La de Malasia 2015 ha sido una carrera de esas que «lo cambian todo». El Gran Premio desde el jueves lo ha sido, en realidad. Y la pena es que desde el inicio prometía. Con una salida espectacular y un Pedrosa en forma, el mejor piloto a estas alturas de la temporada.
El de Castellar se puso a tirar y nadie osó a inquietarle durante toda la carrera, de semáforo a bandera. Un metrónomo. Pero quizás sea la victoria que menos trascienda de su trayectoria deportiva. Y no por demérito suyo. El Mundial estaba en juego y Rossi tenía en Sepang su primer match ball. Y partió bien, tercero por detrás de unas Honda que cabalgaban en solitario mientras Lorenzo se deshacía de las dos Ducati en una sola curva con un adelantamiento poco menos que magistral.
Y ahí, tan pronto, se empezó a enrarecer el ambiente. Porque Jorge superó a Valentino en la curva enlazada a final de recta con una pasada muy Rossi, todo talento. Y se fue a por Marc. El mallorquín, con una misión entre ceja y ceja, pasó con una facilidad pasmosa a Márquez y se fue en busca de Pedrosa. No lo cogió y ni se le acercó, pero la primera parte de la tarea de Jorge estaba cumplida. Iba segundo y estaba alejándose décima a décima de la pelea que había detrás. Que es donde se fraguó primero el espectáculo y luego la tragedia.
Porque Rossi equivocadamente había calentado a Márquez en rueda de prensa, otorgándole toda la responsabilidad sobre su resultado en el campeonato. Ninguneando de alguna manera a Lorenzo, de camino. Y Márquez, que había quitado hierro a las declaraciones del italiano el jueves y había jugado al gato y al ratón con él en los entrenamientos libres, se vio cara a cara con Valentino, de nuevo. A pesar de que a Rossi no le venía nada bien un mano a mano con el de Honda, para los aficionados fue un duelo de los que hacen afición. En cada curva una pasada, una batalla entre dos pilotos de otra era, de los que nunca se guardan nada. Claro que, como habíamos dicho, Valentino veía a Lorenzo alejarse cada vez más y en una sola vuelta sufrió más tensión que toda que pudo acumular en sus 20 años de Grandes Premios.
Y llegó la tragedia. Porque antes de encarar la recta de atrás, en la parabólica, Marquez afrontaba la curva por fuera y Rossi por dentro. El italiano se giro como intentando advertirle -según sus propias palabras- mientras Marc iba a lo suyo, trazando la curva. Y se tocaron. Y Rossi sacó la pierna, la rodilla, lo suficiente para -en palabras del español- golpear la maneta del freno y hacer que el de Honda se fuese al suelo. Una caída limpia, sí. Una maniobra sucia, también. Ese fue el horror. El Zidane en la final de 2006. El Schumacher frente a Hill y Villenueve. El mordisco de Tyson. A Rossi le llegó en su más que probable última oportunidad de ganar el décimo Mundial.
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El público, que por el sonido ambiente se escuchaba jalear el duelo de titanes, cayó en un escandaloso silencio. Rossi subió al podio más agridulce flanqueando a Pedrosa y a Lorenzo. Pero por dentro, entendemos, sabía que se había equivocado. Aunque no lo reconociera y aunque no se presentara a la rueda de prensa alegando que estaba en Dirección de Carrera.
Lo que vino después en forma de linchamiento en las redes sociales -sabiendo que toda opinión es válida- y del punto de vista dado por el resto de pilotos implicados es algo que pasará pronto al olvido. Efímero. Pero la imagen del mito haciendo una maniobra tan peligrosa quedará para siempre en la retina de todos los aficionados. Rossistas o no.
¿Cómo afrontar ahora la carrera de Valencia? Con Rossi último pero con siete puntos de ventaja sobre Lorenzo. El Mundial es factible todavía para el italiano, sobre todo si llueve. Pero es difícil de digerir para el aficionado a las motos, más allá de cualquier color.
Y dicho esto, una maniobra tan sucia, tan innecesaria, no debe empañar los 328 Grandes Premios anteriores. Como no lo hizo con los ídolos antes mencionados.