Tras unos octavos de final algo descafeinados por las grandes ventajas manejadas en varios de los ocho partidos, los cuartos de final de este Eurobasket deparaban cuatro encuentros que prometían emociones fuertes. Y así ha sido en este Eslovenia-Letonia. Todos los pronósticos señalaban un partido igualado y disputado. Ha acabado siendo, en opinión del que escribe, el mejor partido en lo que llevamos de competición. Plagado de talento, esfuerzo, sudor, dureza, gritos de rabia y euforia. No ha defraudado en lo más mínimo. Ambas selecciones llegaron como dos de los mejores equipos del torneo, según lo visto en la fase de grupos. La nómina de nombres así lo sugiere: Dragic, Doncic, Randolph o Vidmar por un lado; Porzingis, Timma o los Bertans por otro. Y si, además, ambos despliegan un juego que maximiza las aptitudes y virtudes de sus jugadores, el espectáculo era seguro.
Se esperaba un partido de alto ritmo, vistoso y divertido de ver. Los primeros minutos lo confirmaron. Triples por aquí, triples por allá, recurso de Dragic, suavidad de Porzingis. Todos anotaban, todos tenían ganas de demostrar que merecían llegar a semifinales. Porzingis entraba rápido en calor al tiempo que Dragic y Randolph veían el aro como una piscina desde la larga distancia. Un ritmo frenético, siendo las defensas incapaces de contener el vendaval ofensivo visto en cancha. Un parcial de 10-0 liderado por Doncic abría una distancia de 15 puntos en un abrir y cerrar de ojos. El movimiento de balón de los eslovenos era exquisito, dejando algunas jugadas para el recuerdo. Letonia reaccionó rápidamente y dos triples de Davis y Dairis Bertans ponían el 34-23 tras diez minutos de partido.
Nada presagiaba una caída en el ritmo del partido. y, por supuesto, ésta no se produjo. Una rápida sucesión de canastas permitía a los eslovenos volver a abrir brecha, pero dos 2+1 seguidos de Porzingis la cerraron de nuevo. Que uno de los dos equipos consiguiera una renta, aunque fuera de más de diez puntos, no parecía nada grave. Los dos tenían calidad suficiente para reponerse de cualquier adversidad. Así lo dejaba claro el propio Porzingis, que se echaba el equipo a la espalda para neutralizar las estiradas de Eslovenia. Davis Bertans se abonaba al tiro de tres, y otro triple, esta vez de Blums, permitía a los letones poner el 51-55 favorable al descanso. Las defensas no eran malas, pero poco se podía hacer ante tamañas exhibiciones ofensivas. Para la defensa era un suplicio; para los espectadores, una gozada.
Eslovenia afrontó el tercer cuarto con la decisión de crear definitivamente una ventaja que les permitiera encarrilar el partido. Randolph y Dragic volvían de dulce tras el tiempo de escueto y una buena defensa privaba de anotar a los letones durante casi cuatro minutos. Vidmar se hacía fuerte en la zona, metiendo en problemas de faltas a un Porzingis venido a menos en este cuarto. Letonia no tenía respuesta. En ataque costaba un mundo anotar, y la defensa se veía constantemente azotada por los triples de Doncic y la presencia de Vidmar por dentro.
Abierto el último cuarto con un triple de Randolph que ponía el 79-66 en el marcador, se podría pensar que el partido estaba visto para sentencia; que Letonia no sería capaz de igualar la carrera. Nada más lejos de la realidad. En baloncesto nada se decide hasta el pitido final, e iluso es el que piensa lo contrario. El que piensa que afrontar diez últimos minutos con trece puntos de desventaja es definitivo. Menos de tres minutos de tres, la desventaja se había reducido a cuatro puntos. Había partido, por supuesto. Con Porzingis resarciéndose de su mal tercer cuarto y Davis Bertans inspirado de cara al aro, cualquier cosa parecía posible. Pero Doncic pensaba que solo una cosa era posible: la victoria para Eslovenia.
Dos triples seguidos del jugador de 18 años y un grito de pura rabia abrían brecha, una vez más. Sin embargo, enfrente había un jugador de 2,20m de altura que se movía como un unicornio. Los últimos minutos fueron un constante intercambio de canastas y tiros libres entre la Doble D eslovena y Porzingis. El carrusel de tiros libres no fue benévolo con los letones, que murieron en la orilla. Tras un absurdo incidente saldado con cuatro técnicas a repartir entre ambos equipos, el partido finalizaba con un 103-97 para Eslovenia. Habíamos presenciado el mejor partido del torneo.
El MVP: Luka Doncic. Pese a que Goran Dragic ha sido un puñal constante todo el partido y ha anotado la canasta que a la larga ha acabado dándole la victoria a Eslovenia, y a que Porzingis ha infundido de esperanzas una y otra vez a su selección, el MVP es para Doncic. Porque lo que está haciendo con dieciocho años no deja dudas de su brillante futuro, que no parece que tenga techo. Hace de todo y todo lo hace bien. Ha acabado con 27 puntos y 9 rebotes.
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