Como si se hubiera despertado de golpe del hermoso sueño que había vivido a lo largo de 2015, el Sporting vivió una pesadilla de partido en Ipurúa. Un año inolvidable para el sportinguismo, culminado por el inesperado y heroico ascenso del mes de junio, ha deparado un epílogo lamentable. No olvidemos, pese a todo, que hay mucho que agradecer a esta plantilla y a este cuerpo técnico; por este motivo, nos lo tenemos que pensar dos y hasta tres veces antes de criticar a este equipo. El problema es que derrotas tan incontestables como la de este miércoles frente al Eibar, dejan un poso de amargura y frustración que incita a la crítica fácil. No caeremos en ese error, pero trataremos de explicar semejante papelón.
La impotencia, la descoordinación y los desaciertos se apoderaron del Sporting en tierras vascas. Los hombres de Abelardo dieron la sensación en todo momento de no saber cómo meter mano al rival, ni siquiera de crearle peligro; estuvieron tan desorientados que ni Cuéllar y Lora se pusieron de acuerdo para intercambiarse el brazalete de capitán cuando el mostoleño fue sustituido por Álex Barrera en el segundo tiempo; tal cúmulo de despropósitos se reflejó en los dos goles del Eibar, que desnudaron a una defensa que está cogida con pinzas. Las bajas de Bernardo y Luis Hernández en el eje de la zaga pesan demasiado y descubren un entramado descompensado totalmente por la ausencia de Sergio Álvarez, indiscutible alma máter de este equipo, un futbolista al que se valora todavía más en sus ausencias que en sus presencias, y eso es mucho decir en un recién ascendido como el conjunto gijonés que tiene la misma plantilla que el curso pasado, salvo retoques puntuales.
En su estreno como titulares en Liga, Rachid y Guitián demostraron que tienen aptitudes suficientes para formar parte del primer equipo del Sporting. Uno puede ser el hilo conductor de las jugadas o el brazo ejecutor de todo tipo de acciones a balón parado, pero acusa la falta de compañía para distribuir y organizar el juego; quizás, debería ser el complemento y no el sustituto de Nacho Cases, con el que seguramente se entendería mejor que con Mascarell. Parece un lujo demasiado innecesario prescindir de Cases en el once titular. El central, por su parte, dio la cara en todo momento y se entendió bien con Meré hasta que pagaron la novatada, se saltaron las costuras de la zaga de emergencias que había montado Abelardo y terminaron quedando en evidencia en la jugada del segundo gol, cuando tiraron mal el fuera de juego y Borja Bastón les terminó robando la cartera a los dos. La juventud es un divino tesoro, sí, pero también un pecado mortal si se trata de cubrir las espaldas ante un delantero tan experimentado como Bastón. Hasta entonces habían rayado a un gran nivel porque en la jugada del primer tanto, el que quedó en evidencia ante Keko fue Álex Menéndez, que parece empeñado en que añoremos a Isma López.
El Eibar marcó dos goles y pudo marcar unos cuantos más porque después de anotar el segundo, causaron estragos en cada aproximación al área de Cuéllar, que precisamente terminó siendo atendido tras sufrir un golpe con Borja Bastón. Demostraba así el guardameta del Sporting la impotencia que sintieron sus compañeros en Ipurúa, un campo tan estrecho que ni siquiera funcionaron las diagonales y los cambios de ritmo de Halilovic. Y esa es otra: los problemas que tiene el equipo de Abelardo en los metros finales. El croata se pierde en regates, Ndi se empacha de balón, Jony hace la guerra por su cuenta y Sanabria se convierte en el llanero solitario en la punta del ataque.
Conviene que el míster y sus ayudantes trabajen la faceta ofensiva del equipo cuanto antes porque, sin solución de continuidad, el Sporting afrontará un duelo dramático el próximo lunes contra el Getafe. Y eso sin olvidar la defensa, que no soporta más remiendos. Lo mejor de este mal final de un año histórico es que el conjunto rojiblanco acabará la jornada fuera de los puestos de descenso gracias a los tropiezos de sus rivales directos por la permanencia. Es un nimio consuelo, de acuerdo, pero hubiese sido demasiado cruel ver al Sporting de Gijón despedir el 2015 entre los tres últimos clasificados.
La viva imagen de la impotencia
El Sporting fue más de los guajes que nunca en Ipurúa. Ausentes Bernardo, Luis Hernández y Sergio Álvarez, la principal novedad fue la presencia de Guitián, que se estrenaba en Liga tras debutar en la Copa frente al Betis, como pareja de Meré en el eje de la defensa. Álex Menéndez volvió al lateral izquierdo para atender mejor a las coberturas defensivas, Rachid suplió a Cases para acompañar a Mascarell en la sala de máquinas y Tonny Sanabria regresó a la punta del ataque tras su hat-trick a Las Palmas y ser baja en el Sánchez-Pizjuan.
Ipurúa no es un campo fácil. Allí perdió 3-0 el Sporting de Sandoval hace dos temporadas y allí ganó 0-3 el de Preciado en la 2007-08, el curso del penúltimo ascenso, así que cualquier cosa podía pasar allí este miércoles. Esos malos precedentes no justifican el mal resultado de este miércoles, aunque al menos demuestran que no fue una derrota particularmente inesperada. Cuando se visita ese estadio, conviene sacar las baterías antiaéreas porque los balones colgados al área y los envíos en largo, buscando las referencias de Borja Bastón y Sergi Enrich en ataque, fueron las principales bazas del Eibar de inicio.
Resulta un ejercicio agotador para los aficionados y los propios futbolistas estar todo el tiempo mirando para arriba, como si el partido se jugara por el aire y no a ras de césped. La sensación de agobio es mayor si cabe en un campo tan estrecho, donde las gradas están pegadas al terreno de juego y los seguidores locales están tan cerca del desarrollo del juego hasta el punto de casi tocar con la yema de los dedos a los jugadores en la banda de los banquillos. Y donde no llega la afición, llega la megafonía, muy presente antes, durante y después. Ellos se encargaron de animar un partido feo, pesadote y rocoso, solo animado por escaramuzas individuales de Saúl Berjón y Halilovic en el primer tiempo, que se fueron desviadas. La defensa del Sporting supo combatir las acometidas aéreas hasta que el conjunto armero decidió echar cuerpo a tierra y rasear el balón. Por ahí llegaron los goles de Keko y Borja Bastón en el segundo periodo, que le dieron una merecida victoria a los locales y una dolorosa derrota para los visitantes.
El Eibar acaba 2015 en la zona cómoda de la clasificación, con 24 puntos, nueve por encima de un Sporting al que ya atenaza la sombra del descenso a un solo punto.