Villarreal y Sevilla empatan a cero en Castellón en un partido marcado por la gran actuación del guardameta internacional sevillista
Un chasco. El aficionado llevaba toda la semana esperando ver una locura similar a la vivida en el Sánchez-Pizjuán hace tan solo una semana, y lo que han visto han sido un partido al que el Sevilla de fuera de casa tiene a su afición tristemente acostumbrada. Entre el vendaval de los de Sampaoli hace unos días, y que el partido era frente a un rival directo como el Villarreal, todo parecía de color de rosas para disfrutar de una noche de fútbol fabulosa. Pero todo quedó en nada, porque los blancos se parecieron peligrosamente al Sevilla de Emery que vimos el año pasado a domicilio. Desde mayo de 2015 no gana este equipo un partido lejos de Nervión, y eso que hoy probablemente se enfrentó al peor Villarreal de los últimos años.
Venía el submarino de caer estrepitosamente en Mónaco en la previa de Liga de Campeones, con bajas numerosas y una plantilla claramente debilitada. Sampaoli se enfrentó a Escribá con un solo punta y defensa de cuatro, donde Mariano y Kolo hacían de laterales, mientras Vitolo campó a sus anchas como medio ofensivo. Tuvo más controladas las transiciones el equipo sevillista, pero desapareció por completo en ataque. El Sevilla tiene un claro problema en la salida de balón porque con N’Zonzi no basta. La semana pasada el Espanyol castigó duramente las pérdidas en la salida, y hoy el Villarreal ha estado a punto de hacerlo, pero entre la poca pegada y la actuación de Rico, se han dejado dos puntos en el camino. El partido tuvo sus fases, y como era de esperar y parece que será una costumbre jornada a jornada, el equipo hispalense tuvo el control de la pelota pero poco más. Vitolo estuvo perdido y fallón todo el partido en su nuevo puesto, Sarabia en la izquierda se escondió, y Franco Vázquez y Kiyotake, parecieron hoy dos jugadores totalmente opuestos a los que hicieron su aparición en Sevilla. La ausencia de Ben Yedder de inició la notó Vietto, que jugó de islote, y a todo esto hay que sumarle el esquema de los amarillos. Escribe atacó a Sampaoli con sus armas aprendiendo de lo que ya había visto frente al Espanyol. Metió una presión terrible arriba y los nervionenses se pegaron todo el encuentro regalando pelotas cuando intentaban sacarla desde atrás. Había en el campo un equipo totalmente partido. Por un lado los cuatro defensas y N’Zonzi, y por otro los de arriba, a los que costaba un mundo enviarles el balón. El Villarreal tapó al gigante que vino del Stoke y se acabó ahí el Sevilla. Encima las pocas veces que salían, casi siempre por la banda de Mariano, el repliegue del submarino era tan intenso que rara vez había superioridad en ataque. No tiró a puerta el equipo nervionense en todo el encuentro, todo lo contrario al rival.
Para variar, Trigueros y Bruno eran la prolongación del vital trabajo en la zaga de Musacchio y Víctor Ruíz. Los de Escribá ni notaron la lesión de Pato en la primera parte, y cada robo de balón era traducido en ocasión de peligro. Pero esta vez, estuvo Sergio Rico. Se cayó esta semana de la convocatoria de Lopetegui, y le han traído a Salvatore Sirigu para la competencia, y se ha reivindicado con cinco paradas vitales que bien valen un punto, la más meritoria en el 53 de partido cuando tras un movimiento de delantero total de Trigueros dentro del área, ha metido una mano abajo que ha desviado el balón a su propio larguero. Con el bajón físico el partido se abrió más para ambos equipos, llegó la fase donde todo podía pasar pero donde el peligro lo seguían poniendo siempre los locales. Nunca dio impresión el Sevilla de poder crear peligro ante un equipo muy serio atrás como este Villarreal.
El parón vendrá muy bien a ambos equipos, unos para tratar de recuperar efectivos, y a otro para cerrar la plantilla y tratar de mejorar un sistema completamente novedoso que aún tiene muchas fisuras. Aún así, buen comienzo de liga de dos de los equipos que seguramente acabarán como siempre estando arriba.