Carlos Oleagoitia (@oleagoicarlos)
La portería y el lateral zurdo son, de largo, las dos posiciones más frágiles del once vasco y los que más reticencias suscitan entre los aficionados rojiblancos en los últimos tiempos
Dice la cantinela que las conclusiones y reflexiones las debe hacer un equipo a final de Liga, pero una vez llegados a ese punto normalmente esta cuestión suele ser esquivada bajo el argumento de que lo mejor es centrarse en la próxima temporada. Los leones aún están muy lejos de vivir tranquilos esta temporada (mucho se teme que la renta actual se dilapide del tirón ante la concatenación de enfrentamientos con los más acuciados), pero lo que parece que nunca cambiará en Bilbao son dos de las tendencias negativas más difíciles de erradicar los últimos años para el club de Ibaigane. De los once jugadores que componen un equipo de fútbol sobre el campo, en el Athletic hay posiciones sobradamente cubiertas y con jugadores de garantías y solventes que podrían estar a la altura de los mejores jugadores de muchos otros equipos, pero sin embargo para los rojiblancos hay dos puestos que son un calvario y quienes las ocupan no acaban de gozar de una continuidad «relajante»; por ejemplo, de Iraola nadie duda que es el mejor lateral derecho en mucho tiempo, la visión de juego de Ander Herrera es un oasis en el centro del campo o en la delantera goleadores como Llorente o Aduriz son un seguro de gol, pero cuando se habla del lateral zurdo no se sabe quien es el dueño del puesto y la irregularidad de Iraizoz hace que el aficionado se esté pensando en invertir en una compañía de marcapasos porque él mismo sería un cliente vip que hiciese subir las acciones como la espuma.
Evidentemente son dos partes del campo muy diferentes y las justificaciones o variantes que inestabilizan a una, nada tienen que ver con las peculiaridades de la otra, pero el denominador común de ambas es una cierta sensación de punto débil del equipo que no logran paliar ni la infinidad de jugadores que pasan por las mismas ni que los entrenadores encuentran soluciones que no pasen de ttiritas temporales. La parte positiva es que ese escaso nivel en las dos posiciones es pretexto suficiente para tener de qué hablar entre los aficionados y que las probaturas para encontrar a los candidatos idóneos hacen que debuten jugadores jóvenes en mayor cantidad que en otros clubes, aunque sea de manera tan esporádica que muchas veces se convierte en un visto y no visto para quienes no logran dar el nivel exigido (tampoco se pide tanto, si hubiera que pedir nota, en esas dos posiciones con un 6 bastaría…me reservo la nota que dan los actuales «usuarios» de esas dos posiciones) y en un ‘aleluya’ para los posibles candidatos a adueñarse de esos puestos. También se menta que de la cantidad sale la calidad, pero estos deben ser los casos excepcionales que rompen toda media estadística.
La maldición del lateral zurdo comenzó en los noventa, cuando muchos aficionados rojiblancos se reían de la torpeza y las limitaciones técnicas de Aitor Larrazabal, que si bien era un notable lanzador de penaltis y faltas trompiconadas (aquellas lanzadas con fuerza y que ni el chutador sabe adonde iba dirigido), estigmatizó al futuro lateral izquierdo del Athletic; cual de peste se tratase, esa posición ya estaba impregnada de un tufo a jugador ‘maloso’ y los que pasaron por allí sucumbieron a su maleficio, caso de Mikel Lasa, Javi Casas, Koikili Lertxundi o Balenziaga y Castillo más recientemente (y no, el pufo de Zubiaurre era en el otro lateral, así que sin risitas); solamente un par de temporadas de Asier Del Horno fueron un puñal ofensivo gratificante que no se consigue repetir hoy en día, cuando tanto Caparrós como Bielsa se han hartado de buscar parches para esa zona.
La sombra del pasado
Buscar para no encontrar, porque si el año pasado Aurtenetxe hizo una campaña de una nota de 7 en el lateral y parecía que mitigaba minimamente el maleficio del lateral zurdo, este año el virus atacó más duro que nunca: De Marcos es un multiusos pero no sabe defender, Iñigo Pérez cumple pero se lesiona y Xabi Castillo parece que se dejó olvidadas sus dotes en la Real Sociedad. Muchos que frecuentan la factoría rojiblanca (aunque a algunos habría que aplicarles la pullita de Clemente de que las vacas de Lezama también han visto mucho fútbol pero no saben nada del mismo) afirman que el futuro está en Enric Saborit, pero dos puntos parecen jugar en su contra: en el filial este chico juega muchas veces de central y que con bastante menos ruido Laporte salte al primer equipo no lo deja en tan buen lugar. Y justamente en este chaval vasco-francés, Aymeric Laporte, están puestas todas las esperanzas rojiblancas, dado que su irrupción en la elite se saldó con el ostracismo de Amorebieta (agur ‘Caballo Loco’, al Fulham inglés gratis, menudo figura) y muchas exhibiciones de su calidad técnica lo apuntan a jugón, pero también elige mal cuando arriesgar y comete errores demasiado infantiles que solo el tiempo puede ¿curar? Habrá que preguntar a Varane para saber como hizo eso de en dos temporadas convertise en el pedazo central que es.
Por contra, en la portería bilbaína comparece un único villano sobre el estrado de los acusados, el navarro Gorka Iraizoz: en su día fue meta del Eibar y del Español antes de recalar en San Mamés con la vitola de porterazo y durante varias temporadas respondió a las expectativas, pero lleva las tres últimas campañas hecho un manojo de nervios. Porque además, cualquier fallo de un portero puede ser definitivo y se penaliza infinitamente más. Aunque Iraizoz sea un portero con muchos reflejos e intercale enormes paradas con actuaciones más grises, en el balance entre los puntos que da al equipo y hace perder, su saldo es muy negativo; vamos, que si fuésemos una entidad bancaria los intereses a cobrarle por tanto número rojo sería alucinante. Hubo un tiempo en que parecía legítimo entre los aficionados rojiblancos el poder entrar en cualquier tienda del Athletic y exclamar «¿donde hay que firmar para quitar a Iraizoz de la titularidad?», lo que demuestra el hartazgo de la gente con el portero navarro. Para colmo, su sustituto, un Raúl Fernández con una planta impresionante pero sin continuidad para demostrar si pudiera ser un parche temporal a la espera de que Kepa Arrizabalaga explote por fin, siguió los pasos de Adan en el Madrid en un esperpento de oportunidad derrochada en una mala tarde (y encima contra la Real en el derby, lo que jodió).
Anteriormente, los guardianes de la portería rojiblanca hubieron de soportar el run run de San Mamés cada vez que la pelota rondaba el área rojiblanca, un exceso por parte de la grada (o manía que tampoco se les quita a algunos de la cabeza) que anuló las dotes de porteros como Juanjo Valencia, Imanol Etxebarria o Dani Aranzubia. Solamente un veterano como Armando sacó las agallas para silenciar a los excépticos que añoran los tiempos de Andoni Zubizarreta o Jose Angel Iribar, ‘el Txopo’, dos mitos (sobre todo el segundo, una leyenda con letras de oro) con los que se compara a todo guardameta que ose plantarse bajo los palos de leones. Salvando las distancias, lo mismo que les ocurrirá a los que vayan por detrás de Valdés en el Barcelona o de Casillas en el Madrid (vale, en este último ejemplo igual Mourinho se empeña en alterar el orden del factor clave por Diego López). Siempre se aduce que ante el mercado tan reducido para los rojiblancos las opciones de sacar jugadores de nivel no son tan altas como en sus competidores, pero lo que resulta difícilmente comprensible es que un jugador que anteriormente ha demostrado aptitudes, deje de demostrarlas pasado un tiempo. ¿Se le puede olvidar a un futbolista jugar al fútbol? En Bilbao parece que sí.
Escrito al son de ‘Cuando fuimos los mejores’ (2000) de Loquillo y los Trogloditas.