El Sevilla se mete en su tercera final de la UEFA consecutiva tras ganar 3-1 al Shakhtar Donetsk en el Ramón Sánchez Pizjuán
Otra vez, si, otra vez el Sevilla estará en la final de la UEFA Europa League, su tercera consecutiva, y su quinta en diez años. En la última década, el equipo hispalense ha disputado la mitad de la finales de esta competición. No nos damos cuenta, es la frase que ha usado el club para alentar a su afición, si es que hacía falta, para esta eliminatoria, y es que cuando creas tal monstruo ganador, es difícil digerir tanto éxito en tan poco tiempo. El Sevilla, el mismo que no ha ganado fuera de casa, puede tener dos títulos más en menos de un mes, jugar Liga de Campeones, y tener opción a otros dos en dos meses. No hablamos de un mastodonte europeo, hablamos de un club que hace algo más de quince años estuvo muy cerca de desaparecer.
El ambiente de este jueves cinco de mayo era el de una cita más que importante. Ni el día del Valencia, ni el de la Fiorentina, y quizás tampoco el día del Osasuna. Salvando aquel jueves de feria contra el Schalke, el sevillismo entendió que este año el equipo está más justo que otras veces, que la eliminatoria estaba en un pañuelo, y que había que ponerlo todo. Acertó, para variar, Unai Emery. Se especulaba con que saliese con doble lateral derecho para tapar a Taison o Marlos, y eso hizo. Con Tremoulinas en el lateral izquierdo recuperado tras la lesión, Coke y Mariano ocuparon la derecha con el madrileño más adelantado. El resto, lo normal. Lucescu por su parte solo introdujo un cambio respecto al partido de Leópolis, entró Eduardo en lugar de Ferreira. El croata brasileño ya le marcó al Sevilla en 2007 en Liga de Campeones cuando militaba en el Arsenal, y hoy volvió a mojar. En la punta de ataque seviliista, el protagonista de hoy y de casi siempre, Kevin Gameiro. Con el 2-2 de la ida el que tenía cierta urgencia era el visitante, pero tenían claro desde el inicio que no se volverían locos. Comenzó el partido y el Sevilla acaparó la pelota. El Shakhtar tiraba la presión a partir de la divisoria y mordía alguna que otra vez cuando el balón le llegaba a Soria, pero generalmente dejaba jugar incluso a los pivotes N’Zonzi y Krychowiak. Los primeros minutos fueron un monólogo, los ucranianos incluso comenzaron a ver tarjetas una tras otra por emplearse con demasiada dureza en alguna ocasión, y los de Unai, a lo suyo. Ellos si presionaban a todo campo. A Lucescu le valía la mínima desventaja por el momento, su plan era aguantar el resultado y matar a la contra, pero no contaba con un fallo garrafal de sus centrales, que en el minuto ocho dejaron solo a Gameiro que batió por bajo a Pyatov. Ahí cambió la cosa como no podía ser de otra forma. El Sevilla cedió terreno, y el Shakhtar se hizo con el control total y absoluto de la pelota. Los de Emery les dejaban tocar en tres cuartos de campo y trataban de salir sin demasiado éxito a la contra, desapareció Banega, y el campo se inclinó y todo empezó a parecerse al acoso y derribo de hace una semana en Ucrania. Era cuestión de tiempo y demasiado tardó en llegar, pero una contra perfecta de los naranjas acabó con un balón a Eduardo que en el mano a mano batió a Soria sin ningún tipo de problemas. 1-1 y al descanso. Una primera parte sin ocasiones claras de los de Lucescu, pero en el 44 llegó la peor noticia.
Tras el intermedio hubo un momento de dudas. Empezó a rodar el balón y todo seguía igual, parecía que el 1-2 estaba más cerca de lo contrario, pero como siempre, cuando el Sevilla parece muerto, se saca de la chistera la magia y pega el zarpazo. Una jugada preciosa dejó a Krychowiak solo por el carril central, y solo la tuvo que poner con el exterior a la diagonal de Gameiro, que regateando a Pyatov la empujó al fondo de las mallas. Minuto cinco de la segunda parte, y mazazo para el Shakhtar. Desde ahí, a los del Donbass solo le hacía falta un gol para empatar, pero se salieron del partido, o más bien no les dejaron volver a entrar. El Sevilla se cerró, y quince minutos después de Gameiro, Mariano se sacó un zapatazo desde más allá de la frontal que clavó en el palo derecho de Pyatov. Se acabó el partido y comenzó la fiesta. Quedaban 25 minutos por delante, pero el Sevilla los hizo muy cortos. Kovalenko, Marlos, Taison y compañía tocaban y tocaban de banda a banda, pero hoy las autopistas del pasado jueves estaban cortadas. Por el centro N’Zonzi se lo comió todo, y Krychowiak ahogaba al que osaba superar al francés. Fue una máquina perfecta en defensa el conjunto de Emery, que llega a una nueva final.
Parece fácil. El Sevilla llega a la final de su competición como el que baja a comprar el pan cada mañana, pero por el camino se quedan los Tottenham, Borussia Dortmund, Villarreal, Athletic, Nápoles, Bayer Leverkusen, Manchester United, y una serie de clubes, que históricamente están muy por encima de las aspiraciones sevillistas, o más bien, estaban. El Liverpool será el nuevo rival. Si ganan los españoles, se quedarán la Copa en propiedad, si lo hacen los ingleses, empatarán a cuatro entorchados con los andaluces. Todo un reto.