Tercer fracaso de la candidatura de la capital española al quedarse eliminada en la primera votación tras el desempate con Estambul. Tokio organizará los Juegos Olímpicos de 2020.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
A la tercera tampoco fue la vencida. La candidatura olímpica de Madrid parece empeñada en reinventar ese popular refrán español. Porque el sábado 7 de septiembre de 2013 tampoco fue ese gran día tan añorado. Como sucedió con las candidaturas a los Juegos Olímpicos de 2012 y 2016, el proyecto olímpico de la capital española ha vuelto a fracasar. A las nueve y dos minutos de la noche en España, seis y dos minutos de la tarde en Buenos Aires, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, pronunció las palabras malditas: «Votos emitidos 94, participantes, 94, abstenciones 0, votos nulos 0, votos válidos 94, mayoría 48. Con 49 votos, Estambul es elegida. Y Madrid queda eliminada de la siguiente ronda». Con esta alocución de Rogge se desinfló el globo de la ilusión olímpica de la candidatura madrileña, que aspiraba a la organización de la cita olímpica de 2020 junto a Tokio y Estambul. Al final, la capital japonesa se llevó el gato al agua.
Mal harían los responsables de la candidatura de Madrid si no revisaran el diccionario y las hemerotecas para darse cuenta de las dimensiones de su fracaso. Porque ya van tres ocasiones seguidas cayendo en la carrera olímpica. Sucedió primero el 6 de junio de 2005; ese día, la capital española fue eliminada en la tercera ronda de las votaciones celebradas en Singapur para elegir la ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos de 2012, que finalmente fueron a parar a Londres. El segundo intento tuvo como fecha clave el 2 de octubre de 2009 y a Copenhage como escenario central de la candidatura a los Juegos de 2016. También salió cruz. El presidente de Brasil, Lula da Silva, incidió durante una emotiva y original presentación en la rotación de continentes, y eso pasó factura a la candidatura española en la ronda final de las votaciones (66-32), tras haber superado a Tokio y Chicago. Ganó Río de Janeiro y Sudamérica organizará por primera vez unos Juegos dentro de 3 años.
Conviene rasgarse las vestiduras. No basta con exhibir músculo técnico, cuando descubres tus miserias en el cuerpo a cuerpo dialéctico por culpa del deficiente nivel de inglés de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que protagonizó un ridículo monumental durante su intervención (su «café con leche in Plaza Mayor» fue objeto de todo tipo de burlas en Twitter). Si Botella fiaba su futuro político al desenlace de la candidatura olímpica para 2020, debería estar apurando sus últimas horas al frente del Consistorio madrileño. Tampoco es suficiente apelar a las emociones y a la pasión durante la accidentada presentación del proyecto (la señal internacional de televisión fue interrumpida por la fuerte tormenta que cayó sobre Buenos Aires), cuando los miembros del COI se han erigido en fríos e implacables jueces capaces de sacar a colación el dopaje a un país lastrado por la bochornosa «Operación Galgo», y eso que la candidatura de Estambul parecía a priori la más afectada por esta lacra. Y se demostró escasamente recomendable confiar en la rotación de continentes, obviando que ciudades europeas como Copenhage, París, Roma o San Petersburgo ya han anunciado que tienen pensado opositar para acoger los Juegos de 2024.
Habrá que confiar en que los políticos y los gerifaltes del Comité Olímpico Español (COE) habrán aprendido la lección y no decidirán presentarse una vez más. Hay mayores prioridades con las que luchar en el día a día, así que sería deseable dejar los delirios de grandeza para las potencias que se lo pueden permitir. Por ejemplo, Tokio, posiblemente la ciudad más desarrollada del mundo en la actualidad. La sensatez se antoja más necesaria que nunca. Los deportistas serán los primeros que lo agradecerán porque daba pena ver al bueno de Gasol dando la cara por una candidatura que se ha erigido en un fracaso colosal. Amén de que no tiene lógica sacar pecho olímpico al tiempo que las chicas de la gimnasia rítmica o los chicos del balonmano penden de un delicado hilo económico para seguir practicando su deporte con una mínima garantía de profesionalidad.