No fue todo lo ortodoxa que les hubiese gustado a los puristas, pero fue una victoria imprescindible para el Barcelona. Quien llegase tarde al partido, concretamente después del descanso, la disfrutaría más y mejor. El choque entre el Almería y el Barcelona fue una sucesión de oportunidades, primero frecuentes y después eléctricas. De la esperanza de los locales se pasó al asedio barcelonista, que transitó del dramatismo de verse por debajo en el marcador y camino de la tercera derrota consecutiva (algo insólito desde el debut de Messi), a la felicidad de una remontada consagrada al talento de Luis Suárez. Si es que no hay nada como confiar en el fútbol de muchos quilates que atesora este delantero por el que se pagó una millonada, pero que a este paso no tardará en amortizar la inversión; y eso que todavía no se ha estrenado como goleador, pero todo llegará. Lo importante era ganar y se ganó, más en plena persecución de un liderato que ahora defiende el Real Madrid, y en un proyecto en pañales que todavía no se mueve a la velocidad deseada.
Exhibición uruguaya al margen, merece la pena hacer memoria para evocar cómo fue el partido hasta su feliz aparición. Porque el Almería estuvo mejor dispuesto y predispuesto que el Barça en el primer tiempo. En ello influyó la extraña fisionomía del once inicial de los visitantes, plagado de novedades. Luis Enrique apostó de entrada por arroparse en el banquillo a costa de desnudarse sobre el terreno de juego y la apuesta le dejó en pelotas a los 37 minutos, cuando Thievy hizo lo propio con Bartra. A partir de ahí, el entrenador asturiano ya vio que no valía la pena seguir cogiendo frío y tiró de fondo de armario para abrigar al equipo. El resultado es que la velada en los Juegos Mediterráneos se saldó de manera favorable a sus intereses, aunque no nos engañemos: la victoria no debería llamar a engaños y obliga al técnico a aprovechar el parón de esta semana para estudiar bien la situación de su equipo, porque su nuevo proyecto siempre lo terminan salvando esos a los que Cruyff llamaba vacas sagradas, léanse los Neymar y Luis Suárez de turno.
Thievy ejerció de Bale
Luis Enrique volvió a abrir el tarro de las rotaciones y presentó en el estadio de los Juegos Mediterráneos un llamativo once. Sorprendió la suplencia de Luis Suárez y Neymar, que había sido titular desde la tercera jornada en 11 partidos consecutivos, y la vuelta al once de Munir, que no era titular desde el partido de Vallecas. Solo un tío de Gijón es capaz de dejar en el banco a dos tíos que valen 200 millones, pero es lo que pasa cuando se tiene personalidad. Lo que no sorprende tanto, y quién lo diría no hace tanto, es ver a Xavi y Piqué en el banquillo, a los que Lucho condenó después de su mal rendimiento en el clásico.
Un equipo en construcción, sin patrón de juego, que juega a impulsos y al que su defensa sigue dejando en evidencia. Lo demostró Thievy en la jugada del gol del Almería, al más puro estilo Gareth Bale, sacándole los colores a Bartra, que volvió a demostrar que la velocidad no es lo suyo. Este Barça sufre demasiado cuando le toca replegarse. Bien es cierto que antes pudo desnivelar la balanza a su favor si Messi y Munir hubiesen estado más atinados ante Rubén en una triple ocasión en la que incluso hubo mano de Dubarbier. El propio Messi disparó posteriormente al larguero, pero la falta de puntería siempre se penaliza en el fútbol y más en un equipo como el Barcelona, al que ya no le sirve con tener el balón para marcar y mucho menos para ganar.
La remontada llegó con Luis Suárez
El resultado adverso obligó a Luis Enrique a recurrir a su artillería pesada para lograr la remontada. Munir y Pedro fueron sustituidos por Luis Suárez y Neymar. Como pasa muchas veces en esto del fútbol, cuesta diferenciar qué fue lo más importante, si el efecto revulsivo de los cambios, la reubicación de Messi, la charla del míster en el vestuario, la dignidad de los jugadores o el miedo de los locales. El caso es que, como pasó en tantas ocasiones, el Barcelona encerró a su adversario y le terminó dando la vuelta al marcador. Los goles los marcaron Neymar y Jordi Alba, pero no cometeríamos ninguna justicia si se los atribuyéramos a Luis Suárez, pues el uruguayo se encargó de levantar a su equipo en cuanto ingresó en el terreno de juego. No paró de moverse, ofrecerse y de intentarlo, incluso de tijera. El remate fue estéticamente perfecto, de esos que si acaba en gol termina en el top 10 de golazos de la temporada. Ni dos Rubenes hubieran sacado esa pelota, pero el larguero repelió el lanzamiento y Suárez se quedó enrabietado.
Lo que siguió fue un vendaval de color fosforito (sobre gustos y colores ya se sabe que no hay nada escrito), con un cabecilla principal de nacionalidad uruguaya. Tan electrizante estaba el encuentro que a Lucho le entró un respingo y apostó por introducir a Xavi para poner un poco de pausa en un panorama tan vertiginoso. Pero este Barcelona ya es no es un martillo pilón que gana los partidos a base de pases y más pases; es una perforadora letal al contragolpe, que ya no necesita eternizar la posesión para doblegar a su enemigo. Ahora, las transiciones son más rápidas y eso que la estructura del juego todavía está en pañales. Pero resultan suficientes ante un rival humilde como el Almería, que no supo cómo frenar la movilidad de Luis Suárez. Y el uruguayo se la terminó haciendo a los de Francisco. Primero rompió a Trujillo con una cola de vaca a lo Romario y le dejó el balón en bandeja a Neymar que, con intriga y la involuntaria aportación de Ximo, marcó su décimo tanto en esta liga; después Suárez volvió a tirar un pase decisivo en boca de gol para Jordi Alba, que no pudo elegir un momento más adecuado para estrenarse como goleador en esta temporada. Tres partidos ha jugado el ex del Liverpool en el presente campeonato y ha dado las tres asistencias de los tres goles que ha marcado su equipo (dos ante el Almería y una ante el Real Madrid). Con este bagaje, es normal que el mismísimo Messi termine reculando para ceder toda la responsabilidad defensiva a un delantero de garantías. El argentino tampoco marcó esta vez porque se volvió a estrellar contra la madera en el segundo periodo. Pero el récord de Zarra se terminará cayendo de maduro.