Gran partido de España, coronado por el gol de cabeza del central del Barcelona a cuatro minutos del final. Los checos jugaron dentro de su área chica y terminaron perdiendo allí. La selección termina con la maldición del 13 de junio.
Aunque no es la primera victoria de la selección de Vicente del Bosque en un primer partido de una fase final de un gran torneo de naciones (ya ganaron a Uruguay por dos goles a uno en la Copa Confederaciones de 2013), España necesitaba un debut así. Fue un triunfo más que merecido, no solo por el resultado sino por el juego desplegado. Quizá no parezca gran cosa, pero esta victoria era mortal de necesidad. La selección española no ganaba un primer partido desde el 4-1 a Rusia en el primer partido de la Eurocopa 2008, con Luis Aragonés en el banquillo; después llegaron el 0-1 contra Suiza en el Mundial 2010, el 1-1 ante Italia en la Euro 2012 y el doloroso 1-5 frente a Holanda en Brasil 2014.
Los malos precedentes en partidos inaugurales de grandes torneos se juntaban con la maldición del 13 de junio, una fecha maldita para la selección de nuestro país. Es el día del año en el que más veces (cinco) había jugado La Roja sin ganar jamás (un empate y cuatro derrotas). Pongámonos en antecedentes: un 13 de junio de 1963, España había sufrido su peor derrota en casa (2-6 contra Escocia). El 13 de junio de 1990, la selección española empató a cero con Uruguay (que falló un penalti) para abrir el Mundial de Italia. El 13 de junio de 1998, Nigeria derrotó a España (2-3) en el primer partido del Mundial de Francia. El 13 de junio de 2000 fue el día de la «cantada» de Molina ante Noruega (0-1) en el primer partido de aquella Eurocopa de los Países Bajos. Y el nefasto 1-5 contra Holanda en el Mundial 2014 también llegó en 13 de junio. Todo ese maleficio se terminó cuando el cabezazo de Piqué besó la red de la portería de Cech.
No hacía tanta falta como aquella noche de Viena contra Italia en 2008, cuando España superó al fin el Rubicón de los cuartos de final, pero a nuestra selección le vendrá muy bien este triunfo contra la República Checa. Enfrascados como estábamos en el debate sobre la portería española, el gran protagonista del partido fue el portero checo. Precisamente Petr Cech, uno de los mejores guardametas del mundo, se convirtió en un valladar casi inexpugnable. Con su casco, sus guantes y su indisimulable altura, construyó una armadora que mantuvo imbatida a su selección hasta los últimos instantes del partido. Ellos supieron jugar sus cartas, pero terminaron acusando su excelso cerrojo en el área chica. Fue allí donde perdieron el partido. Justo cuando algunos agoreros se remontaban al 13 de junio de 2000, temiéndose otro cante como aquel de Molina, apareció la cabeza de Piqué para embocar un pase mágico de Iniesta, que volvió a ofrecer una exhibición de controles, pases y filigranas imposibles. Solo el mago de Fuentealbilla puede convertir estos gestos de calidad en una rutina.
Pero no sólo se puede interpretar el triunfo español como una composición individual fruto de la calidad de Iniesta. La gran noticia que deja el partido es la gran actuación del resto de los componentes de la orquesta. Fue una obra compartida, una victoria coral. Si el centrocampista manchego lleva la batuta, los demás le saben seguir el ritmo. Empezando por Piqué, que supo colocar su cabeza donde lo exigía el perfecto centro de su compañero del Barça, y acabando por Álvaro Morata, todo movilidad en ataque y autor de las mejores ocasiones del primer tiempo. Pero tampoco se puede olvidar otra gran actuación de Silva, una pesadilla constante para el lateral zurdo checo, o la impagable labor de Busquets a la hora de recuperar balones.
El único lunar, que conviene apuntar en honor a la verdad, es la falta de gol de los hombres de ataque. Morata dispuso de tres ocasiones clarísimas para marcar y Aduriz también lo rozó, incluso de chilena, pero no hubo manera de que los puntas superaran a Cech y el ordenado planteamiento checo. Tuvo que ser un defensa el que lo lograra por alto en la recta final del encuentro, y eso debe de ser corregido en lo sucesivo para no echar de menos a los delanteros ausentes (Torres, Alcácer, Diego Costa).
Morata rozó el gol
La primera advertencia seria, aunque antes se habían sucedido leves aproximaciones, llegó coincidiendo con el primer cuarto de hora. Prolongó Juanfran por la derecha hacia la llegada por dentro de Silva y éste la jugó al medio para el remate a bocajarro de Morata, al que replicó perfectamente Cech.
Antes de la media hora la tuvo de nuevo Morata. Recuperó Busquets, se la dejó rápidamente a Iniesta y el de Fuentealbilla jugó entre líneas para Morata, que amagó y remató cruzado por bajo; el balón se marchó muy cerca del palo izquierdo del portero checo.
La movilidad de Morata por todo el frente del ataque y las llegadas por banda, ya fueran los laterales, los volantes del centro del campo o los extremos, cargaron de faena a los defensores checos, que achicaban el peligro como buenamente podían. Pero, sin duda, el fútbol de España pasaba por las botas de Andrés Iniesta, omnipresente en la circulación y distribución del balón. Entre Silva y él se repartían la organización de los ataques de una selección que dispuso de otras dos buenas ocasiones antes del descanso: un remate de Jordi Alba bien desbaratado por Cech y un disparo de Silva, desde el costado derecho, que también se encontró con el guardameta del Arsenal, sin duda el mejor de la República Checa en una primera parte absolutamente dominada por la selección española.
Iniesta frotó la lámpara y de ella salió un genio llamado Piqué
La segunda parte empezó como terminó la primera, con España totalmente volcada sobre la portería de Cech. Nada más empezar, Iniesta desató las hostilidades con un balón en profundidad para Morata, que la dejó correr hasta terminar poniéndola por bajo y el central checo Hubnik casi se introduce el balón en su portería. Del córner posterior estuvo a punto de llegar el primero de la tarde, pero los remates de Nolito y Ramos no superaron la resistencia checa. La sucesión de aproximaciones de los españoles era continua, pero no fructificaban y casi saca petróleo la República Checa en una contra que terminó con un intento del propio Hubnik salvado por De Gea, titular sin mucha faena después de toda la polvareda de los últimos días. Porque la mejor ocasión checa la sacó Fábregas cuando el remate de Selassie llevaba veneno.
Solo la precipitación motivada por la ansiedad podía desequilibrar la balanza en contra de España, que tenía todos los puntos a favor para llevarse la victoria. Simplemente faltaba un punto de definición en los metros finales y para ello, a falta de Alcácer o Torres, nadie mejor que Aritz Aduriz, que entró por Morata buscando el gol que antes había rozado el madrileño. El delantero del Athletic entró en el minuto 62 y fue el referente español arriba, ofreciéndose y asociándose continuamente con sus compañeros, e incluso sacándose de la chistera un remate de chilena que se marchó muy cerca de la portería de Cech. Antes la habían tenido Jordi Alba y Silva, pero no encontraron la manera de superar a Cech.
Los cambios buscaban las dosis de clarividencia y profundidad requeridas para desnivelar la balanza: Thiago por Cesc y Pedro por Nolito. El del Bayern y el del Chelsea no dejaron de ofrecerse y de intentarlo en ningún momento, pero finalmente fue Piqué el que superó la resistencia checa a cuatro minutos del final. Cazó en el segundo palo un centro magistral de Iniesta y de cabeza firmó el uno a cero, a la postre decisivo. Es el quinto gol de Piqué con España (los otros cuatro los marcó en 2009) y el primero que anota en un gran torneo de selecciones, pues sólo había marcado en las tandas de penaltis de las semifinales de la Confederaciones 2013, frente a Italia, y de la Eurocopa 2012 ante Portugal.