El Sporting cae ante un Sabadell que le dominó por completo y le desarmó con dos goles en cinco minutos en la recta final del encuentro.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Excusas fuera. Mal haríamos si nos dedicáramos a poner paños calientes. No sirven de excusas ni el arbitraje de Santos Pargaña, ni el hecho de que el Sabadell sea el mejor local de la categoría (suma 36 puntos en su campo, con 11 victorias y 29 goles a favor). La primera reflexión apunta a una renovación inaplazable, empezando por un relevo en el banquillo. Cada minuto que se pase sin adoptar una decisión clara al respecto es un minuto perdido, y el Real Sporting de Gijón no se puede permitir el lujo de perder el tiempo. Se le está yendo el ascenso mientras transmite una imagen preocupante que sonroja y angustia a la afición, impotente al contemplar la caída libre de un equipo que aspira a mucho más que a pelear por meterse en el play-off. Primero se perdió el liderato, después se cedieron puntos respecto al primer clasificado, a continuación se cayó del ascenso directo y ahora mismo se hace la goma con la zona de promoción. Lo dijo José Ramón Sandoval cuando llegó a Gijón: “Puerta grande o enfermería”. La pasada temporada ya se salvó la categoría de una forma angustiosa y, a este ritmo decadente, esta campaña puede ser igual o peor. Porque da la impresión de que cualquier equipo puede ganar al Sporting, ya van tres derrotas consecutivas. Sea Abelardo o quien sea, es urgente un cambio de entrenador. Porque este club está tocado y hundido. Y la enfermería está abierta de par en par; de momento se han pasado por ella Lora, Nacho Cases, Iván Hernández y Scepovic, que acabaron con molestias el partido, demostrando la deficiente preparación física realizada por el cuerpo técnico de Sandoval.
El Sporting que compareció ante 4.000 aficionados en la Nova Creu Alta no se mereció nada, ni siquiera la suerte y los saludos protocolarios. Nos negamos a culpar al árbitro; sería absurdo, cínico y cobarde. Sí, expulsó a Santi Jara pero la culpa la tiene el jugador por cometer un pecado de ingenuidad y juventud al reclamar airadamente una falta cuando apenas llevaba un par de minutos en el terreno de juego. Antonio Santos Pargaña es como es, tiene la experiencia que tiene (escasa) y vale para lo que vale (para poco). Pero no lo vamos a cambiar a estas alturas, y menos si se recuerda el partido contra el Zaragoza en El Molinón. Esta vez no sacó ni amarillas. Aún así, entrenador y directivos del Sporting estaban de risas con él antes de empezar el partido en el estadio catalán (ver foto adjunta, cortesía del periodista Rodrigo Fáez). Quizás por eso aplicó la vista gorda desde el principio hasta el pecado capital de Jara, dejando de pitar un rosario de faltas sobre los jugadores del Sabadell, consintiendo la excesiva contundencia del Sporting y señalándoles fueras de juego inexistentes. A todo se sobrepuso el bravo conjunto de Miquel Olmo, un trabajado equipo que redujo a la mínima expresión la ya de por sí escasa producción futbolística del Sporting de su colega Sandoval, un cuadro que no juega a nada y a lo que juega lo hace mal. Para llorar.
El equipo está roto y la afición desesperada al ver desangrarse de esta forma a un equipo que fue tan grande en su día. La historia exige más, mucho más. Para empezar obliga a dignificar el escudo, la camiseta y los símbolos evitando, por descontado, no firmar ridículos como el de este sábado en la Nova Creu Alta. Empezando por la cantada de Alberto, la expulsión de Santi Jara y acabando por la falta de criterio táctico que acusa un conjunto marcado por las nulas soluciones que ofrece José Ramón Sandoval. Demasiado toro para tan poco torero. Futbolistas y entrenador están obligados a sentir, al menos, la mitad de pasión y compromiso que los aficionados, y decimos la mitad. Por no hablar de los directivos, que no se sabe si están para servir o para servirse. Llevan más de veinte años al frente del club y el sportinguista de a pie todavía no sabe a qué carta se la juega con un consejo que no le representa como él se merece. Hace demasiado tiempo que la directiva del Sporting ha dejado de escuchar la voz de la afición, vive de espaldas a la grada y va a lo suyo. Se comprobará si no destituyen de inmediato a Sandoval. Todo duele, pero estas cosas mucho más. Porque el mayor patrimonio que tiene un equipo de fútbol, y no nos cansaremos de repetirlo, es su afición. Los ocupantes del palco de El Molinón parecen desconocerlo. Así nos va. Llevan dos décadas largas manejando al Sporting de Gijón como a un juguete roto. Y todavía habrá que dar gracias porque la cosa todavía no vaya peor. A este paso, todo es posible, sobre todo lo malo.
Un ridículo estrepitoso
Como no sabe lo que le queda en el convento, Sandoval volvió a jugar a ese juego de los bandazos tácticos que tanto le gusta y con tanto afán lleva protagonizando desde que se sienta en el banquillo del Sporting. Y en una cana al aire de las suyas, otro guiño populista de los que tanto le agradan, devolvió a Stefan Scepovic al eje del ataque, aunque no se sabe si por devoción, costumbre u obligación, Stefan se dejaba caer a banda continuamente. Le interesaba al entrenador madrileño reconciliarse con el artillero serbio. El asunto no es baladí: su cabeza estaba en juego. Y tras el tirón de orejas que le dio Scepovic esta semana («Me cuesta defender y regresar tan atrás. No llego fresco arriba»), tocó complacer al serbio a costa de relegar al purgatorio del banquillo al bueno de Dejan Lekic. Por lo demás, Alberto volvió a la portería, Bernardo a la zaga, y Sergio y Barrera al centro del campo.
El primer aliado rojiblanco fue, curiosamente, el árbitro. No pitó una falta clara de Iván Hernández sobre Gato cuando éste se iba solo hacia la portería de Alberto y sí señaló un fuera de juego inexistente del propio Gato. No había pasado un cuarto de hora y Santos Pargaña ya indicaba por dónde le soplaba el viento. Hay elementos que no se pueden controlar y otros que sí se pueden controlar, pero el cuerpo técnico del Sporting no lo hace: el estado físico de los jugadores. Se comprobó cuando Scepovic se llevó las manos a sus rodillas y encendió todas las alarmas. Sandoval se volvió, buscó rápidamente a Lekic y le pidió que calentara rápidamente antes de ingresar al terreno de juego. Vuelta y vuelta del serbio para regresar al banquillo porque su compatriota se recuperó y se pudo reincorporar. Su gozo en un pozo, porque no se volvería a vestir de corto esta tarde.
A falta de ocasiones, la lupa sobre el colegiado y los elementos extradeportivos constituían el mayor atractivo en un partido infumable, solo animado por algún arreón local que terminó invalidado por una mano bien señalada. El dominio era para el Sabadell, aunque se llevó un buen susto por una mala entrega de Nauzet, que pegó en la espalda de Scepovic y su desvío se marchó cruzado para que lo recuperase el guardameta. El Sportig tardó 35 minutos en realizar su primer disparo a puerta, corrió a cargo de Isma López y se marchó muy cerca del palo izquierdo de Nauzet. Los locales estaban de los nervios por culpa del tendencioso arbitraje de Santos Pargaña, que no dejó de sancionar faltas e infracciones que solo él acertaba a ver. De este escenario crispado se intentó aprovechar el Sporting y casi lo consigue Barrera con una rosca que se marchó muy cerca del arco después de que el árbitro dejara seguir la jugada tras un derribo sobre Lora. Entre protestas, juego parado y ocasiones aisladas murió una primera parte con muy poco fútbol.
El paso por el vestuario le vino bien al Sporting, porque se reincorporaron al campo con más ímpetu y afán dominador. Isma López se convirtió en el mayor peligro y, en apenas dos minutos, firmó un par de aproximaciones de mediana importancia: una volea descolocada y un centro-chut que se marchó fuera por escaso margen. Si a la limitada propuesta futbolística del Sporting, demasiado dependiente de los arreones por la izquierda, se le suma la pobreza del planteamiento del Sabadell, el desenlace es un espectáculo atroz, aburrido y exasperante, tanto que los aficionados catalanes acabaron de los nervios al sufrir además el nulo criterio de Santos Pargaña para impartir justicia. Ni amarillas sacaba. Estamos en tiempos de crisis y tampoco conviene derrochar en eso, por lo visto. Entre tanto, los sportinguistas mareaban la perdiz a base de pasarse el balón en zonas improductivas, lo que normalmente deriva en comprometedoras pérdidas de balón. Así se fue creciendo el Sabadell y casi salta la banca con un cabezazo de Aníbal que atrapó Alberto con una estirada en la línea de gol.
Como el juego del Sporting estaba más parado que un carro sin ruedas, Sandoval recurrió al comodín del banquillo y en concreto a su cambio estándar, Carlos Carmona. El balear ingresó por un Álex Barrera que solo apareció a ráfagas y notó que fue su primer partido después de la lesión en Jaén. No se sabe si fue por esta sustitución, pero los visitantes se animaron. A la salida de un córner botado por Isma López, remató de cabeza Luis Hernández y el balón se marchó cerca del larguero de la portería catalana. La nota más preocupante del segundo tiempo fue la retirada por lesión de Lora, tocado en su pierna derecha por un golpe, y tuvo que dejar a Santi Jara su sitio en el campo. Lo del de Almansa en la Nova Creu Alta fue un visto y no visto. Salió al campo y en la primera jugada que tocó el balón, sufrió una falta, la estaba reclamando desde el suelo, dio una patada sin balón a un rival y esa acción resultó inconcebible a ojos del colegiado y lo expulsó ‘ipso-facto’ después de no haber sacado ni una tarjeta amarilla. El manchego no estuvo ni cinco minutos sobre el césped. Pecado de osadía, un chiste de mal gusto, sin gracia, de vergüenza, la viva imagen de la decadencia que vive este equipo desde que se arrastró por los campos de Primera División en la temporada del último descenso (2011-12). Algunos sportinguistas, no sin razones, ven más allá y sitúan el origen de todos los males en la conversión en sociedad anónima deportiva del año 1992, cuando pasó a manos del grupo que preside el empresario José Fernández, quien controla el mayor porcentaje accionarial de la institución. Para muchos, Fernández es el indiscutible culpable de todo lo malo que le pasa al Sporting.
Es imperdonable el comportamiento de Santi Jara, pero tampoco conviene señalar con el dedo para responsabilizar única y exclusivamente al chaval de Almansa del enésimo ridículo del Sporting. Su actitud no fue la adecuada en un futbolista profesional, pero tampoco lo fue la de sus compañeros que, a raíz de la expulsión, se dejaron ir de manera imperdonable hasta tirar por la borda sus remotas opciones de rascar un mísero punto de la Nova Creu Alta. Uno de los pocos que intentó tirar del carro, dignificando la camiseta, fue por enésima vez Nacho Cases, pero se fue lesionado y sustituido por Mandi. Este cambio terminó de encerrar al Sporting en su campo. Hasta cuatro saques de esquina en menos de diez minutos botó un Sabadell ya volcado completamente al ataque a raíz de la entrada de Tamudo por Antonio Hidalgo. No se conformaban con el empate y se sobrepusieron al recurrente lloro arbitral que tanto le gusta a José Ramón Sandoval. Se fueron con todo al ataque y a la salida del cuarto córner prácticamente consecutivo, tras un gran jugada de Collantes culminada con un preciso centro, marcó Aníbal Zurdo de cabeza.
El delantero mexicano, la estrella indiscutible de este conjunto, acudió puntual a su cita con el gol para hacer justicia con los méritos de su equipo, absoluto dominador del partido hasta el minuto 84 en el que llegó el ansiado gol, antes de irse del campo recibiendo una merecida ovación de su afición cuando dejó su sitio a Martí Crespí. Y en pleno ridículo de los visitantes, que deambulaban como momias por el césped, llegó el cante de Alberto, se le escapó el balón y Tamudo se aprovechó para marcar el segundo. Un viejo zorro del fútbol, que ya ganó una Copa del Rey con el Espanyol partiendo de un fallo del ex guardameta del Atlético de Madrid, Toni Jiménez, volvió a sacar petróleo de un error de un portero. Juanjo pudo aumentar la diferencia en el marcador, pero su ajustado disparo se marchó pegado al poste izquierdo de la portería del Sporting. Y lo más triste es que el Sporting tuvo su mejor ocasión del partido en el tiempo de prolongación, en un uno contra uno de Isma López contra Nauzet que salvó el portero local. Esta postrera ocasión deja con peor cuerpo si cabe a los sportinguistas, que no entienden cómo su equipo se pasó 90 minutos sin tirar a puerta y tuvo que esperar a los minutos añadidos para tirar entre los tres palos. Lamentable. Es imperdonable perder así.
LA FICHA TÉCNICA
Sabadell: Nauzet; Cristian, Kiko Olivas, Carlos Hernández, Clerc; Hidalgo (Tamudo, minuto 79), Juanjo Ciércoles, Longás; Gato, Aníbal Zurdo (Crespí, minuto 87) y Sotan Tanabe (Collantes, minuto 66).
Sporting: Alberto; Luis Hernández, Bernardo, Iván Hernández, Canella; Álex Barrera (Carmona, minuto 67), Sergio, Cases (Mendi, minuto 76); Lora (Jara, minuto 73), Scepovic e Isma López.
Goles
1-0: minuto 84, Ánibal, de cabeza, a centro de Collantes.
2-0, minuto 88, Tamudo, aprovechándose de un error de Alberto.
Árbitro: Santos Pargaña (Comité Andaluz). Roja directa a Santi Jara (minuto 75). No hubo más amonestaciones.
Incidencias: Estadio de la Nova Creu Alta, con 4.000 espectadores en las gradas. Terreno de juego en aceptables condiciones.