El Barcelona sufre para ganar al Sevilla en un reñidísimo partido desnivelado por el providencial instinto goleador de Alexis Sanchez y marcado por la polémica arbitral
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Si algo distingue a los equipos campeones no es el dinero, ni las vitrinas donde guardan sus muchos títulos, ni siquiera las ayudas arbitrales que atisban los malvados. La suerte es lo que siempre ha definido a los campeones. Y de esa valiosísima ayuda se valen futbolistas como Alexis Sánchez, que ni en sus mejores sueños imaginó que iba a formar parte de un gran equipo como el Fútbol Club Barcelona, vigente campeón de Liga. La diosa fortuna se alió con el chileno, rey por un día gracias a un olfato goleador que le sobrevino en el momento más oportuno. Para poner cara a un partido loco ningún protagonista mejor que un discutido Alexis, tal vez el jugador que más división de opiniones ha generado en Can Barça en los últimos años. Pero estuvo en el lugar indicado en el momento oportuno. Un gol real como la vida misma.
Invictos. Esa es la mejor conclusión con la que se quedan los culés. Cuatro victorias en cuatro partidos que se traducen en doce puntos y un liderato a medias con el Atlético de Madrid, erigido de momento en el gran rival blaugrana, como ya se puso de manifiesto en la pasada Supercopa de España. Porque su juego contra el Sevilla no fue, ni de lejos, el mejor en la historia reciente del Barcelona. En absoluto. Pero el partido en líneas generales resultó vibrante, alternativo, divertido y, sobre todo, polémico por obra y gracia de Muñiz Fernández. El árbitro fue la chica que sale al centro de la pista dispuesta a convertirse en el centro de todas las miradas en la discoteca. Su minuto de oro fue el 64, con 1-0 en el marcador, cuando anuló un gol al Sevilla porque Cala se apoyó en Alves en su remate a la red. Palabras como «villarato» se comenzaron a pronunciar a partir de aquí y no dejarán de sonar hasta bien entrada la próxima semana, si es que en algún momento dejamos de escucharlas, que Dios lo quiera.
Polémicas arbitrales al margen, el partido mereció la pena tanto para verlo por la tele como para pagar por la entrada en el mismísimo Camp Nou. El Sevilla no se comportó como un rival conformista y resignado a la derrota a pesar de su apurada situación en el campeonato, donde sigue sin conocer la victoria y roza el descenso. Bien es cierto que el dominio correspondió al Barcelona, como suele ser habitual, pero los blaugrana abusan en exceso de las combinaciones en corto para llegar a los metros finales, donde se evidencia una preocupante falta de pólvora. En ello tendrá algo que ver la ausencia de un nueve en el sentido más estricto del término. Y eso que defensas como Adriano y Dani Alves muestran un instinto ofensivo que se traduce en jugadas como la del primer gol blaugrana, un remate de Alves en el segundo palo tras un medido centro de su compatriota, que había entrado por el lesionado Alba.
El Sevilla no le perdió la cara al partido en ningún momento, marcaron un gol que anuló Muñiz y cabalgaban con peligro en las contras. Hasta que se encontraron con otro gol en su contra por una endiablada combinación entre Messi, Cesc y Neymar, que convirtió el argentino tras un preciso toque de primeras del brasileño, cada día más adaptado a los automatismos de su nuevo club. Pero el Barcelona no supo matar el encuentro y ya se sabe lo que pasa en estos casos. Llegó un irreductible Sevilla y empató. Recortó distancias Rakitic culminando una jugada brillante de Vitolo y empató Coke, más solo que la una en el punto de penalti del área blaugrana. Y pudieron llevarse la victoria si Marin hubiera dirigido mejor su rosca. Ya estábamos en el tiempo añadido, quedaban apenas segundos para la finalización del encuentro, tiempo suficiente para que un astro como Messi se invente una jugada a medio camino entre el orgullo y la genialidad, culminada por un oportuno Alexis Sánchez. El Barcelona había ganado uno de esos partidos que los tópicos dicen que valen más que tres simples puntos.