De plaza Elíptica a Torrejón. Esta es la ruta que observa desde la ventana del tren que coge semanalmente para ir del entreno a casa, con el objetivo de reducir gastos, nuestro protagonista. Sacudido por la crisis que se llevó por delante tantos puestos de trabajo en el sector de la construcción, este púgil madrileño que sobrepasa la treintena, afrontaba la cita de este sábado día 5 de Diciembre en el Westcroft Leisure Centre de Inglaterra, con una frase en mente, o campeón o chofer.
Esta es la breve historia de Rubén Nieto, la humildad y constancia hecha boxeador. Un hombre silencioso, capaz de cogerse 2 semanas de vacaciones en su trabajo para poder preparar un combate. Un hombre que ya sabía lo que era perder la oportunidad de coronarse campeón continental, y que se había prometido a sí mismo, no volver a probar el sabor amargo de la derrota. Un hombre que tiene como rutina ir a hacer carreras al parque pronto por la mañana con sus compañeros de gimnasio, para más tarde ir al trabajo que le proporcionará pan y techo a la delicada situación que está traspasando su familia, para posteriormente volver una vez finalizada la jornada laboral a realizar un entrenamiento más específico y personalizado con su entrenador “Coraje” Muñoz, para finalmente, hacer la ruta en tren mencionada al principio.
Esta ha sido la realidad durante años del cincuenteavo boxeador español en proclamarse campeón de Europa. Pero su camino se podría decir que empezó a fraguarse fuera del territorio español, en tierra de campeones como es Puerto Rico. Es allí donde Rubén debió encontrar ese punto distintivo dentro del mundo de las 16 cuerdas que tanto le debe de haber ayudado para lograr las metas propuestas. Ese punto distintivo que le ha hecho ir escalando poco a poco, siendo campeón de España, pasando por la Unión Europea, llegando a la meta final hasta el momento.
Esas metas, alcanzaban su punto álgido en Carshalton, Surrey, con el británico Lenny Daws como gran obstáculo en el camino. Rubén Nieto, caminaba hacia el ring como un hombre tranquilo, y observaba a su rival mientras este realizaba la misma ruta que él para alcanzar el cuadrilátero de forma tranquila una vez más. Sonaba la campana, y el ring se transformaba en la batalla de Stirling protagonizada por el ejército del escocés William Wallace en contra del ejército inglés. Esta vez William Wallace sustituía la bandera escocesa por la española con un ambiente a sabor mexicano entre 2 púgiles peleando dentro de una cabina telefónica. Rubén avisaba en el 3 round con un directo de derecha que derribaba por primera vez la muralla británica. Si el combate ya era una batalla épica antes del primer derribo del español, este pasó a ser un apocalipsis entre 2 hombres que no se daban ni un solo instante de respiro el uno al otro en cada asalto. En la mente del hombre tranquilo por fuera pero valiente por dentro debía de estar presente constantemente lo sabido por muchos, o campeón o chofer, así de simple. La batalla tuvo su fin en el décimo asalto con la descalificación de Daws por un feroz cabezazo que bañó de sangre el rostro de Nieto. Una vez sabida la decisión del árbitro, la imagen de nuestro campeón con los brazos en alto celebrando la victoria con el rostro ensangrentado, quedará en el recuerdo de los valientes que con su seguimiento, siguen haciendo que el boxeo valga la pena, dotándole de un sentimiento incomparable a cualquier otro deporte cuando las victorias se obtienen así.
Después de lo visto, uno solo puede pensar que quien quiera arrebatarle lo conseguido, con la pasión que imprime nuestro púgil, solo será posible pasando por encima de su cadáver, no sin antes habiéndolo dado todo para convertirse en lo que muchos que practican el noble arte como Rubén Nieto en este país son a día de hoy, héroes del silencio.
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