«Pasé las noches de sábado en Nueva York porque aquellas esplendorosas y despampanantes fiestas de Gastby estaban tan vívidamente impresas en mi, que aún podía escuchar la música y la risa, débil pero incesante, desde su jardín, y los autos que llegaban salían de la explanada. Una noche oí un auto real vi sus luces detenerse ante las escalinatas, pero no averigüé quién era. Debió haber sido un último huésped que seguramente andaba en los confines de la tierra y no sabía que la fiesta habla terminado.»
«El Gran Gatsby» Francis Scott Fitzgerald
Ha terminado el All-Star de Nueva York. Posiblemente no hay marco en el universo que mejor contenga lo que es el baloncesto, lo que es la NBA. Han sido tres días intensos, aunque faltos de esa noticia en forma de rumor sorpresa, o de traspaso estelar, que le diera la nota de morbo que ha faltado en este 2015.
Contiene Nueva York todas las esencias del basket americano. El dinero fácil, el lujo (entradas más baratas a 500$ dos meses antes del evento, sólo para un día), las estrellas invitadas (Rihanna, Ariana Grande, Jay Z, Beyoncé, Magic, Phil Jackson, Kareem, Frazier, Dominique, Doctor J, Bernard King, Queen Latifah, Paul McCartney, …), los focos, las multitudes…
O tal vez es el baloncesto el que se ha impregnado de la ciudad, quien sabe…
Nueva York es enorme, la ciudad que nunca duerme. Sus calles están llenas de leyendas de colores, desde las letras doradas con las que inscribieron sus nombres Monroe-Frazier-Bradley-deBusschere-Reed a las leyendas negras del playground. Si el estado del baloncesto es Indiana, la ciudad del baloncesto es Nueva York. Ningún estadio es más conocido que el polifacético Madison Square Garden. Ninguna cancha callejera tiene el prestigio de Rucker Park. Una ciudad cuya capacidad de fagocitar mitos eleva el nivel de exigencia al imposible, tragándose una franquicia que es tan perdedora como reconocible, los propios Knicks.
Puestos en antecedentes, vayamos al grano. Qué nos ha dejado Nueva York en la retina este fin de semana. Repasemos la agenda.
El viernes comenzaron los actos del fin de semana (No en vano el nombre oficial del evento es All-Star Weekend, esto es mucho más que un partido y un par de concursos…).
El partido entre famosos dejó los habituales highlights con más lights que highs. El diminuto cómico Kevin Hart amenaza con monopolizar este evento, ya suma 4 MVP´s consecutivos. La casi quinceañera Mo´ne Davis, jugadora de baseball de 13 años, dejó más de una boca abierta.

La NBA cuida mucho la «cantera». Un guiño a los niños fue la presencia de mérito de Mo´ne. (basket4us)
A continuación se presentó un plato un poco más fuerte con un aliciente ciertamente refrescante. Por primera vez (y a nadie se le escapa) a modo de prueba, se propuso un partido de estrellas emergentes entre USA y el resto del mundo.
Los favoritos eran los de fuera, abanderados por la sensación canadiense Andrew Wiggins, que acabó llevándose el MVP en un partido en el que los focos los acapararon Gobert y LaVine.

Sin duda, la jugada del viernes. Se trataba de un aviso…
El partido fue más competido que nunca, realmente atractivo, aunque al final se llegó con menos suspense de lo deseado. La floja aportación de los dos últimos drafts, todo hay que decirlo, se dejó notar un poco. Aún así fue una delicia ver a LaVine machacar, a Burke dejar detalles de clase, a Wiggins volar o a Gobert colgarse del techo del pabellón. Pesó el marketing y Wiggins se llevó el premio en vez de Gobert, pero no parece que a ninguno de los dos les diese demasiada rabia-alegría.

Vuela el MVP. El futuro de la NBA, aquel que debe recoger el cetro de las manos de James.
Lo importante era el espectáculo. Por el camino, el «español» (más entre comillas que nunca) Mirotic dejó una serie de tiro digna del evento. Papannikolau no brilló tanto (representación blau grana de turno…). Oladipo o Antetokounmpo dejaron detalles. Habemus fiesta.
El sábado llegaron los concursos. Empezaron con el de tiro. De entrada, sorpresa. Los Curry se quedaron fuera. Pippen y Wilkins cerraban sus participaciones muy pronto. El segundo defendería título junto con Bosh y Cash (no es una broma, se apellidan así de rimantes). Y los campeones se llevaron una final descafeinada en la que Pippen & Co. no lograron siquiera terminar en tiempo.
El segundo concurso era el de habilidades. Absolutamente descafeinado y fallón en su concepto, enfrentaba simultáneamente a dos jugadores propiciando que la competitividad y mala leche de Patrick Beverley (exponente de altura del feísmo NBA, especialista en lo sucio), jugador que no pasó de digno en el Olympiakos, se llevase el gato al agua. Lo tuvo Brandon knight en su mano, y habría sido bonito que el chico de los Bucks, líder de un equipo que ha trabajado muy bien, se llevase al menos esta medalla de chocolate. Deberá la NBA hacerse mirar lo de este concurso.
Ya entrados en calor llegaba el evento tal vez más esperado a nivel mundial de este All-Star; el concurso de triples más grande de la historia. En su afán por renovar lo que no hace falta y lo que sí, la NBA introdujo un carro con 5 balones tricolores (ABA style, para quien no sepa porqué esos colores) que cada jugador podría colocar donde quisiese. Personalmente, yo lo que quiero es que superen a Craig Hodges, no que Antoni Daimiel me tenga que «traducir» (cosa que por supuesto ya había hecho yo por mi cuenta…) los puntos al «castellano». Fue un buen concurso. Una pena que Kyle Korver no encontrase el tiro, pero Irving ya había sido campeón, y a los Splash Brothers les esperábamos todos en la final. ¿Alguien sabe cuantos triples le anularon a Redick?

La tarjeta de Curry. Sensacional su racha y muy bien aprovechado el carro doble.
Una primera ronda en la que afinaron sobre todo los finalistas dio paso a una final a medias, en la que Curry (con un 23 de los de verdad y un 27 de los de ahora) se dio un festín ante unos negados Irving y Thompson. Los 13 triples seguidos de Stephen Curry pasará a engrosar las páginas brillantes de este concurso.
Para el final se deja siempre un concurso de mates que se ha convertido en un problema para la liga. Muchos dolores de cabeza ha levantado un concurso que levanta ya demasiadas expectativas. No se valora la calidad de los mates tanto como la capacidad sobrehumana de sorprender. El nivel de los matadores ha llegado a un punto de difícil retorno, ya no importa que salte mucho, que bata desde lejos, que sea plástico y que la bola en el windmill llegue bien abajo y bien arriba. Ahora hay que hacer malabares en el aire y reventar el aro….La solución de este año era reducir el formato para evitar el sonrojo. Se falló en la selección de los participantes con unos Antetokounmpo y Plumlee a los que este tipo de concursos les quedan peor que un bikini. Sin embargo Oladipo, sobre todo Oladipo fue un digno rival de un chico que era grandísimo favorito, pese a su bajo perfil en este lado del mar.

LaVine haciendo historia.
Así, la primera ronda pasó del sonrojo de Giannis y Miles al asombro ojiplático de Víctor y Zach. La final acdemás confirmó lo que ya intuíamos en la primera ronda, que Oladipo es brutal atacando el aro, pero LaVine es una criatura del aire. El repertorio no fue especialmente imaginativo pero los 4 mates de LaVine fueron 4 «cincuentas» de toda la vida. La recurrencia de su gesto «por debajo de…» le privó del pleno ante un duro jurado.

Sobran las palabras…
«Me empezó a gustar Nueva York, la sensación chispeante de animación nocturna y la satisfacción que el constante revoloteo de hombres, mujeres y máquinas le dan al ojo inquieto. Me gustaba caminar por la Quinta Avenida, elegir entre la muchedumbre románticas mujeres e imaginar que en un momento yo entraría en sus vidas y que nadie lo sabría o podría reprochármelo.»
El domingo lo esperábamos en España como una final Four con 4 equipos ACB. Todas las miradas estarían puestas en ese salto entre dos entre los dos jugadores que más orgullo han trasladado al baloncesto patrio. En los prolegómenos había actuaciones (Cristina Aguilera y su fabuloso escote), entrevistas, vídeos que nos iban metiendo en escena….y cosquillas en el estómago, cierta inquietud, por si nos quitaban ese momento. Pero no nos lo quitaron; una familia española hizo historia en la NBA.
El partido comenzó a toda velocidad, con una cantidad inusual de triples que afortunadamente entraban con cierta regularidad. Hasta 48 triples se anotaron. Los primeros minutos dejaron claro que LeBron James iba a por el MVP, que quería el balón, y en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en el segundo anotador histórico de los All-Stars superando a Jordan. En el Oeste Curry llevaba la batuta de un tiempo de juego que le viene como anillo al dedo (permitan el guiño al lector), los puntos llegaban a una velocidad endiablada, James Harden hacía honor a su condición de máximo anotador, y Pau y Marc mientras por ahí perdidos, haciendo lo que buenamente podían. Llegaron los primeros cambios y la tónica no cambió.
Apareció Russell Westbrook como él sabe hacerlo, con mucho ruido, porque sin ruido no sería Westbrook. Una racha de tres triples consecutivos y más ganas que nadie por brillar le llevaron a batir un récord anotando 27 puntos en la primera parte, luego como el diría, falló algunas bandejas fáciles que empañaron lo que pudo ser leyenda.
Por el camino del partido llegaron destellos de todo el mundo.
Pase de fantasía de Curry a Harden.
Un coast to coast de Marc.
Alley oop de Pau a pase de LeBron.
Mate en rebote ofensivo de Lowry.
LeBron de espaldas.
7 Triples de Korver.
Contraataque de Nowitzki terminado por él en alley oop.
Arianna Grande.
Nicky Minaj.
Otra fantasía de Curry.
Y el partido se estiraba y se encogía, se alargaba y tomaba forma hasta llegar a un final más o menos igualado en el que Harden, que acabó con 29 puntos 8 rebotes y 8 asistencias y Westbrook que con 41 se quedó a dos del récord del evento; se impusieron al empuje de un LeBron que no encontró compañía y que se quedó a dos puntos de Kobe Bryant en la lista histórica de anotadores. Mención especial para un Chris Paul realmente decisivo y enchufado, enorme competidor al que este partido siempre le queda muy bien puesto.
Pau se fue con otro doble-doble, 10 puntos y 12 rebotes. Marc se quedó en 6 con otros 10 rebotes. Los hermanos lideraron esta faceta, cada uno en su equipo y ambos en el partido, con el mayor, llevándose el salto entre dos y esa pequeña batalla de los tableros. Tiraron poco, pero jugaron mucho, y lo más importante, los vimos, de eso se tratan estas fiestas, de dejarse ver y de ver; de formar parte.
El merecido MVP fue para quien más lo buscó. Un Russel Westbrook tan llamativo vistiendo como espectacular buscando el aro. Pleno de potencia y verticalidad, como en esta imagen.
Y así se acabó la fiesta. Con los protagonistas retirándose perezosamente y con esa sensación de júbilo y ganas de más que siempre te dejan las fiestas de las estrellas. Con una sonrisa en la cara, y esa sensación de vértigo que da ver a quien has tenido cerca codearse con quien te parecía que estaba tan lejos. Y termina el fin de semana con nosotros volviendo a la realidad, pronto ajenos a un sueño del que hemos sido parte, como espectadores.
«De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado.»