento fallido. El Barça tocaba y tocaba, basculando el juego especialmente hacia la banda izquierda, donde Iniesta marcaba el compás del ritmo que bailaban sus compañeros. Por ahí llegó el primer gol. Iniesta profundizó por ese costado y le sirvió un medido pase a Xavi que, situado en boca de gol, definió de primeras ante un impotente Casilla. El de Terrassa mantiene su buena racha ante el Espanyol al que le ha marcado 5 goles en la Liga, lo que lo convierte en su víctima favorita. El propio Iniesta estuvo a punto de marcar el segundo a continuación, pero esta vez estuvo más acertado el guardameta del Espanyol.
Era un monólogo de juego culé. Olía a goleada. Y el gol nació otra vez desde el costado izquierdo. Esta vez fue Fábregas el cuchillo que penetró en la mantequilla espanyolista para llegar hasta la línea de fondo, combinar con Messi, que remató desviado de la portería, pero muy atento Pedro metió la rodilla para marcar el segundo. Un torbellino ofensivo que encontró un cómodo pasadizo por la izquierda gracias a los despistes del lateral derecho del Espanyol, Javi López. En la jugada del tercer gol, Busquets se vistió el uniforme de Guardiola y sirvió un pase desde 30 metros que Pedro no desaprovechó y le picó el balón por encima a Casilla. Después de 22 partidos sin marcar, el de Abades esperó al primer partido del año para reconciliarse con el gol con un doblete que no lograba desde la final de Copa ante el Athletic de Bilbao el pasado mes de mayo. Su último gol había sido en la Supercopa de España, el 23 de agosto, ante el Real Madrid. Después llegó el penalti sobre Cesc, que aprovechó Messi para marcar el 4-0 con el que se llegó al descanso y estrenar su bagaje goleador en 2013, igualando el récord anotador de 27 goles en 18 jornadas que compartían Bata y Pruden desde principios del siglo XX.
El segundo tiempo no pasará a los anales de la historia futbolística. Con 4-0 en el marcador, ya estaba todo el pescado vendido. Ante tal panorama se encontró el Espanyol cuando logró calentar los músculos. Debía escalar una cumbre más alta de lo previsto; el milagro se había convertido en un intento de triple salto mortal sin red. Las dificultades fueron insalvables y la altura de la montaña fue inexpugnable. Los de Aguirre pensaron que el tiempo alimentaría sus esperanzas, pero nada más lejos de la realidad. Eso sí, pueden dar gracias al árbitro (Gil Manzano) y a su asistente, por anular dos goles a Pedro. La polémica, esta vez, sonrió a los pericos. Triste consuelo para un equipo que defraudó las expectativas generadas durante la semana por su presidente, entrenador y algunos de sus futbolistas de dar la primera campanada del año ante su poderoso vecino. El castigo fue contundente, pero pudo ser aun mayor si las continuas aproximaciones azulgranas de la segunda parte se llegan a concretar. Tiembla todavía el larguero de Casilla después del lanzamiento de falta de Messi en el minuto 81. En resumen, un Espanyol decepcionante se postró ante el rodillo culé.
Los más optimistas ya hacen apuestas. Son optimistas antropológicos y ya no se conforman con el título liguero, más que cantado. Apuestan a si el Barcelona será capaz de ganar el campeonato sin perder ni un solo partido. Algunos no eligen entre Rolex y setas. Van, como este Barça, a Rolex directamente.