El Barcelona saca el billete para la siguiente ronda de la Champions tras derrotar al Milan (3-1) con dos goles del argentino
Alejandro Rozada (@alexrozada)
El Barcelona tiene suficientes motivos para presumir de pilotos. Tiene muchos y muy buenos en su plantilla, pero solo hay uno con suficiente autoridad para meter la directa en las grandes ocasiones. Lionel Messi es el jefe de filas de la escudería blaugrana y demuestra sus galones en las citas más especiales. La Champions League es el acontecimiento futbolístico por antonomasia y el escenario ideal para sacar a relucir toda su magia y los goles que, malas rachas al margen, se le caen de los bolsillos. Contra el Milan, el monoplaza se manejó con la comodidad, precisión y potencia necesarias para conseguir el billete a octavos. En ello tuvo mucho que ver la dosis de carburante que le inyectó el argentino con su doblete. Y aunque el sonido del coche no es tan afinado como antes, sigue imponiendo respeto y causando estragos entre los rivales, caso de los rossoneri, que anoche terminaron resignados al potencial de Messi. No estaba muerto, estaba en mala racha.
Nunca se puede despreciar al Milan. El peso de una denominación futbolística histórica y de jugadores como Kaká, Robinho, Balotelli o Montolivo, desaconsejan el menosprecio hacia un equipo señero del fútbol europeo. Otra cosa es que no esté viviendo sus mejores días (en la Liga italiana lo separan 19 puntos de la Roma, líder invicto). Es cierto que el balance de los enfrentamientos de los últimos años favorece claramente al Barcelona, pero a poco que los blaugrana se descuiden, corren el riesgo de llevarse un disgusto. En esta ocasión, el disgusto se lo llevó Piqué. Cuando el Barça ganaba por un cómodo dos a cero al filo del intermedio, se encontró con una endemoniada galopada de Kaká por la izquierda y el balón terminó entrando en la portería de Valdés previo paso por los pies del central catalán, que enfiló notablemente cabreado el camino a los vestuarios. Una estampa que ilustra el famoso tópico que acompaña a los equipos italianos y que dice algo así como que cuando menos te lo esperas, te marcan gol. Se volvió a poner en práctica en el Camp Nou.
La indolencia italiana fue una carga demasiado pesada para equilibrar la balanza en el primer tiempo y, aplicando la ley del mínimo esfuerzo, el Barça se puso dos goles por delante. Primero marcó Messi de penalti, por el centro, sin complicarse la vida, aprovechando la caída de Neymar ante Abate; después le tocó a Busquets, de cabeza, a la salida de una falta perfectamente medida, ejecutada y colgada por Xavi. Y así adquirió una tranquilizadora ventaja el Barcelona, Messi rompió su mala racha (no aplicable a la competición que nos ocupa porque el argentino ya marcó en el anterior partido disputado en San Siro) y encarriló su clasificación. Efectivo y sólido, pero más lento y previsible, abusando del juego combinativo. Así es el Barcelona del Tata, que sigue pecando de una alarmante falta de chispa ofensiva. Esto basta ante pesos tan pesados como el Milan, pero puede resultar insuficiente ante los más finos estilistas europeos. Y a pesar de la dejadez milanista consiguieron marcar un gol y recortaron su desventaja al mínimo gracias a un autogol de Piqué. Suficiente para desconcertar al barcelonismo y crear la sensación de que aún quedaba mucho partido por delante.
La entrada de Balotelli al campo en la segunda mitad espabiló al Milan, que ya lucía una referencia ofensiva de primera categoría. En realidad, este argumento tampoco cambió el desarrollo de los acontecimientos y el Barcelona siguió dominando la posesión, con la posibilidad incluso de recurrir al contragolpe para aprovechar los espacios que dejaba la disposición táctica de Allegri, al que no le quedó más remedio que destaparse. Entre los destellos de Messi y el brillo de las incursiones de Neymar por la izquierda, el Barça tuvo luz suficiente para resistir sin sobresaltos las embestidas puntuales del rival. Pero el dominio seguía resultando insuficiente a todas luces hasta que reapareció la clarividencia de Leo Messi. En ello tuvo mucho que ver la entrada de Fábregas al campo por un Iniesta menos profundo de lo habitual. El argentino se asoció con el de Arenys para trenzar una vertiginosa pared en la frontal que derivó en el tercero de la noche. Así se finiquitó la papeleta y se sacó el billete para octavos.
Al margen de la clasificación, las mejores noticias para el barcelonismo vuelven a ser los goles de Messi (ya lleva 6 en la Liga de Campeones), las genialidades de un Neymar cada día más adaptado al esquema blaugrana y que casi marca un gol de bandera en el segundo tiempo, y la versatilidad de un Fábregas que tiene talento y categoría suficientes para llevar el timón y conducir al equipo hasta la consecución de las mejores empresas.