La conexión Messi-Villa da la victoria al Barcelona ante el Rayo
Con dos goles y una asistencia, el argentino lidera el triunfo azulgrana
Lesión de Adriano que estará entre cuatro y seis semanas de baja
Por Alejandro Rozada (@alexrozada)
En una noche de promesas incumplidas, se impuso la lealtad goleadora de la sociedad Leo Messi–David Villa. Se las prometían muy felices los barcelonistas. Animados por la histórica remontada del pasado martes, se agitaban en sus asientos en previsión de otra noche de muchos goles. Tuvieron mucha culpa de ello dos hombres que se empeñan en demostrar que lo que el fútbol ha unido, no lo separará el hombre. Fue la noticia refrescante de la noche. La alianza goleadora entre el argentino y el asturiano pone de manifiesto que serán fieles el uno con el otro hasta que los millones los separen. O en su defecto, las decisiones tácticas, esos extraños ataques de entrenador que se empecinan en apartar a Villa de la titularidad. A base de goles, asistencias y entrega constante, el delantero de Tuilla pelea por tener un sitio en el once. Si de Messi y de él dependiera, el Barcelona no habría incumplido la promesa goleadora que había realizado en el primer tiempo.
Como si fuera la tercera parte del partido contra el Milan del pasado martes, el Barcelona empezó lanzado. Salieron como un tiro los de Jordi Roura, que en apenas 10 minutos ya habían tenido un par de ocasiones claras; un pase de la muerte de Cesc que no encontró a Messi en boca de gol y una rosca endiablada del argentino que se estrelló en el larguero. El fútbol azulgrana era una marejada constante, un oleaje permanente, un ir y venir continuo. El Rayo improvisó un rompeolas con Arbilla, Figueras, Gálvez y Tito, más Adrián y Trashorras de faros, y Rubén de dique final. Así pudieron contener hasta bien avanzado el primer tiempo las aproximaciones de los azulgrana, tan volcados en el ataque que se quedaron sin darse cuenta con un hombre menos por la lesión de Adriano. El brasileño intentó rematar desde la línea de fondo, forzó demasiado y torció el gesto desde el primer momento, consciente de que la cosa pintaba mal. Se quedó tendido en el suelo, pidió el cambio e inmediatamente entró Alves en su lugar. Fue la peor noticia de la noche porque el de Coritiba estará de baja entre cuatro y seis semanas.
Messi y Villa se entienden
Para devolver la ilusión, Messi condujo un contragolpe desde el centro del campo y Villa lo culminó aprovechando el magnífico pase del argentino. Un gol a cero y el asturiano apuntando a Messi, dedicándole el tanto, aunque ese cuchillo entre los dientes casi apuntaba más a las malas lenguas que hablan de una mala relación entre ambos. Juntos y revueltos. Pero se debían el favor. Un rato después, la asistencia fue del Guaje y el gol de La Pulga. En ese instante pensamos que el Rayo había planteado un órdago a la grande y podía salir trasquilado del Camp Nou. Es lo que tiene la valiente apuesta de Paco Jémez. Un planteamiento futbolístico a muchos goles, que a veces caen en contra por las escasas precauciones adoptadas. Las oportunidades del Barça se sucedían, guiadas por el instinto de un Villa hambriento de gol. El descanso fue la mejor noticia para los rayistas.
En la segunda parte no cambió mucho el panorama. El palo salvó al Rayo de un envenenado disparo de Alves y el peso de la responsabilidad aplastó a Alexis con todo a su favor. El chileno se resarció a continuación con un preciso pase en profundidad para Messi que, tras dejar atrás a Arbilla, se plantó ante Rubén y le picó el balón lo justo para marcar el tercero de la noche, culminar su doblete y sumar ya 42 goles en el campeonato. A partir de aquí, el Barça bajó el ritmo y el oleaje dio paso a una marea baja y plana. El tic-tac del reloj monopolizó el sonido ambiental de la noche barcelonesa hasta que un murmullo indicó que algo había cambiado en el campo. En efecto era así. Tamudo entraba al terreno de juego y la gent blaugrana, que no olvida el Tamudazo que les costó una Liga hace unas cuantas primaveras, dirigió una sonora pitada al delantero. Indiferente al ambiente, el ex ariete del Espanyol marcó en el primer balón que tocó. Su facilidad de hacer goles en el Camp Nou es un infalible medidor de la categoría de este jugador y la talla de un valiente Rayo que no teme a nadie.
El resto del tiempo transcurrió con un intercambio continuo de ocasiones y golpes entre ambos equipos. Como si la victoria no estuviera en el marcador, sino en hacer temblar el mayor número posible de veces a Rubén y Pinto. Las palabrotas que musitaba el guardameta gaditano del Barcelona después de desviar un potente lanzamiento de Piti, ilustraban el estado de agitación en el que vivían los porteros. Sin tiempo para recrearse. Sin motivos para la gloria. Sin más honor que el de hacer bien su trabajo. Así acabó el partido. Sin Adriano, pero con fútbol, matrimonio goleador y, sobre todo, tres puntos más cerca del horizonte.