La final de Roma desemboca en una paliza monumental a Federer, que vuelve a comprender años después que la raqueta del manacorí destila un tenis perfecto en arcilla
Carlos Oleagoitia (@oleagoicarlos)
Una lucha entre emperadores era lo que se esperaba esta tarde en el Foro Itálico de Roma y un repaso en toda regla es lo que aconteció. La providencia, el destino, el azar o como lo quieran llamar nos regaló la madre de todos los clásicos del tenis, de nuevo un Nadal (5º) contra Federer (3º) que nos retrotraía a unos 5 o 6 años atrás en el tiempo y nos brindaba la oportunidad de volver a ver frente a frente a estos dos colosos del tenis; pero como ya ocurriera hace años, Rafa bombardeó constantemente el revés del suizo con pelotas altas y botonas para enseñarle que hay cosas que ni siquiera el tiempo puede cambiar. Si algo funciona¿por qué cambiarlo?» debió pensar el cuerpo técnico del mallorquín, que atenazó psicológicamente más que nunca al helvético.
La final arrancó con un Nadal en plan meteorito, que calibró el saque de Federer en el primer juego, el único que se anotaría el suizo en mucho tiempo; bueno, en mucho tiempo en juegos y marcador, porque lo que es en minutos, Rafa ya había concatenado un parcial de 9 juegos a 0 a Roger para hacerle tres breaks en el primer set y otro en el segundo set que dejaba un agujero descomunal en la dinámica del encuentro. Planeaba sobre Federer la sombra de las mil y una veces que antes se había visto así de impotente ante su eterno rival pero nunca la distancia había sido tanta, nunca la paliza fue tan bochornosa y nunca la superioridad del español había sido tan insultante. ¿Qué más da si el resultado siempre es el mismo? Nadal le tiene la moral ya no comida a Federer, sino que se la tiene triturada. Únicamente un arreón final del denominado mejor tenista de los tiempos, en plan coletazos desesperados de los estertores finales, desvió el rumbo triunfal del ‘con todas las de la ley’ conocido como rey de la tierra batida: 6-1 y 6-3 para el español en una hora y 9 minutos, o lo que es lo mismo, la perfección hecha tenis sobre esta superficie.
Sin embargo, las rondas anteriores no fueron para nada un camino de rosas para Nadal, que si bien esquivó con presteza la emboscada fortuita generada por el sorteo y multiplicado por la afición de arrancar ante Fognini (25º), las pasó canutas ante Gulbis (46º) en octavos y ante Ferrer (4º) en cuartos, quienes lograron forzar un tercer set a base de argumentos tenísticos solidos, especialmente el letón, que juega muy limpio y natural a esto del tenis, que rememoró y prácticamente calcó el partido de hace tres años ante el mismo rival pero que debe rebajar ciertos humos de soberbia para comprender que no es tan anormal que haya tenistas que le superen con asiduidad. Pero el adn ‘erre que erre’ de Rafa le da muchos dividendos y en semis un Berdych (6º) correcto ya fue un pelele desorientado en sus manos. El checo había dado la campanada del torneo una ronda antes cuando remontó a Djokovic (1º) un partido que estuvo a solamente dos bolas de perder en el segundo parcial, pero el viento y cierto bloqueo mental mezclado de nerviosismo recalcitrante hundió irremesiblemente al balcánico.
Del resto de favoritos, Murray (2º) protagonizó el más surrealista de los esperpentos, cuando en segunda ronda se retiró tras empatar su choque contra Granollers (37º) en el tie break del segundo set alegando molestias en la espalda que incluso pueden dejar fuera de Roland Garros al escocés. Tsonga (8º) volvió a dejar claro que la arcilla no le pone nada cachondo, Janowicz (22º) y Gasquet (9º) cumplieron pero supo a poco, mientras que Del Potro (7º) hubo de sufrir el mal del tenista ‘inesperado-enrachado’, un francés que respondía al nombre de Benoit Paire (36º) y que visto la ‘blandura’ de su parte del cuadro se plantó en semis, hasta que Federer le aplicó la medicina de los galones, esa misma que Rafa se la suministró a él para dejar al suizo sin uno de los pocos torneos que no figuran en su palmarés. Por contra, las vitrinas de Nadal rebosan títulos y proezas; en cuanto a lo primero, 55 títulos en su carrera, 41 en en esta superficie y en Roma hasta 7 entorchados; en cuanto a lo segundo, a lo de las proezas, estos es un non stop…¡¡¡¡¡Larga vida al rey de la arcilla!!!!
Pergeñado por gentileza del ‘Party Hard’ (2001) de Andrew WK.