Si París bien vale una misa, París bien vale el fichaje de Luis Suárez. El uruguayo, la incorporación estrella del pasado verano, demostró en una catedral del fútbol como es el Parque de los Príncipes que su contratación por 80 millones de euros mereció la pena. Es un delantero superlativo; si no es el mejor 9 del mundo en la actualidad, cerquita andará.
Como en el Etihad Stadium, Luis Suárez volvió a bailar dos veces el tango del gol para dejar muy bien encarrilada la clasificación del Fútbol Club Barcelona para las semifinales de la vieja Copa de Europa. El doblete del uruguayo completa una notable interpretación coral de los chavales de Luis Enrique, con Neymar otra vez llevando la voz cantante y abriendo el marcador. Siempre con permiso, claro está, de un tal Lionel Messi.
No, hoy tampoco marcó el argentino, pero de sus botas nació el primero de la noche y ha participado directamente en 70 goles del Barcelona en la presente temporada. Ya lo dijo el mito Galeano: “Messi no lleva la pelota pegada al pie; la lleva dentro», cita que acertadamente recuperó Carlos Martínez en la retransmisión del partido. Sí, París también vale un recuerdo al más grande.
Neymar volvió a dar la cara
Sobre una impoluta alfombra verde y con un ambiente majestuoso en las gradas del Parque de los Príncipes, una de las óperas primas del fútbol europeo, PSG y Barça disputaron el primer asalto de la eliminatoria de cuartos, apenas cinco meses después de su último encuentro en el Camp Nou y transcurrido más de medio año desde el primer asalto en París, saldado con victoria local. Aquello fue en septiembre y mucho es lo que ha llovido (no solo en lo meteorológico) desde entonces para no presuponer una reacción azulgrana, máxime aprovechando las sensibles bajas en los locales (Ibrahimovic y Verratti por sanción; Thiago Motta por lesión).
Desde el principio se vio a un Barça muy centrado y dispuesto para la batalla. Las peligrosas llegadas de Jordi Alba por el carril izquierdo fueron las primeras ráfagas de pólvora sobre la portería de Sirigu, aunque el lateral se tiró a la piscina en la primera acometida y en la segunda pecó de lentitud (sorprendentemente) ante la contundente anticipación de Thiago Silva. Eso sí, el encargado de lanzar desde el balcón del área el primer aviso serio fue Leo Messi, que dejó temblando la portería francesa con una envenenada rosca que se estrelló en el palo derecho de Sirigu.
El PSG buscaba descaradamente las contras, aunque no se podían despistar con ninguna pérdida de balón en zonas sensibles pues la presión del Barcelona a campo abierto resultaba asfixiante. El partido se fue convirtiendo en un campo de minas y el parte de bajas se empezó a cobrar víctimas. El primer caído fue Thiago Silva. Ni un soldado tan fornido como él pudo salir indemne de la batalla. No había pasado ni un cuarto de hora y el héroe de Stamford Bridge ya exhibía notables muestras de dolor en el terreno de juego. No obstante, poca culpa tuvo en el primer gol de la noche.
Rabiot se empachó de balón junto a la línea de banda, Busquets pasó la escoba, le robó el esférico, combinó rápidamente con Iniesta y don Andrés a su vez se la dejó a Messi. El rodillo ya estaba en marcha. Ganó metros el argentino, condujo lo justo para habilitar la posición legal de Neymar y, en el momento justo, sirvió un pase perfecto al brasileño, que solo necesitó de un par de toques para perfilarse y batir a Sirigu con un preciso toque con el interior de su bota derecha. Fue el octavo gol de Ney en la Liga de Campeones (6 goles en grupos y 2 en cuartos), un tanto que marcó además la retirada de su compatriota Thiago Silva, que tuvo que ceder su sitio a David Luiz. De baja casi segura a solución de emergencia por lesión en acto de servicio de un compañero. Tal vez por eso, Blanc decidió arriesgar incluyéndolo en la convocatoria.
Tras el gol, y afianzada su apuesta inicial por la ventaja en el marcador, el Barcelona siguió tocando y tocando con tranquilidad, marcando los tiempos, durmiendo progresivamente el partido. Casi vuelve a saltar la banca Neymar entrando otra vez desde el flanco izquierdo, pero en esta ocasión su remate fue demasiado manso. Era el escenario ideal para marcar el segundo gol, decidir el partido y, tal vez, la eliminatoria. Sin confiarse, eso sí. Porque si algo ha demostrado el PSG es que tiene suficiente artillería arriba para sorprender en las contras. Casi lo consigue en una de esas gracias a una eléctrica incursión de Lavezzi por la banda derecha buscando a Cavani, pero la salvó Mascherano jugándose el tipo. Una anticipación escalofriante que dejó malherido al Jefecito, visiblemente dolorido de la rodilla derecha y obligado a retirarse del campo de batalla para recibir asistencia médica. Pero Mascherano es más que un jefecito, un jabato; se reincorporó al terreno de juego y las muestras de dolor fueron desapareciendo casi por arte de magia. Él fue uno de los protagonistas de la nueva innovación de Unzué para las jugadas de estrategia.
El hombre de confianza de Luis Enrique ha demostrado ser el alma máter de las acciones a pelota parada en el Barcelona actual. Mucho ha innovado a lo largo de este curso y la mejoría del conjunto catalán en estas jugadas ha sido notable. En París asistimos a su última creación: adelantar a toda la línea (siete hombres) en la defensa de una falta lateral botada por el PSG, dejando en fuera de juego a todos los hombres de ataque del rival (hasta ocho futbolistas). El Barça estaba muy centrado, manejando bien el paso de los minutos y administrando a la perfección su ventaja para evitar los problemas del partido de ida de la fase de grupos, cuando el equipo parisino remontó el gol inicial de Messi. Lo intentaron los locales con un centro de Maxwell buscando a Cavani en el primer palo, pero su suave remate fue un caramelo para Ter Stegen.
A pesar de su buena gestión del partido, no estaba resultando ni mucho menos un choque fácil para el Barcelona, que sufrió las urgencias y la fogosidad del PSG. Iniesta se resintió de la rodilla derecha por un entradón de Cabaye, que lógicamente fue castigado con una amarilla. Andrés se pudo reincorporar, cojeando eso sí. También Luis Suárez recibió lo suyo al ser atropellado por David Luiz. Estaba el partido en un escenario tenso que explotaba con los lanzamientos desde la esquina, celebrados como un gol por la afición local. Pero no se volvió a mover el marcador, se mantuvo el cero a uno y entre sombreros de Neymar, robos de cartera de Luis Suárez a David Luiz (para ajustar cuentas a su manera) y los dolores de Sirigu en el hombro tras atrapar un suave disparo del uruguayo se llegó al descanso. Les vino bien a ambos equipos.
El doble tango de Luis Suárez en París
Sin cambios en ninguno de los dos equipos se reanudó el partido y el decorado no varió un ápice. Anduvo más animoso el PSG en ataque y Pastore obligó a lucirse a Ter Stegen ante un derechazo desde fuera del área que llevaba veneno. El guardameta alemán también tuvo que intervenir para detener un disparo de Rabiot, este mucho más asequible.
La fogosidad seguía imperando y le pasó factura de nuevo a Iniesta, que esta vez ya no pudo aguantar más y se vio obligado a abandonar el terreno de juego en camilla tras un empujón de Pastore que le dejó con tremendas muestras de dolor en la zona del sacro, justo al final de la columna vertebral. El manchego le dejó su sitio a Xavi en una apuesta de Luis Enrique por mantener el control del balón. Después supimos, afortunadamente, que la lesión de Iniesta no reviste mayor gravedad al tratarse solo de un golpe, doloroso, pero golpe al fin y al cabo.
El juego estaba tenso y preso de las cuentas cautivas que se debían ambos equipos. Hasta Messi vio la amarilla por un pisotón a Marquinhos. Faltas continuas y peticiones de ídems por ambas partes. El espectáculo discurría al ralentí, víctima también del uso y abuso del fuera de juego. El mismo Cavani frenaba su ímpetu por temor a estar en orsay, aunque en realidad estuviera en posición legal. La consecuencia inevitable es que los locales seguían sin explotar ninguna contra.
La incertidumbre terminó favoreciendo al Barcelona, que consiguió abrir brecha en el marcador. Raza, coraje, talento e instinto goleador se unieron en la jugada del segundo tanto visitante. Inició Montoya por la derecha, se apoyó en Luis Suárez y el uruguayo, partiendo desde la zona teórica de interior derecho, dribló a todo aquel que se puso en su camino hasta terminar batiendo a Sirigu. Primero le puso la sotana a David Luiz con un caño de bandera, después rompió a Marquinhos, protegió bien ante Maxwell y ante el portero no perdonó. El ex del Liverpool tiene el honor de ser el autor del gol 400 del Barcelona en la Champions y del gol 1.000 en competiciones europeas del cuadro blaugrana.
Fútbol control, jugadas bien hilvanadas y una presión intensa por todo el campo eran las tres recetas del Barça para mantener al PSG a raya, obligando a Blanc a buscar en el banquillo las soluciones que no encontraba en el campo. Sacó a Rabiot para dar entrada a Lucas Moura, pero el cambio apenas se notó. Solo un latigazo con el empeine de Cavani hizo que se volviera a lucir Ter Stegen. No obstante, el fútbol tranquilo de Xavi y la verticalidad de Rakitic, además del peligro constante creado por los hombres de ataque, mantenía el dominio del conjunto catalán. Luis Enrique aprovechaba para hacer cambios confiando en blindar al equipo: Mathieu salió por Rakitic, lo que adelantó al centro del campo a Mascherano y movió a Busquets a la posición de interior, dejando al francés en el eje de la defensa con Piqué. El ex del Valencia se estrenó con un acertado corte ante Matuidi.
Al Barcelona le valía con el cero a dos, pero no iba a despreciar la ocasión de marcar más goles teniendo en el equipo a un caníbal del área como es Luis Suárez. El uruguayo, que ya anotó un doblete en la ida de los octavos contra el City, volvió a ponerle la sotana a David Luiz y fusiló a Sirigu colocando el balón en la misma escuadra. Fue el cero a tres y el sexto tanto del charrúa en la presente edición de la Liga de Campeones (6 goles en 6 partidos).
Partido visto para sentencia y quién sabe si eliminatoria sentenciada, aunque el gol del PSG en los últimos diez minutos añade un poco de picante a la vuelta que se disputará el próximo martes en el Camp Nou. Mathieu estuvo desafortunado esta vez y desvió a su propia portería un envío de Van der Wiel que no confiaba en encontrarse semejante premio. De todas formas, no está al alcance de cualquiera ganar 1-3 en el Parque de los Príncipes, así que pocas bromas con este Barça. El Chelsea solo fue capaz de empata a un gol allí.