El colegiado andaluz Antonio Santos Pargaña expulsó a tres jugadores del Sporting y a su entrenador, José Ramón Sandoval. El sportinguismo terminó desquiciado por un arbitraje que decidió el partido a favor del Zaragoza.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Otra vez un árbitro se ha cruzado en el camino del Sporting. La historia no es nueva, desgraciadamente viene de atrás, pero no por ello deja de indignar al sportinguismo. Como una mala resaca que se prolonga en el tiempo, el penoso arbitraje del andaluz Santos Pargaña ha resucitado viejos fantasmas (el robo de Rodado Rodríguez en Ipurúa de 2004, que terminó costando un ascenso, o penosas actuaciones acontecidas esta temporada como la de De Burgos Bengoetxea en La Condomina el día de la mano de Truyols o la permisividad de Munuela Montero para no sancionar las faltas recibidas por Álex Barrera en el Mini Estadi, por poner solo un par de ejemplos). Regresa la tradicional impotencia que, por desgracia, siempre ha acompañado al Sporting. Estaba el equipo gijonés ante una oportunidad de oro para asaltar el liderato y al final se ha quedado con las ganas por culpa de un árbitro que parecía recién salido del colegio quedando en evidencia su condición de debutante. Cabe suponer que su actuación no se debió a la premeditación, alevosía y maldad, sino que se debe única y exclusivamente a su nulo criterio para impartir justicia. Falta de profesionalidad, sin más. El caso es que fue el mayor enemigo del sportinguismo. Porque una cosa es que expulsen a jugadores por derecho y justificada justicia deportiva, y otra es que dejen a un equipo literalmente en cuadro sin tres futbolistas, incluso sin entrenador y sin preparador físico, desequilibrando un partido clarísimamente a favor del rival. No fue listo el colegiado, hay que subrayarlo. Porque esto le debería costar una reprimenda del Colegio Técnico de Árbitros en nombre de la Federación, lo que implicaría que no se volviera a cruzar ni de pasada con el Sporting. Por el bien de todos, aunque solo sea para evitar líos.
La imagen de Raúl Lozano, de calle en el césped de El Molinón, encarándose con el colegiado para reprocharle su penosa actuación, resume el sentimiento de impotencia que recorre al sportinguismo; no obstante, el secretario técnico del Sporting no puede perder los papeles de esta forma a pesar de que su reciente pasado futbolístico y la fuerza de los argumentos le acompañasen. Lo que debe hacer el club es elevar una queja formal ante la Federación Española de Fútbol para que no vuelva a ocurrir algo parecido, porque no es la primera vez que el arbitraje condiciona un resultado de este equipo. Pero casi tanto como el penoso arbitraje de este pobre diablo, duele la derrota. Se ha perdido una buena ocasión de afianzarse en la zona de ascenso directo, con opciones incluso de ser líderes al final de esta jornada. No pudo ser y eso es lo que más le duele a los sportinguistas, embargados por la impotencia de sentirse mejores y verse derrotados por factores externos. Los elementos se conjuraron y zorrearon en contra del club gijonés. De eso se aprovechó un Zaragoza que no tuvo más que recurrir a pillerías, triquiñuelas y jugadas callejeras para llevarse los tres puntos de un partido digno de patio de colegio, con tangana incluida antes del descanso y de la que salió especialmente mal parado José Ramón Sandoval. El entrenador del Sporting terminó con un golpe en un ojo por una supuesta agresión de Raúl Rodríguez, segundo entrenador del Zaragoza, e incluso valora interponer una denuncia en los tribunales.
No ha empezado bien el año para el Sporting, que se ha encontrado con la peor cara del fútbol precisamente en la víspera de Reyes. El protagonismo arbitral condicionó el partido hasta decidirlo en el segundo tiempo con las expulsiones de Luis Hernández, Iván Hernández y Nacho Cases, además de las del preparador físico Nacho Sancho y del entrenador Sandoval. De eso sacaron tajada los avispados jugadores de Paco Herrera, un equipo especialmente diseñado para aprovecharse del llamado «otro fútbol», entre los que destacó Montañés, autor de un gol y erigido en el hombre más desequilibrante en las labores ofensivas del Zaragoza. Si a eso se le suma la prematura puntería de Roger y el decisivo gol de Cidoncha, el resultado final resulta hasta previsible. No es fácil vencer a un equipo bendecido por el árbitro. Ante eso no basta ni con los esperados estrenos goleadores de Nacho Cases y Sergio Álvarez, vírgenes esta temporada en materia goleadora hasta llegar a esta jornada.
Un partido trepidante
Hay partidos en Primera División con menos intensidad que este Sporting-Zaragoza. Por encima de resultados y errores arbitrales, el partidos honró al fútbol desde su arranque. En un anticipo de la vorágine que estaba por venir, el Zaragoza se adelantó cuando apenas habían pasado tres vueltas de crono. Roger se anticipó a Cuéllar y a los centrales para aprovechar una buena dejada de Barkero. Este prematuro mazazo revolucionó al Sporting y la crónica del primer tiempo es un vertiginoso relato protagonizado por dos equipos con aroma de Primera. Las reiteradas ocasiones corrían a cargo de Lekic y Scepovic, pero costaba sorprender a un perro viejo como Leo Franco. Con Acevedo pegado como una lapa a Sergio Álvarez, consciente de que el engranaje del juego del Sporting pasa por este futbolista, el Zaragoza fiaba sus opciones más a la contención que a la elaboración; no le hacía falta mucho más después de su prematura ventaja. El Molinón rugió y espoleó a su equipo hasta conseguir el empate.
Fue Nacho Cases el encargado de firmar las tablas con un gran cabezazo a centro de Luis Hernández. Después del estreno goleador de Cases, un escalofriante doble remate de Montañés paró la respiración del sportinguismo y lo salvaron entre Cuéllar e Iván Hernández: primero el portero rechazó el cabezazo y después el central se anticipó de manera providencial al maño. La movilidad de Barrera abrió muchos caminos al juego ofensivo sportinguista y fruto de una de sus escaramuzas vino un peligroso centro chut de Scepovic que se paseó por el área zaragocista. Estaba tan alocado el partido que se llegó al descanso con una tangana sobre el terreno de juego. Ahí nació la primera amarilla para Luis Hernández y la agresión sobre Sandoval. La bronca se extendió hasta el interior de la zona de vestuarios con los futbolistas y el árbitro atacados de los nervios, un augurio de lo que podría suceder en la segunda mitad.
El segundo acto nació presidido por la igualdad con el Zaragoza asumiendo parcialmente el dominio de la posesión. En esas estábamos hasta que Sergio Álvarez cogió el balón y se fue como un tiro hacia la portería de Leo Franco, que sólo pudo ejercer de convidado de piedra para presenciar impotente el paseo triunfal del canterano por la autopista del gol. Merecido estreno goleador para el pilar del juego sportinguista. Las chispas del pulso particular entre Luis Hernández y Roger terminaron por explotar justo después del segundo gol del Sporting, cuando el defensa madrileño vio la segunda tarjeta amarilla y se marchó antes de tiempo a los vestuarios por un intenso forcejeo con el delantero del Zaragoza.
Montañés, el jugador más desequilibrante del Zaragoza, encontró recompensa a su incesante esfuerzo aprovechando un defectuoso despeje de Bernardo tras un inocente centro de Cortés y batiendo a Cuéllar con un imparable remate cruzado. Estaba tan volcado el equipo de Paco Herrera que consiguió forzar la expulsión de otro defensa sportinguista, Iván Hernández, por una falta sobre Montañés, al que se interpuso como si de una pared se tratara. Justa amonestación, aunque no se puede decir lo mismo de la que recibió en el primer tiempo, de manera que el colegiado erró claramente en su modo de aplicar justicia. El Sporting tuvo que afrontar con dos hombres menos la mayor parte del segundo tiempo. Apretaba intensamente la afición en El Molinón para intentar detener así las correrías del Zaragoza, que tampoco cristalizaban en ocasiones claras. Así, hasta que el árbitro se inventó un penalti de Nacho Cases sobre Víctor Rodríguez, que recurrió a las más elementales travesuras futbolísticas para simular un contacto que nunca existió; como se suele decir que los penaltis que no son se suelen fallar, Cuéllar detuvo el lanzamiento al zaragocista.
Con tres hombres menos, expulsado su preparador físico y su entrenador, al Sporting le costaba Dios y ayuda hacer su fútbol, escenario ideal para el Zaragoza. Tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió y el equipo de Paco Herrera se llevó los tres puntos de El Molinón gracias a un decisivo gol de Cidoncha que aprovechó una gran jugada coronada con su preciso remate cruzado tras un fabuloso taconazo del impetuoso Víctor Rodríguez. Con esta victoria, los hombres de Paco Herrera se sitúan con 29 puntos, a tres de un Sporting que sigue en zona de ascenso gracias a los tropiezos de sus rivales esta jornada. Al final del encuentro, y como no podía ser de otro modo con un clima tan crispado, hubo una nueva tangana en el césped y el director deportivo del Sporting se acabó encarando con sus rivales.