El Barcelona no sentencia en París tras un final de infarto
Un fallo garrafal de Valdés en el último minuto mantiene vivo al PSG
Las lesiones de Messi y Mascherano añaden incertidumbre sobre el futuro azuglrana
La crónica de Alejandro Rozada (@alexrozada)
En uno de los grandes coliseos del fútbol europeo, el Fútbol Club Barcelona escenificó una pintoresca ópera prima. El Parque de los Príncipes acogió una particular ceremonia futbolística que concluyó con un empate agridulce para los azulgranas. No cabe hablar de mal resultado porque el partido de vuelta en el Camp Nou alimenta el favoritismo del Barcelona, pero el parte de lesiones invita cuanto menos a la precaución. Las caras de euforia de los seguidores y futbolistas del París Saint Germain es la imagen que ilustra a la perfección las sensaciones con las que terminaron unos y otros. Mientras que el barcelonismo se tiraba de los pelos por ceder un empate en el último suspiro, en el PSG imperaba un ambiente festivo. Ni en sus mejores sueños concibieron un final de partido como el que les propició el garrafal fallo de Víctor Valdés, que desafinó en París en el momento menos adecuado. Y eso que el guardameta catalán mantenía hasta la fecha un peculiar idilio con la capital francesa. Lo cierto es que la rocambolesca partitura del partido invitaba a pensar en un despropósito. Al final, el presagio se hizo carne por obra y gracia de Valdés, que cantó en un suave remate de Matuidi.
Pero el principal problema del Barcelona se encuentra en la enfermería. Allí ya se sabía que estaban Puyol y Adriano, pero Mascherano y Messi también están ahí desde este martes. Los dos argentinos salieron heridos de la batalla en el Parque. El Jefecito estará fuera de los terrenos de juego durante seis semanas por una rotura del ligamento de su rodilla derecha tras un choque fortuito con Jordi Alba, mientras que el Pibe de Oro fue sustituido al descanso por una lesión en el bíceps femoral de la pierna derecha que le impedirá jugar el partido de vuelta, a falta de que este miércoles se le hagan más pruebas para conocer el alcance exacto de su lesión. En cualquier caso es una notable complicación para Tito Vilanova, que deberá resolver un complicado rompecabezas cuando aún no le ha dado tiempo ni para saborear su feliz regreso a la rutina deportiva. El fútbol, muchas veces, no comprende de sentimentalismos.
Improductivo dominio francés
Parte de lesiones al margen, el desarrollo del partido no fue tan negativo para el Barça. Desde los primeros minutos del encuentro se percibió que la divina providencia futbolística no iba a castigar con especial virulencia al equipo azulgrana. Al menos, en lo que al resultado se refiere. Porque el PSG tuvo muchas y muy buenas ocasiones para tomar ventaja en el marcador. Un remate de Lavezzi desviado por Busquets al palo contra su propia portería, un disparo raso de Pastore que exigió una intervención en dos tiempos de Valdés y un zurdazo de Ibrahimovic que se marchó cruzado por muy poco. Asustaba el bagaje ofensivo del equipo parisino en la primera parte, más si cabe por la amenazante presencia del torreón sueco en el ataque y de las peligrosas llegadas de los alfiles argentinos, complementados peligrosamente con el brasileño Lucas Moura y culminando la producción creativa de Beckham y, sobre todo, Matuidi en el centro del campo.
El Barcelona intentó contener el torbellino ofensivo francés con su mejor arma, el balón. Se apropiaron del cuero apoyados en sus mejores equilibristas: Busquets, Xavi e Iniesta. Obra del manchego fue la primera ocasión de claro peligro del Barça en la primera parte con una rosca que se marchó silbando por encima de la escuadra del PSG. Pero si algo diferencia a los grandes equipos como el Barça es la pegada. Y casi sin querer, en los últimos minutos del primer tiempo, llegó el gol. En su mejor aportación del partido, Dani Alves le sirvió un gran pase con el exterior a Messi y el argentino, más listo que nadie, se acomodó el balón para soltar un latigazo cruzado imparable. Volvió a aparecer en el momento más adecuado Leo I de Barcelona, que casi deja en herencia otro gol si llega a apuntar mejor en la delicada rosca que se inventó antes de abdicar del terreno de juego por una indeseable lesión muscular.
Un segundo tiempo de locura
Sin Messi sobre el tapete, Vilanova y su cuerpo técnico se tuvieron que afanar en calibrar una solución de garantías para afrontar con tranquilidad el segundo asalto. Salió Fábregas al campo en una nueva reivindicación de la apuesta por el falso 9 para propiciar continuos movimientos en el ataque aprovechando la movilidad de Alexis, Villa y del ex del Arsenal. La apuesta por el dinamismo ofensivo se tradujo en un dominio claro de la posesión aunque no terminaba de llegar el gol que podría encarrilar la eliminatoria. La fogosidad del PSG creaba muchas complicaciones a Piqué y Mascherano, que se tenían que esmerar para detener las embestidas de Ibra y compañía. Tan es así, que el argentino vio la amarilla que le impediría jugar la vuelta en el Camp Nou por una entrada a destiempo sobre Ménez. No era la noche del Jefecito, que a continuación sufrió un choque fortuito con Alba que le dejó malherido. Ambos jugadores se quedaron fuera del terreno de juego con un córner a favor del PSG y la siguiente jugada acabó, como era previsible, en tragedia. Recogiendo un cabezazo al palo de Thiago Silva, Ibrahimovic marcó el empate en claro fuera de juego.
Mascherano cedió su lugar a Bartra, un telonero que se encontró con que tenía que componer una sinfonía de primera categoría en un complicado escenario. El canterano se acomodó en una defensa claramente de circunstancias en la que resultó providencial Alves al salvar un peligroso envío sobre Gameiro. La situación era extremadamente delicada para el Barcelona, pero en esas estaban cuando se les apareció Sirigu. Alexis, hasta entonces desacertado y completamente negado de cara a gol, fue arrollado por el guardameta del PSG dentro del área del equipo parisino. Penalti claro que Wolfgang Stark no pasó por alto. No estaba Messi pero sí estaba Xavi, que no perdonó el lanzamiento. La cosa pintaba muy bien porque, entre tanto despropósito, el Barça se encontró con el partido ganado a un suspiro del final. No contaba con que 90 minutos en el Parque de los Príncipes son «très longs» y, en el tiempo añadido, Matuidi superó a Valdés con un disparo envenenado que descolocó por completo al guardameta azulgrana y se lo tragó por completo.
El gol de Matuidi fue la nota final de la desafinada partitura que le salió a la orquesta azulgrana en París. Ni fue un valls, ni fue un tango. Ni siquiera una sardana. Fue un completo despropósito de partido que les ha salido muy caro a los azulgranas. El Barça se encuentra ahora con una defensa de circunstancias que Vilanova y su cuerpo técnico se deberán de afanar en recolocar; al margen de la tremenda ausencia de Messi, baja con casi toda probabilidad para el decisivo partido de vuelta en el Camp Nou. El barcelonismo, decisivo en la mágica remontada ante el Milan, deberá volver a remar para llevar en volandas a sus jugadores en otra noche mágica que debería conducir a las semifinales de la Copa de Europa por sexto año consecutivo. Semejante logro bien vale un sufrimiento en París.
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