El Sporting paga su descontrol y cae ante el líder en El Molinón
Esperpéntica actuación del árbitro, Figueroa Vázquez, que se inventó dos expulsiones
Por Alejandro Rozada (@alexrozada)
Se podría achacar la culpa de la derrota al lamentable arbitraje de Figueroa Vázquez, también al desacierto ofensivo, incluso a la hora del partido. Lo cierto es que este Sporting no carbura en la matinal de los domingos (dos derrotas y un empate en los tres partidos disputados en El Molinón). Pero sería injusto y una concesión demasiado generosa hacia el descontrol que preside esta entidad. Porque el conjunto gijonés no carbura ni por la mañana, ni por la tarde, ni por la noche. También sería una falta de respeto hacia el líder. Una descortesía para con el Elche, un equipo majestuoso que cabalga imparable hacia la Liga BBVA. Todo el honor y el respeto se merece un conjunto que domina la División de Plata a base de solidez, eficacia, paciencia y talento. La incuestionable trayectoria del cuadro ilicitano demuestra de lo que es capaz un equipo de fútbol cuando es gestionado de manera inteligente.
Si jugáramos a las siete diferencias, cogeríamos ventaja si reparásemos primero en que el Elche cuenta con dos futbolistas indiscutibles, Damián y Rivera, dos viejos conocidos a la ribera del río Piles. Ambos salieron por la puerta de atrás de Mareo ante la desesperación del sportinguismo, que no daba crédito a esas salidas del club, especialmente la del mediocentro. Sorprendieron, por cierto, los pitos hacia el lateral uruguayo que se escucharon en El Molinón. No se conocen deudas pendientes ni novias robadas en la trayectoria de este futbolista. Como mucho un fallo garrafal ante Di María, pero estas cosas pasan cuando se intenta bailar con la más guapa. Al que no se pita, más bien todo lo contrario, es a Alberto Rivera, un centrocampista de cuerpo entero. Formado en la fábrica de Valdebebas, todo el oficio, la precisión y la tranquilidad que aporta el de Puertollano al equipo ilicitano, es precisamente lo que más falta le hace a este Sporting. Estos dos jugadores, en resumen, simbolizan bien el mundo que separa hoy por hoy a dos históricos de nuestro fútbol.
Para repetir el buen resultado del experimento del pasado sábado en Lugo, Sandoval apostó de inicio por tocar lo mínimo la alineación del equipo. Solo presentó la novedad de la presencia de Lora en el trivote del centro del campo con Bustos y Cases, lo que implicó la ausencia de un hombre de ataque, en este caso David Rodríguez. Pronto quedó demostrado que el experimento iba a salir rana. Apenas había pasado un cuarto de hora de partido y al Sporting se le fundieron los plomos en defensa. La factura de esas averías se suele pagar en las jugadas a balón parado. Albácar botó un córner al segundo palo y allí estaba Coro para marcar a placer. Libre de marca, completamente solo. Con tiempo incluso para pedir pipas en la grada, comérselas, volver al terreno de juego y marcar. Ronaldinho lo hizo a su manera hace unos días con el Atletico Mineiro y le salió redonda la jugada. Coro tampoco se puede quejar porque ni uno solo de sus adversarios hizo siquiera el amago de ir a cubrir su remate. Con toda la tranquilidad del mundo, el delantero catalán desequilibró un partido que tenía toda la pinta de que, más pronto que tarde, se iba a desnivelar a favor del líder.
Para desequilibro el que aportó el árbitro. Empezó su recital expulsando a Aarón por simular supuestamente un derribo de Bernardo que, efectivamente, existió; un pisotón por el que el central colombiano se mereció ver la amarilla. Pero Figueroa Vázquez aplicó el reglamento a su manera, sacó la roja al delantero ilicitano y dejó al Elche con un hombre menos en el minuto 38. Tremendo. Como los peores árbitros, el andaluz quiso aplicar a su manera la ley de la compensación y expulsó poco después con roja directa a Trejo por una entrada a destiempo sobre Etxeita. Había matado el partido antes de llegar al descanso. Quedarse con diez era lo que le faltaba a un Sporting por detrás en el marcador y en el juego, un equipo plano que atacaba tímidamente la portería de Manu Herrera.
Ya en el segundo tiempo, un zapatazo raso de Sangoy y un remate acrobático de Bilic sí requirieron de dos buenas intervenciones de Herrera. Fue un pequeño oasis en medio del desierto del Sporting, que buscaba el empate de manera descontrolada. Tanta descoordinación no tardó en aprovecharla el Elche. Su entrenador, Escribá, lo detectó y sacó a escena a Mantecón para ganar la batalla del centro del campo. La entrada del mediocentro valió la sentencia del choque. Mantecón robó un balón en la separadora de ambos terrenos de juego, vio el desmarque al hueco de Coro y le sirvió una asistencia a la espalda de Bernardo. Tranquilamente, el delantero catalán encaró a Cuéllar, lo dribló y marcó el segundo. Partido encarrilado y nueva cornada en pleno corazón de las aspiraciones sportinguistas. La herida pudo ser mayor si Coro llega a culminar su gran partido con un hat trick que evitó una gran estirada de Cuéllar.
Gran victoria del intachable líder de la Liga Adelante en casa de un equipo que se olvida ya definitivamente de la batalla por el ascenso. Su guerra está abajo, en la lucha por evitar el descenso. Cunde la preocupación entre los aficionados del Sporting al comprobar que un proyecto que estaba llamado a conseguir el ascenso a la primera, ha fracasado. Lo que queda hasta el final de la temporada será un sinvivir angustioso que contrasta con la fiesta que vive el Elche. Sus aficionados se sienten de Primera porque son de Primera y, muy pronto, lucirán sus encantos por las mejores pasarelas futbolísticas del país. Es lo que pasa cuando se tiene un modelo de gestión. Porque, como el encanto, un buen modelo de gestión se tiene o no se tiene.