El delantero francés del Atlético de Madrid se reivindica en Gijón anotando el segundo hat-trick más rápido en la historia de la Liga. El buen partido del Sporting, todo empuje y pundonor, se vio frenado por la entrada del ex del Sevilla. Sergio Álvarez volvió a demostrar que su titularidad es innegociable.
Que el Atlético de Madrid es el equipo que nunca de creer, sentir y soñar, es algo de sobra sabido por todos. Hoy le tocó demostrarlo en Gijón a Kevin Gameiro, un suplente habitual que rentabilizó al máximo la media hora escasa que disputó en El Molinón. Después del golazo y del gran partido que jugó frente al Celta su compañero, y sin embargo rival por el puesto, Fernando Torres, el francés se reivindicó en el estadio más antiguo de España para demostrar que él es uno de esos que nunca deja de creer. Anotó el hat-trick más rápido en la historia de nuestra Liga desde 1995 (en 4 minutos y 45 segundos), el que logró el mítico delantero brasileño del Deportivo de La Coruña, Bebeto, frente al Albacete.
Kevin Gameiro se merece poner cara a la abultada victoria del Atleti sobre el Sporting. Su teórica condición de suplente del Niño no le ha hecho bajar los brazos y, aunque le cuesta abrirse paso en el once titular, poco a poco se está adaptando a la filosofía futbolística de Simeone. Partido a partido, gol a gol, Gameiro sigue creyendo y trabajando para ganarse el puesto de 9 del vigente subcampeón de Europa después de ser la referencia ofensiva del Sevilla campeón de la Europa League. A base de una efectividad tan demoledora como la mostrada en Gijón (3 tiros a puerta, 3 goles), el francés está más cerca de lograrlo. Esto es el Cholismo: consagrar tu evolución personal al bien del conjunto. El manual de todo gran equipo.
Lo cierto es que, hasta la entrada de Gameiro por Torres en el minuto 62, el Sporting de Gijón estaba tuteando al Atlético y acechaba la portería de Moyá con un Traoré imperial a la hora de fijar y dar tarea a los centrales rivales. Había empatado Sergio Álvarez después del tempranero gol de Carrasco nada más empezar la segunda parte y los sportinguistas rondaban el gol hasta el punto de que el propio Sergio casi marca el doblete con un remate en semiescorzo que se fue lamiendo el larguero; antes el guardameta del Atleti había sacado a bocajarro un centro cerradísimo de Douglas. El cambio de Traoré por Carlos Castro no dio el mismo resultado que el de Mascarell por el guaje de Ujo la temporada pasada, en el 2-1 de los guajes del Pitu sobre los colchoneros, y ahí murió el ímpetu del Sporting.
Aún así, con 1-1, le anularon un gol legal a Griezmann (ver imagen adjunta). Si algo caracteriza al equipo de Simeone es que puede vivir perfectamente atrincherado en su campo, fiando la circulación del balón y la contención a un pulmón de lujo como Gabi, el principio de todo, que precisamente cumplió en Gijón 250 partidos con el Atlético, a la espera de sorprender al rival en algún contraataque. Tan capaces son de sorprender nada más sacar de centro en la reanudación, como en el primer gol, como pueden cazar una contra envenenada como la que dio origen al cuarto y definitivo tanto, sin olvidar el soberbio pase de Griezmann con el exterior de su bota izquierda para habilitar al propio Gameiro en el 1-2 que desequilibró la balanza.
La tremenda pegada que tiene el Atlético terminó por decidir un disputado partido en El Molinón, donde el Sporting nunca dejó de creer en la victoria. A la ya reseñada labor de desgaste de Traoré en ataque, se sumó la resistencia del dúo Amorebieta-Meré en el eje de la defensa y la omnipresencia de Sergio, cuya titularidad parece innegociable. Los de Rubi lucharon mientras les duraron las fuerzas y ante ese derroche de casta poco se les puede reprochar. El problema es que el equipo sigue antepenúltimo, otra vez empatado a puntos con el Granada después de su goleada al Betis, y ya lleva cuatro derrotas consecutivas en su campo, como en el bochornoso descenso del 98. Aunque si mantienen la misma actitud de este sábado, bajen o no, los sportinguistas se podrán sentir orgullosos de su equipo y de sus futbolistas.
Los que no se pueden sentir orgullosos son los que no se levantaron en el minuto 5 para secundar la propuesta de vaciar el estadio durante 5 minutos en protesta contra la directiva, pero sí se levantaron en los últimos diez minutos para irse del campo porque ya estaba todo el pescado vendido. Ellos no son sportinguistas. Por «aficionados» como esos, así le luce el pelo al Sporting. Lo milagroso es que esta entidad esté en Primera a pesar de todo. Luego decían que el Bernabéu es el estadio del fútbol español con más piperos por metro cuadrado; eso es que no conocen el Gijón futbolístico y su particular idiosincrasia, donde las pipas se toman «a calderaes», que decimos en bable. Y cuando se acaban las pipas, o el marcador es desfavorable, «pa casina que llueve», como también decimos en la tierrina. Al menos, hay una loable cantidad de dignos e irreductibles aficionados (desalentadores, para el ex presidente Manuel Vega-Arango Alvaré) que sí abandonaron sus asientos durante cinco minutos y se quedaron hasta el final del partido en sus respectivas localidades. Como valientes. Ellos sí honran a esta entidad porque ellos sí son sportinguistas de verdad.
Quienes no son piperos son los aficionados del Atlético de Madrid, que tuvieron una notable representación en Gijón, donde dieron una lección de amor a los colores, animando sin parar a su equipo hasta terminar cantando: «Es de Primera, Sporting es de Primera». Ellos sí que son de Primera. Por algo son la mejor afición de España.