El Real Madrid goleó al Cruz Azul en el Gran Estadio de Marrakech
Marcaron Ramos, Benzema, Bale e Isco. Cristiano se quedó con las ganas
Iker Casillas volvió a parar un penalti, el segundo en menos de una semana
Y botó el Gran Estadio de Marrakech, convertido por una noche en el pequeño Bernabéu marroquí. Fue el día más feliz para la amplia colonia madridista que vive en tierras marroquíes. Necesitaron 48 años para ver por allí a su equipo del alma y lo disfrutaron a lo grande. Porque no fue un partido más y no vieron a un Real Madrid cualquiera; fue toda una semifinal del Mundial de Clubes y acogieron al vigente campeón de Europa. Este áurea se reflejó sin filtros sobre el césped, donde el Madrid goleó sin ambages, demostrando que los cuentos siempre deparan un final feliz para los más fuertes. Fueron las mil y una noches del madridismo.
Cierto que el Cruz Azul fue muy poquita cosa y no hizo honor al apelativo de «La Máquina». Cierto también que no marcó Cristiano y eso dejó con un relativo poso de amargura a sus incondicionales y al propio portugués, insaciable como él solo. Pero vieron cuatro buenos goles obra de Ramos, Benzema, Bale e Isco, amén de un sinfín de destellos de calidad de los propios goleadores, del susodicho CR y del ingeniero Kroos, además de las cabalgadas de Dani Carvajal, un lateral imparable desde que Ancelotti le permitió dar un paso adelante para cubrir todo el carril diestro. Hasta pudieron ver a Casillas parar un penalti, el segundo que detiene el capitán blanco en cuatro días y ante un rival al que le tiene comida la moral porque ya le detuvo tres lanzamientos en el Teresa Herrera de 2001. Corren buenos tiempos para la lírica madridista.
Partidazo de Carvajal
Nada nuevo bajo las nubes marroquíes. Sin sorpresas. Ancelotti apostó por los once jinetes habituales, a excepción de la presencia de Illarramendi en la posición de James, que sigue entre algodones. En el conjunto mexicano sobresalía la presencia de dos viejos conocidos de nuestro fútbol: Pavone, ex del Betis, y Torrado, ex del Racing y del Sevilla, entre otros equipos españoles.
Las hostilidades se desataron desde bien temprano, que para algo es un Mundial (de clubes). La primera aproximación fue del Real Madrid: gran centro de Carvajal desde la derecha, la recogió en el segundo palo Benzema y a bocajarro Corona le robó la miel de sus botas a Cristiano, que ya se relamía pensando en el gol. Ocasión al margen, el asunto respondía a las expectativas: un Madrid que se gustaba a partir de largas posesiones y eléctricas cabalgadas por la banda, y un Cruz Azul bien replegado y aguardando su oportunidad a la contra. La tuvo tras un magnífico caracoleo de Rojas ante Marcelo que terminó con el balón paseándose por delante de la portería de Casillas y que no cazó Pavone por muy poco.
El aviso no impresionó al Madrid, que no varió ni un ápice su apuesta y siguió madurando el partido para que se terminara cayendo de su lado. Y no tardó en decantarse la balanza a su favor. Carvajal provocó una peligrosa falta en el perfil derecho del ataque tras chocar contra Pinto como dos mercancías. El lanzamiento lo botó Toni Kroos con ese guante que tiene por pie derecho, balón al corazón del área mexicana, salida a por uvas de Corona y Sergio Ramos, otra vez Ramos, cabeceó a la red. El héroe de la Décima volvió a imponer su ley a pelota parada desatando el delirio en ese pequeño Bernabéu en el que se convirtió el Stade de Marrakech por obra y gracia del madridismo militante. Apenas un cuarto de hora tardó el Madrid en encarrilar el asunto, galones obligan.
Tras el gol, el Madrid siguió explotando esa autopista hacia el cielo que tiene por la derecha, con un Carvajal cada vez más acomodado a su nuevo rol de extremo derecho. Casi todos los ataques se volcaban hacia ese costado por el que también se dejaba ver el ingeniero Kroos, ya fuera a balón parado o en puntuales destellos de calidad. Aunque para destellos los de Isco Alarcón, el funambulista blanco, siempre buscando el más difícil todavía a través de conducciones y pases inverosímiles. El espectáculo resultaba del todo atractivo para los blancos, que si algo saben es navegar con el viento a favor.
Aunque hubo algún tímido avance del Cruz Azul, el Real Madrid tenía bien controlado el partido. Kroos probó fortuna con un disparo desde la frontal tras una exquisitez de Isco y salvó Corona demostrando que la ingeniería germana también padece eso del ensayo y el error. El que no padeció ese viejo método heurístico fue Dani Carvajal, plenamente adaptado a su nuevo rol de falso extremo derecho. Todo lo que hizo lo hizo bien, tal y como demostró en la jugada del segundo gol. Avanzó por la línea derecha, burló a su par como si fuera un cono (incluso con más facilidad porque le tiró un caño antológico), ganó la línea de fondo y la dejó atrás para que Benzema hiciera los honores goleadores poniendo el broche ideal a un jugadón que hizo honor al viejo oficio del carrilero, reinstaurado de manera magistral por el ex del Leverkusen auspiciado por Carlo Ancelotti.
Con tan cómoda renta a su favor, el Madrid se pudo dedicar tranquilamente a contemporizar la ventaja. Eso sí, se llevó un par de buenos sustos. Primero un penalti tonto cometido por Ramos sobre Pavone muy mal tirado por Torrado y bien parado por Iker Casillas, el segundo que para el capitán madridista en menos de una semana y al que ya le paró tres en un Teresa Herrera de hace 13 años; y después un pecado de confianza de Illarra en una cesión hacia atrás dejó al propio Pavone solo ante Casillas, pero se le cayó la noche encima al ex del Betis y le dejó el balón a placer al guardameta. Parece mentira que un tipo de 32 años, veterano del Vietnam futbolístico, cometa semejante error en un mano a mano.
Y Cristiano se quedó sin marcar
El mayor atractivo del segundo tiempo estaba en saber el número de goles que conseguiría el Real Madrid y cuántos llevarían la firma de Cristiano Ronaldo. Entretanto, el que marcó fue Gareth Bale para culminar una gran jugada de la BBC. La inició Benzema por el centro, abrió hacia la derecha para la prolongación de Cristiano, que la puso al segundo palo y Bale no perdonó de cabeza en un gol muy parecido al que marcó el galés en la final de Lisboa.
Con el partido ya completamente decidido, las miradas apuntaron a las gradas de un Stade de Marrakech convertido en una suerte de pequeño Bernabéu con la hinchada completamente entregada a la causa y coreando a ritmo de olé cada pase madridista. Solo faltaba el gol de Cristiano, pero no había manera. Y eso que el portugués lo intentó incluso de chilena y de rabona para regocijo de Hierro, que se lo estaba pasando a lo grande. Aunque para regocijo el que hubiesen sentido los aficionados si CR hubiese marcado esta frivolité.
La sucesión de cambios en ambos equipos fue el claro indicador de la rendición mexicana y la conformidad del conjunto español. Aun así, el Cruz Azul pudo marcar de falta el del honor, pero el potente disparo se estrelló en el travesaño. La tentativa fue demasiado osada y despertó a la bestia merengue. Avisó Benzema con un par de escarceos y fusiló Isco. El funambulista de Arroyo de la Miel, que apenas necesita una baldosa para trenzar una genialidad, se fabricó un golazo en la frontal del área: recibió, se acomodó, se deshizo de un rival con su intrínseco talento para hacer fácil lo difícil y definió con el interior por el primer palo en otro gol de bandera del artista malagueño.
La noche estaba resultando ideal porque incluyó la entrada de Jesé, que también tuvo la oportunidad de disfrutar del sueño africano que vive el Real Madrid. Pero seguía faltando el gol de Cristiano para redondear la cita. Lo intentó el portugués, pero se quedó lejos del premio. Más cerca anduvo Khedira, aunque su cabezazo lo repelió el palo. Hubiese sido ya demasiado que marcara el bueno de Sami y no el crack portugués, así que la cosa se quedó en cero a cuatro ante la resignación cristiana de los mexicanos y la moderada euforia madridista, que podría ganar su cuarto título del año el próximo sábado. De momento ya van 21 triunfos consecutivos y el récord Guiness del Coritiba está más cerca.