Por Felipe de la Torre @Tiulavara
El pasado domingo en los Campos de Sport del Sardinero el Racing de Santander conseguía ganar el partido de vuelta de los play off de ascenso a segunda división del fútbol español por un gol a cero ante la Unió Esportiva Llagostera, gracias a un auto gol de Marc Sellarés en un córner botado por Rubén Durán. Mañana en el mismo escenario se vivirá la ida de la eliminatoria de campeones de las 2ª división B, ante el Albacete, en un partido que servirá de homenaje a un equipo y afición que han llamado la atención de todos los amantes de éste deporte esta temporada por su unión y lucha.
Ha sido un año en el que han pasado muchas cosas alrededor del club cántabro, y la mayoría de ellas malas, sobre todo en el apartado institucional y económico. Se han pasado momentos realmente difíciles, en especial por parte de una plantilla y cuerpo técnico que nunca dejó de creer y luchar, al igual que la sufrida afición racinguista la cual siempre estuvo a su lado incondicionalmente. El equipo comenzó con unos sinvergüenzas dirigiendo el club en la sombra, y con una plantilla corta pero muy competitiva a priori para la división de bronce del fútbol español, con un entrenador curtido en la categoría como Paco Fernández, que pronto mostró cuales iban a ser las armas del Racing éste año. Orden táctico, entrega y pegada a la contra. Con esa receta futbolística que no a todos ha gustado en Santander, se ha ido creciendo y ganando partido a partido el derecho de ser equipo de segunda división.
Todo comenzó en Luanco, donde el Racing no pudo pasar del empate a un gol. Pero a lo largo de la temporada fue demostrando ser el mejor equipo del grupo uno, pese a no cobrar con regularidad y los continuos escándalos fuera del ámbito deportivo, donde la lucha tenaz y constante del racinguismo fue clave para evitar un desastre total en forma de desaparición. Lejos de ese desenlace fatal, la afición racinguista ha sido ejemplo de lucha por la salvación de su club, y de la mano de esta plantilla que pasará a la historia del Real Racing Club de Santander, ha mostrado al mundo que éste sentimiento es indestructible, pues a fuerza de entrega y perseverancia se ha conseguido un ascenso que a nadie se le escapa, es mucho más que eso. Es evidente que con la deuda que arrastra el Racing en estos momentos iba a ser prácticamente imposible de darle viabilidad en segunda división B, por eso el pasado domingo se consiguió algo más que un simple ascenso, se consiguió ganar la batalla de las batallas por la supervivencia del centenario club cántabro, aunque la guerra no ha acabado ni mucho menos.
En la Copa del Rey ésta plantilla demostró ser algo más que un buen grupo de futbolistas, demostró que comprendían y tenían interiorizado lo que significaba defender el escudo del Real Racing Club de Santander, poniendo la dignidad por delante del partido más importante de sus vidas deportivas hasta ese momento. Pero la vida les brindó el pasado domingo la recompensa, en forma de ascenso a segunda división tras un sufrido partido en el que el Llagostera se defendió como gato panza arriba. Sólo la diosa fortuna, o quien sabe si la diosa Cantabria, permitió que en el 87 entrase ese córner cerrado que botaba Durán y que Sellarés sin querer metía en su propia portería. Ese fue el momento donde un Sardinero lleno rompió a gritar, llorar, abrazarse, recordar, explotar de júbilo… en definitiva a dar salida a esa tensión de saber que era el todo o la nada, y ese gol significaba el todo. A pesar de que todos sabíamos que iba a haber una segunda oportunidad en caso de no ganar la eliminatoria, todos teníamos claro que debía ser de éste modo, ganando en la eliminatoria señalada.
Cosas de la vida, por segunda vez el Racing tiene un paso fugaz por la división de bronce del fútbol español y de nuevo consigue salir de ese pozo por un gol en propia puerta de un jugador rival en el partido clave. Haya sido como haya sido, a nadie le cabe la más mínima duda de que el Racing y el racinguismo merecía de una vez por todas pasar por algo bueno, algo bueno de verdad, que haga que mereciese la pena tantas lágrimas de impotencia, de rabia, de desesperación por el destrozo sufrido. Ahora con una directiva de transición que no ha estado a la altura de las circunstancias tocará volver a luchar fuera de los terrenos de juego para que este club siga caminando hacía donde le corresponde, la primera división, con una masa social y una estabilidad económica que esté por encima de los intereses de ningún otro factor que no sea el club y su gente.
Al acabar el choque, la fiesta se desató en Santander y la celebración fue propia de la magnitud del éxito conseguido. Pese a que ahora empiezan los tiempos de luchas palaciegas en el oscurantismo que siempre le ha gustado a los poderes fácticos de Cantabria por ver de que manera utilizar al club, son tiempos de felicidad en esa Cantabria verdiblanca que no ha permitido bajo ningún concepto que se deje morir a un club que generación tras generación va haciendo su leyenda más grande.
Mañana a las 18:00 H. se juega ante el Albacete la ida de lo que será la final por ver quién es el campeón definitivo de esta segunda B, el siguiente domingo a las 20:00 H. será la vuelta en el Carlos Belmonte y conoceremos el desenlace final, pero lo seguro es que pase lo que pase este equipo pasará a la historia. Han conseguido un ascenso que bien vale por otros 100 años de vida de un club que éste año ha estado seriamente amenazado de muerte, y eso les hace los más grandes campeones de todos los tiempos.
Esto sólo debe ser el primer paso en el retorno del Racing hacía la élite del fútbol español, de donde nunca debió salir. Y sobre todo, de la regeneración institucional y deportiva que haga que el club recaiga en las manos de quienes lo aman de verdad y saben cuales son sus valores, tanto dentro de un campo de fútbol, como fuera. Ahora, aunque sólo sea por unos pocos días, simplemente disfrutemos de haber vencido una de las batallas más difíciles de nuestra historia. ¡Aúpa Racing!